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El pragmatismo y la cabeza de San Gregorio Ostiense

Publicado el 13 abril 2014 por Francisco Francisco Acedo Fdez Pereira @Francisacedo
Sé de más de uno que cuando vea que este blog empieza a tener movimiento dirá por qué pierdo el tiempo escribiendo gratis y aireando mis entresijos, en lugar de hacer algo más provechoso, rentable o lucrativo. Cierto es que podría hacerlo, cierto que cuanto aquí escribo lo podría guardar y publicar, pero no creo que muchos fueran a comprar el libro, ni que les interesen estas confesiones desmemoriadas mías y, además, qué narices, que si me apetece escribir gratis lo hago y basta. No sé si escribo bien o mal, sólo sé se escribo como hablo y hablo como leo (mucho y muy variado, soy bastante versátil y a pocas cosas le hago asco), aunque, a diferencia de lo que sucede en mis publicaciones, aquí nadie me corrige porque lo hago del tirón y, porque no voy a pagar a nadie para hacerme las correcciones de un blog que lo único que me reporta es aliviar las carga de mis recuerdos, ya que eso sería del género tonto.
Nunca tuve un sentido demasiado práctico de la vida, pero si me pongo a pensar, nadie en mis cercanías genéticas lo tiene y supongo que aquí entran las cargas genéticas, los referentes y todas esas historias pintorescas. Pintorescas digo, lo serán especialmente en mi caso, pero no entraré demasiado en ellas, no sea que algún pariente se me enfade por contar alguna anécdota de generaciones pretéritas, aunque para anécdota la de algunos deudos que me retiraron la palabra por haber escrito algo que nunca publiqué ni escribí. Todavía estoy esperando a que me enseñen ese famoso artículo. Esto va a ser como las recientes pruebas de carbono 14 aplicadas a los cuernos de un casco vikingo que han dado como resultado que el ternero (porque es mancho y joven) nacerá de aquí a varios decenios. Es decir, o estamos ante un objeto del futuro que ha viajado al pasado, lo cual bien merece un programa de Milenio 3 íntegro o ha llegado el momento de que la comunidad científica acepte de una vez por todas que el dichoso método tiene más fallos que un juego de petanca. Pues lo mismo sucederá con mi familiarmente traído y llevado artículo que nunca escribí. No descarto, por otra parte, que algunos se sientan aludidos por lo más mínimo y se hayan visto reflejados en algún escrito que no podía tener intención hiriente. Pero esto ni va ni viene y además ciertas cosas sólo las entiende (o cree entender uno) cuando es su familia, si son familias ajenas suelen resultar historias pesadas, por no decir todo lo contrario, que si se conocen se leen al detalle para entresacar jugos y si no se conocen personalmente para intentar averiguar o ver si lo que a uno le han contado es lo mismo que cuenta el interesado. Lógicamente nunca será así, porque uno la familia la ves de dentro y todo lo magnifica, en mi caso, lo divertido me divierte sobremanera y lo aburrido me causa más perezón.
He llegado a una edad en la que donde más veo a la parentela es en entierros, duelos y funerales, y eso que este trajín de vida que me traigo hace que muchos de ellos me cojan fuera. Pues bien, hace ya algún tiempo (no recuerdo quién se había muerto porque con esto de velar los muertos en las morgues uno no logra identificar con claridad el finado) hubo un conato de discusión familiar en un acto luctuoso, porque un colega había publicado poco tiempo antes una lista de masones extremeños y siendo la misma por orden alfabético y comenzando por A mi apellido, la encabezaba mi Bisabuelo, del que soy homónimo. Eso sí, él era masón, militante de un partido llamado Derecha Regional Agraria y republicano convencido. Como es evidente no he salido a él en ninguna de las tres cosas, pero la historia es la historia y uno no puede cambiarla. Alguien de la parentela asaltó a dicho colega en una conferencia o jornada o váyase a saber qué acto académico y le preguntó que de dónde había sacado la información, explicándole el parentesco que la unía al masón de marras. Lógicamente salió mi nombre a relucir y alli se hallaron todas las explicaciones: Abuelo me dejó, además de la estupenda biblioteca de mi Bisabuelo Francisco, casi toda la documentación familiar y yo, sinceramente, no me avergüenzo de tener un pariente masón, tampoco es que tire cohetes con ello, pero a cada uno le toca la familia que le toca. Peor serían otras cosas y más vale que de ciertas cosas no hablemos.
