Revista Opinión

El poder (III)

Publicado el 22 octubre 2010 por Romanas
Poderes y antipoderes, poderes positivos y negativos, poderes malevolentes y benevolentes.Si el poder es la capacidad de hacer, el mayor de los poderes del  mundo, hoy, lo poseen, lo detentan los Usa, y no sólo en el aspecto positivo, llevar la paz y la abundancia, o sea, la felicidad, hasta el último rincón de la Tierra, sino también en el negativo, pueden llevar, y de hecho lo hacen, la guerra, la destrucción y la escasez, es decir, la más atroz de las miserias hasta el último de los confines del mundo.Y esta capacidad destructiva la tienen hasta el punto de que, si ellos lo quieren, pueden acabar con toda la vida sobre la superficie del planeta, mediante sus millares y millares de cabezas atómicas, que, si lo consideran conveniente para sus intereses, son capaces de utilizarlas, ya tenemos constancia de ello mediante Hirosima y Nagasaki.O sea que, de nuevo, hemos de estar de acuerdo con Galbrait, con una leve modificación semántica: el poder en su máxima expresión, el poder de todos los poderes, la culminación del poder reside en Norteamérica, pero no en sus grandes corporaciones sino en el Pentágono.Y alguien, sin duda, me objetará pero ¿quién sitúa en el Pentágono a  los generales?, y la respuesta es: el Presidente y ¿quién elige al Presidente?: las grandes corporaciones, "ergo", estamos, de nuevo, con Galbrait, pero no siempre ha sido así, recuérdese la prepotencia históricamente tan reciente del Tercer Reich, y es que el espíritu desaforado de dominación puede surgir  en cualquier sitio porque, como dijimos en (I), forma parte de la naturaleza del hombre y no necesita sino de las favorables circunstancias sociopolíticas para manifestarse en toda su terrible magnitud. De aquí, la necesidad ineludible de lo que llamaremos contrapoder y que no es sino un poder compensatorio que equilibre en la balanza de las capacidades de actuación internacional al poder hegemónico en ese momento concreto de la Historia.Es esto lo que se negaban a entender los que debatían conmigo esta elemental cuestión en el chat de Saco, diario Público. Y eso que algunos de los que lo hacían actuaban bajo la rúbrica de historiadores.Decíamos también el otro día, que el poder es como un fluido, como una especie de gas que tiende a ocupar todos los espacios vacíos. De modo que, si queremos neutralizar a uno de esos poderes que hemos denominados malévolos, no tenemos otro remedio que generar poderes benévolos, poderes benéficos, que lo serán por la función concreta que en ese momento determinado de la Historia realizan, aunque no posean precisamente esa categoría benéfica por lo que son realmente en sí mismos.Y ésta es ni más ni menos la función que la Historia ha conferido actualmente a China, lo que hace del gigante asiático un poder benevolente, un poder benéfico relativo, con plena independencia de todas las enormes carencias que ella tenga en sí misma como poder interno, es decir, como poder circunscrito dentro de sus propias fronteras.O sea que, como todo lo humano, casi nunca se manifiesta tampoco el poder como un elemento benévolo o malévolo  absolutamente, en toda su pureza.Pero estos poderes compensatorios y relativamente benevolentes, o sea, parcialmente benéficos, son absolutamente necesarios y, milagrosamente, siempre se presentan en la Historia. Ya lo hemos expuesto varias veces: cartagineses y romanos, árabes y godos, ingleses y franceses, japoneses y alemanes contra el resto del mundo, Usa versus Urss, Usa-China.Hay un intento, fallido por cierto, de acabar con esta especie de pugilato entre los poderes internacionales, la Onu, cuyo fallo se originó precisamente por las circunstancias de la prepotencia de los países fundadores que no tuvieron la generosidad suficiente para renunciar a parte de su poder en beneficio de la institución que estaban creando y se reservaron el derecho de veto de sus decisiones, lo que priva al ente de sus necesaria condición de imparcialidad en las grandes ocasiones.

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