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«El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre» de Atsushi Nakajima en El imparcial

Publicado el 11 septiembre 2017 por Hermidaeditores
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RELATOS

Atsushi Nakajima: El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre

Domingo 10 de septiembre de 2017, 18:53h

Atsushi Nakajima: El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre

Traducción de Makiko Sese y Daniel Villa. Hermida. Madrid, 2017. 130 páginas. 15 €. Libro electrónico: 7, 26 €.Por Francisco EstévezCómo se convierte un texto en clásico es una de las primeras preguntas que surgen al concluir la lectura de estos ocho cuentos. El proceso y las selecciones para que un conjunto de relatos afortunados pasen al canon sin mayor alharaca dependen siempre en buena medida de una fruición lectora constante. Así parece haber convenido para que Atsushi Nakajima se haga un lugar entre los grandes autores del siglo XX nipón, codeándose con el premio Nobel Yasunari Kawabata, el estupendo orfebre y simpar suicida Yukio Mishima, Osamu Dazai, autor de Indigno de ser humano, que alguna editorial avispada debiera reeditar, Natsume Soseki, o el mismísimo maestro del cuento japonés, Ryūnosuke Akutagawa.Atsushi Nakajima (1909-1942) nació en Tokio durante aquella época en que Japón, hambrienta de terrenos coreanos y chinos, se expandía con pujanza. Así pudo vivir en Seúl y de aquella experiencia surgió la novela El paisaje donde hay un policía. Un bosquejo del año 1923. Además conoció la Manchuria y las islas del océano Pacífico, como Palaos, donde trabajó como profesor; de aquel recuerdo serán sus Cuentos del Pacífico sur. Tuvo una muerte precoz por asma a los treinta y tres años que nos impide conocer hasta dónde podría llegar su maestría.La presente colección de relatos toma título de la tragedia acontecida en el más célebre de entre los cuentos de Nakajima, “La luna sobre la montaña”, considerado a su vez lectura preceptiva en algunos manuales de bachillerato japoneses. Allí se narra la desgracia del erudito y arrogante Li Zheng, quien abandona su puesto en la administración para dedicarse por entero a la poesía con tal fiereza que pierde el juicio hasta quedar transformado en tigre, aspecto tan apropiado a su carácter. Los evidentes ecos kafkianos suavizan aquí el horror al preferir antes que un ambiguo insecto (nunca fue una cucaracha como los miopes creen) un elegante aunque vanidoso y fiero tigre.“Posesión” es el entrañable cuento de apertura donde se nos dará a conocer las tribulaciones de Shaku, quien tras la muerte de su hermano comenzó a hablar de forma extraña como poseído, según la ocasión, por el alma de su hermano, el alma de una carpa o la de un halcón. Su dote narrativa mejoraba por días hasta dejar seducidos al pueblo entero deseoso de escuchar más narraciones con tal variedad de escenas y espectacular viveza. Sin destripar su final, señalemos sólo la profunda reflexión a la que apunta en el relato esa intromisión de la fantasía en la realidad y viceversa, sus inevitables consecuencias siempre con desenlace trágico. De semejante manera ocurrirá en “La momia”. Allí nos retraemos a cuando el antiguo imperio persa invadió Egipto y a la historia acaecida al comandante Pariskas. De natural soñador con una extraña melancolía que devendrá en delirio. El tema del doble, la confusión de tiempos, la fabulación imposible de distinguir de la realidad, son varios de los temas tratados con magisterio en el excepcional cuento.Igualmente extraordinario debe calibrarse el relato de “La catástrofe de las letras”, lectura recomendable como modelo a cualquier escritor de cuentos. En éste, el anciano erudito Nabu-aje-eriba recibe el mandato de investigar las características del espíritu de las letras, si tal existiese: “¿Qué es lo que trae un sonido fijo y un sentido determinado a un grupo de simples líneas desordenadas? […] Cuando las manos, las piernas, la cabeza o el vientre no están unidos por el alma, no forman un ser humano. Del mismo modo, ¿cómo un conjunto de simples líneas pueden poseer sonidos y significados sin un espíritu que las una?”. Atsushi Nakajima ahonda fatalmente en la sospecha de la falsedad de lo real y el poder embaucador de las letras que al representar la figura del cualquier acto otorgan inmediatamente vida eterna.“La felicidad” es uno de los cuentos inspirados en el viaje del autor por la Micronesia y que hubiera gustado firmar al propio Borges por el gusto del equívoco constante, el doble del “yo” y la frontera difusa entre el mundo onírico y real. En “El maestro” se nos instruye en los riesgos de la presunción, el alto esfuerzo que requiere alcanzar grados altos de un arte (aquí maestro de arco) y aquella paradoja taoísta por la cual el extremo de un acto es conseguir ese mismo resultado sin actuar. Cierra este volumen un epílogo del traductor Makiko Sese con datos de relieve sobre el autor, además de una cronología. Los cuentos vienen con unas pocas notas culturales a pie de página que ayudarán a introducirse en la cultura japonesa (conviene resaltar a posibles interesados la reciente edición del valioso Diccionario de cultura japonesa [Satori, 2017]).En suma, esta sorprendente primera cata de Atsushi Nakajima permite descubrir a un excelente humanista bañado por una fusión cultural emanada de sus viajes y gozosa para cualquier lector sensible. Estos ocho hermosísimos cuentos se confeccionan al modo clásico con resabios de oralidad, cuando los cuentos se pasaban de labios a orejas en noches largas reunidos al calor del fuego, pero en las que el narrador fuera aquí un cercano ascendiente japonés de Borges, tocado por la temible y poderosa existencia del espíritu de las letras.

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