Esta cuestión, por la que algunos cercanos se han interesado, se silenció, entre otras cosas, por el clima de la postguerra. Abuelo Narciso era camisa vieja, al igual que su padre procedía de esas derechas republicanas, en su caso má exaltada, puesto que pasó del radicalsocialismo a la Falange pura y dura, sin hacer el paso por la CEDA. Abuela Vicenta era monárquica alfonsina, aunque su familia se dividía entre alfonsinos y carlistas, pero a ella le tocó la rama primera, y tanto es así que su padre dio la mano a Alfonso XIII y juró no lavársela hasta que no volviera del exilio. Parece ser que se la lavaban de noche con alcohol de romero y que se despertaba hecho un basilisco. De promesas y restauraciones monárquicas bien podría escribir varios tomos entre lutos, velos, hábitos del Carmen y del Nazareno y cuadros con dos imágenes para darles la vuelta según quién viniera. Pero estas historias levantarían ampollas.
Ya que estamos con repasos ideológicos, si nos vamos al lado materno Abuelo era carlista, alistado en la Guerra Civil como voluntario en el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Guadalupe, de tan efímera como indocumentada existencia y que más tarde se integró en las Milicias Nacionales. Tengo una foto preciosa de Abuelo Manolo vestido de requeté en la calle San Pedro, con un halo de fascinación romántica increíble. Su familia, con sangre española, portuguesa y sobre todo italiana, mezcabla lo mejor del carlismo, con el miguelismo y lo borbónico partenopeo, una mezcla explosiva si metemos en la coctelera la carga genética y la excentricidad que ha caracterizado a la familia de toda la vida de Dios, que eso da para una saga... Abuela Candela era, como su ya novio, demasiado joven para ser Camisa Vieja en aquella época, pero sí era falangista hasta la médula, o, como ella solía decir, joseantoniana. Estaba, en el fondo, enamorada, como la mayoría de las jóvenes de su edad de aquel apuesto aristócrata revolucionario refinado y culto que vendía un producto que no podía llamarse fascista (de eso se encargaban Ramiro y Onésimo) pero sí nacionalsindicalista. Estoy siendo excesivamente incorrecto, pero, como bien he dicho, uno no elige a su familia. Abuela Candela, por cierto, era hija de un militante de la UGT, mi Bisabuelo Luis, jefe de obras del Ayuntamiento de Cáceres, y de una monárquica alfonsina hasta las cachas, mi Bisabuela Serafina, hija de una familia de propietarios, subscrita eternamente al Blanco y Negro y de una gran inteligencia, a la que no permitieron irse a Salamanca a hacer Filosofía y Letras porque tuvo la desgracia de que cuando todo estaba ya preparado se murió su hermana Antonia y el luto en aquella España de comienzos del XX, era un señor luto...
Mezcolanzas ideológicas por todas partes, lo cierto es que mis cuatro abuelos fueron cuatro de los grandes perdedores del bando vencedor de la Guerra. Dos falangistas que vieron como Franco se apropiaba en unos primeros años de su parafernalia mientras deshechaba sus ideas, ¿cómo iba el Caudillo a poner en marcha una reforma agraria o una nacionalización de la banca cuando habían sido los propios oligarcas quienes le habían ayudado a ganar la Cruzada? El carlista vio como de ellos sólo quedaban la bandera con el aspa de Borgoña (el símbolo nacional español más antiguo) y la boina roja mezclada con una camisa azul que nada tenía que ver con ellos, excepto una lucha contra un supuesto enemigo común. La alfonsina se pasaría la vida escuchando aquello de “para febrero Juan III”, cuando Juan III luego se convirtió en IV, pasó de intentar entrar en España con el yugo y las flechas y al final se convirtió en un liberal más grande que su oronda bisabuela Isabel II, que ni era liberal, ni era nada, simplemente era Reina por un testamento cambiado a última hora. Estos comentarios como historiador no podría hacerlos, pero como redactor de blog, pues sí, y oye, que me quedo tan ancho haciendo juicios de valor que la deontología profesional no me dejaría por otra parte... Hablo de muertos propios,hablo de los testamentos ajenos y mira tú por dónde salen a relucir, pero de éstos, de los propios, mejor, los dejamos a un lado que bastante daño nos han hecho a todos.
