Revista Comunicación

El poli bueno y el poli malo

Publicado el 28 enero 2011 por Jackdaniels

Cuando joven solía mirar la vida con los ojos del futuro, era lo más adecuado para una etapa explosiva, en la que todo se traducía en un afán desmedido por cambiar las cosas. Había mucho que cambiar entonces, igual que ahora. En la actualidad, suelo mirar la vida con los ojos del pasado, por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, precisamente.

En mi juventud, cuando los deportes por antonomasia eran el fútbol y correr delante de los grises, si te detenían en una manifestación, la policía utilizaba una táctica por todos conocida y no por ello menos efectiva. Siempre, durante los interrogatorios del régimen, había un poli que era cruel y despiadado y otro que se ponía en tu lugar y simulaba intentar que todo te fuera más fácil y no se te complicara la vida. El poli bueno y el poli malo.

Todo era simulación, puro teatro, destinado a que confesaras hasta la marca de la primera papilla que tomaste al aterrizar en este mundo y, sobre todo, a que te declararas culpable de lo que se te imputaba, fueses o no el autor del delito. En ese tipo de estrategias sustentaba la policía franquista sus legendarias cuotas de eficacia, que luego se encargaban de predicar a los cuatro vientos lo periódicos del régimen. En ésa y en la de inflarte a hostias cuando ya la situación era insostenible y tú te habías empecinado en no abrir la boca pasara lo que pasara.

En la política española de nuestros días sucede algo parecido. Existe un poli bueno y otro malo, con papeles aparentemente opuestos y enfrentados, pero luego todo está acordado entre bambalinas, atado y bien atado para que nada cambie aunque pueda parecer lo contrario. Porque hoy más que nunca la política se está convirtiendo en un ejercicio permanente de simulación, en el que vale cualquier estratagema para captar votos y casi nadie cumple lo que promete. Hasta tal punto que, cuando alguien lo hace, parece incluso políticamente incorrecto.

PSOE y PP son exactamente lo mismo aunque bajo disfraces diferentes. De hecho, cuando se presenta la ocasión, dejan bien a las claras que sus políticas son calcadas y lo envuelven todo en un clima de falso enfrentamiento para mantener elevado el nivel de entretenimiento de la peña.

En los últimos días hemos tenido varios ejemplos demostrativos de que esto es así. Manteniendo una falsa postura crítica, el PP ha apoyado las mastodónticas inyecciones de dinero a la banca (incluso las ha calificado de insuficientes), las medidas de recorte (aunque por la boca chica haya afirmado que no congelarían las pensiones), la reforma laboral (que a su entender se ha quedado demasiado corta), la Ley de Economía Sostenible (incluida la Ley Sinde), la negativa a revisar el Plan de Incompatibilidades de los Diputados (manteniendo los privilegios de las pensiones de los ex jefes de Gobierno y de sus señorías) y ahora se dispone a apoyar la prolongación de la edad de jubilación y el recorte de las pensiones. Por mucho que se intente disimular empleando términos como tenemos “una predisposición favorable” y que manifiesten que aún tienen “dudas y desconfianza”. Son meras interpretaciones entre las bambalinas del poder para que la gente se trague mejor el sapo que les ha tocado en el sorteo. A este paso, cuando Rajoy llegue al poder, no le va a quedar ninguna política novedosa que aplicar.

Mientras el país alcanza un récord histórico de paro, cuatro millones setecientos mil, y por si faltara algo para garantizar el éxito de la representación, ahora se han sumado al reparto los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO adheriéndose al pensionazo y aportando su granito de arena al mayor recorte social de la historia democrática de España.

La razón esgrimida, que no convence a nadie, es que, entre el mal menor y el abismo, mejor doblegarse ante los criterios de la patronal y el Gobierno, a ver si así se apiadan un poco de nosotros y nos dejan algunas migajas de la tarta. Y todo ello después de haber arrastrado a millones de trabajadores de este país a una innecesaria, a lo que se ve, huelga general el pasado 29 de septiembre. Para que luego digan que la confrontación social no es rentable.

Al final, el resultado de la representación es siempre el mismo, recortes y más recortes para los más débiles, que han de apechugar con los desmanes sin medidas de los avariciosos y conformarse con el falso consuelo de que pierden menos, como si eso no fuera igualmente perder. Poco importa que se hipoteque el futuro y la vida de varias generaciones de este país, que se les arrebate de un plumazo el presente y se les desposea de antemano del mañana, donde todavía no se sabe si van a tener algún derecho.

Y si el gallinero se pone revoltoso, ante este, en palabras de Manolo Saco, “golpe de estado silencioso” que supone el traspasar la toma de decisiones de los centros naturales de poder a los financieros, pues más teatro. Ración doble de la vieja táctica del poli bueno y el poli malo, para no variar. A fin de cuentas, en esta función, no somos sino la víctima indispensable.


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