Esta divagación comenzó por el blog y la pérdida de tiempo que para muchos supondría, pero, como dije, la practicidad nunca fue lo mío, ni lo de mi familia en general. Sí en pragmatismo, pero es que a la fuerza ahorcan y si no cuántas tomas de postura hemos hecho a lo largo de los años que es como se llama eufemísticamente a darse cuenta de las cosas o salvar el pellejo. Desde generaciones nos hemos dedicado muchos a la política, que es la cosa más inútil del mundo. Ahora, parece ser que se gana dinero de aquella manera, pero antes no, se perdía, porque el servicio al bien común era lo que conllevaba. Yo llegue con mi idealismo, mi cabeza a pájaros y mis Ideas Peregrinas y con ellas me volví a la vida civil. La política no era lo que yo pensaba, o quizá yo no estaba hecho para la política, o eran otros mis derroteros... Años más tarde, decidía servir a otro Señor, pero ese proceso largo hacia el Altísimo, es demasiado íntimo y personal y esto no es un blog de espiritualidad. Tengo mis crónicas vaticanas dominicales, pero tampoco es que tengan mucho que ver con el tema de mi largo camino hacia la vocación. Quienes me conocen bien saben que, desde niño, siempre tuve tres cosas claras, que Dios estaba por encima de todo, que los genes carlistas pesaban sobre mí más que otros, con toda su carga social, y que quería ser historiador. Creo que he sido bastante coherente y me gano la vida con ello, hasta viviendo en el mundo, porque me plantee lo de retirarme a clausura, pero alguien a quien mucho quiero me dijo que hacía más falta fuera que dentro y le hice caso. Dije que no hablaría de este tema y ya se me están yendo las yemas, y es que soy un bocas... Como decía, mal que bien me gano la vida, y eso que alguien cercano a mí (no cito para no despertar animadversiones) decía “no entiendo esta manía que os ha dado por trabajar”. Los tiempos de vivir de lo prestado se terminaron, ya se sabe que saca y no pon, se acaba el montón.
Los Acedo, si hacemos caso al lema de la familia, hemos sido esforzados y luchadores: “los de la Casa de Acedo pelean con gran denuedo”, dicen en las ramas de algunas ramas en borduras o filacterias, sobre todo en las andaluzas. Yo cambié el de mi rama por otro, por un exorcismo antoniano, que quien conoce mis armas lo identificará. Curiosa gente estos Acedos, y eso que yo en carácter, sin duda alguna, soy más Fernández que otra cosa, sobre todo en que, además de estar como las maracas de Machín, tengo un punto excéntrico que no hay quien lo domine, y si a los cuarenta y dos años no lo he hecho, no lo voy a hacer ya. Nosotros procedemos de la rama avileña, la que llegó a Ávila con el Conde Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI en el siglo XI a reconquistarla y repoblarla. El bueno del Padre Arriz escribió un maravilloso panegírico en el XVII sobre nosotros, donde nos hacía descender de un tal Acedux que era un caudillo ibero que se puso de parte de Escipión en las guerras púnicas y acabó entroncando con él. Una genealogía de ésas que ni quien la encargó se la creería. Lo cierto es que los Acedo, a pesar de estar ubicados en Castilla desde así casi mil años nunca perdimos la identidad navarra (ni las posesiones, que bien de pleito, viajes matrimonios nos costó conservarlas) y en cuanto hemos podido la hemos sacado a relucir.
Nuestra patrona es Santa María, así, sin advocación, pero supongo que está vinculada a la Asunción, porque allí por donde hemos pasado ha habido siempre fundaciones de la familia ligadas a la ésta realidad teológica. Los patronos dos, San Sebastián el uno, tan caballeresco y romano él, en ese tránsito del paganismo (o mejor mitraísmo) tardorromano al cristianismo, tan soldadesco, con la apasionante historia del pseudomartirio y luego el martirio verdadero. Le tengo en gran devoción, además en Cáceres se le tiene y Papá nació el día de su memoria, ese 20 de enero tan cargado de simbolismo. Cuando pongo los pies en Roma una de mis estaciones favoritas, y no porque sea una de las ocho Iglesias que obligatoriamente hay que visitar para ganar la Indulgencia según las disposiciones pontificales, es San Sebastiano sull'Appia Antica, custodiada por los Frailes Menores, en la que pasa casi desapercibido, en el lado del Evangelio, el San Sebastián de Bernini. Los turistas pasan por allí corriendo para entrar cuanto antes a las catacumbas. El señor les perdone por no ver lo que tienen que ver y hacer excesivo caso a los guías turísticos.
El otro patrono de la Casa no lo he tenido en consideración hasta hace poco, quizá porque el nombre no me atraía, quizá porque nadie le haya hecho mucho caso en mi rama en las últimas generaciones o váyase a saber por qué. Lo cierto y verdad es que ya el nombre debería haberme llamado la atención hace siglos, San Gregorio Ostiense, pero hasta no imbuirme en la investigación que me traigo entre manos no reparé en una serie de cuestiones que vinculan las cinco cornejas, antiguos símbolos vascones de fortaleza, antiquísimas, concedidas, según la tradición por Alfonso VIII en las Navas de Tolosa (aunque deben de ser anteriores, porque a la rama del Coronel de Acedo, de quien descienden los Coronel de Sevilla y, por ende, los Pérez de Guzmán, se hace una pequeña brisura teóricamente en aquella fecha como se ve en la tumba de María Coronel, mujer de Guzmán el Bueno, de esa rama, en Santiponce) con los ritos relacionados con el Cardenal de Ostia, legado pontificio después de ser Abad, a quien sirvió Santo Domingo de la Calzada y cuyo culto está muy arraigado en la Rioja, Álava, Burgos, partes de Zaragoza y la Merindad de Estella, que es donde se encuentra el Solar de la Casa de Acedo, Palacio de Cabo de Armería del Reino de Navarra. Pues bien, tras la muerte y veloz canonización de San Gregorio Ostiense su cabeza se separó del cuerpo y fue introducida en un relicario de plata, al que se le cambian las mitras y que el día de su memoria se procesiona por los alrededores del templo siguiendo un curioso ritual. Se pasa agua por el cráneo que más tarde se da de beber a los enfermos para su sanación. A muchos esto resultará extraño, pero a los que conocen ciertos símbolos les parecerá de lo más normal.
Cierto y verdad es que desde Gómez de Acedo hasta hoy nos hemos pasado la vida de Navarra a Castilla, de Castilla a Navarra, de allí a Extremadura, a lo que hoy es la provincia de Badajoz, y finalmente a Cáceres hace casi tres siglos. En todo ese tiempo hemos acumulado expedientes de hidalguí, nos hemos casado bien y alguna que otra rara avis ha destacado en las letras, las armas o la política. No hablaré de mis dos parientes actualmente en la política nacional, porque no me parece oportuno juzgar en estos casos, y los de la vida regional pocos los conocen fuera de Extremadura y quienes los conocen ya se hacen idea de cómo son. Cuando nos hemos metido en los negocios en los últimos siglos nos ha ido fatal, pero como eran de las mujeres, pues tampoco había que darle mucha vuelta... Lo dicho, pragmáticos que no prácticos, y mientras tanto las cinco cornejas intentando levantar el vuelo del campo de oro, pero allí eternamente retenidas, como fue voluntad del Rey Alfonso. Tal y como quería demostrar, soy un perfecto diletante que es capaz de escribir un testamento para no contar absolutamente nada. Podría utilizar mi tiempo en cosas más provechosas, pero como el tiempo es mío, me lo gestiono yo, construyendo castillos en el aire y viviendo en mi mundo de fantasía, que puede que no tenga mucho sentido, pero es en el que yo he elegido vivir.El pragmatismo y la cabeza de San Gregorio Ostiense

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