Revista Espiritualidad

El problema no es juzgar por la apariencia…

Por Srigangamata @SRIGANGAMATA

Nuestra apariencia, así como todo lo visible de nuestros cuerpos, es una declaración pública. Ya sea de algo que queremos mostrar, o de algo que no podemos esconder, y en cualquiera de los dos casos,, de cómo elegimos mostrarlo.

Como todo lo que es accesible a los sentidos, esta declaración tiene el potencial de disparar opiniones (juicios) en aquellos cuyos sentidos son accedidos (nos ven, nos oyen, nos tocas, nos huelen, nos…en fin)

El acto de emitir opiniones es natural, biológico, por tanto inevitable.

Nuestros cerebros están diseñados para anticipar, para formarse ideas a partir del mínimo de información.
Un mecanismo que tenía más usos en la época del tigre dientes de sable que ahora, pero la evolución tiene sus ritmos y no son los mismos que el avance de la civilización.

De hecho, la visión, como acto biológico, no está diseñada para contemplar, sino para encontrar.
En el génesis de su razón de ser, los ojos están diseñados con el fin de recabar información a los efectos de que el cerebro pueda identificar la presencia de obstáculos, alimentos, depredadores, y no como una misión recreativa o contemplativa.
Por lo tanto, ante la mínima cantidad de datos, el cerebro tiende a construir el resto de la “realidad” con los datos del banco de su memoria,a fin de lograr una ventaja en la anticipación:
Quién reconozca una manzana antes se alimentará más rápido
Quién reconozca más rápido un depredador podrá ponerse a salvo con mayor efectividad…
En cualquier caso son garantías para una sobrevida y un éxito en la transmisión de sus genes a la próxima generación.

Con la “llegada” de la corteza cerebral y su capacidad de reconocer y apreciar elementos más abstractos (belleza, valores) nuestro modo primitivo de “ver” empieza a jugarnos en contra.

Es decir que el binomio declaración pública- opinión (creación de la realidad por reflejo en el espejo de la memoria) es inseparable.
Entonces… porque debería ofendernos tanto cuando somos “juzgados” por nuestras apariencias?

El punto no se encuentra en el ser juzgados, sino en el modo en que toman esos juicios tanto quién los emite como quien los recibe.
COMO VERDADES, O COMO ATAQUES PERSONALES (o ambos)

Quienes emite un juicio tiende a olvidar que ese juicio es el resultado de su experiencia frente a algo, y que esa experiencia es ajena a ese algo porque se debe a su subjetividad, al modo en que él interpreta, considera, razona, lo que ese algo le estimula.

Quien recibe el juicio lo toma en modo personal; es decir se siente validado, avalado, defenestrado o humillado de acuerdo a su interpretación de lo que el otro emitió como juicio. Y esto se debe a su vez, al hecho de que tampoco recuerda que ese juicio no habla de él sino de la experiencia del otro sobre él y que lo que él escucha no es lo que el otro dijo sino la interpretación de lo que cree que dijo .

Claro, que los juicios abren y cierran posibilidades a quien los emite, porque se suele actuar de acuerdo a ellos;  y no es menos cierto que estas posibilidades que el otro abre y cierra, también pudieran tener incidencia sobre nosotros.
(No es lo mismo la opinión, aunque siempre subjetiva, de un perfecto desconocido con quien ni siquiera cruzamos palabra, que la del entrevistador del cual depende nuestro puesto de trabajo)

Esa es la razón por la que buscamos comunicarnos, y por la que buscamos (en lo posible) interlocutores con quienes la comunicación se mantenga en un modo en que todos logremos empatía, y lleguemos a acuerdos ya a la coordinación de acciones.

Y, claro, a veces, más allá de nuestros esfuerzos nuestro interlocutor sostiene sus juicios (y nosotros los nuestros) y no hay acuerdo y entonces es mejor mantener una distancia si eso se vuelve emocionalmente tóxico.
No tiene nada de malo declarar que no tenemos lo que hace falta para comunicarnos eficientemente bajo ciertas circunstancias con ciertas personas, al fin hemos sido creados falibles y eso es algo común a todo el género humano.

Pero en todos los casos NUNCA es personal…
LO HACEMOS PERSONAL

Ahora, una buena manera de empezar a hacer de nuestro universo comunicacional un mundo mejor, es no olvidar que nuestras opiniones no son una verdad y mucho menos una verdad que defina a cualquiera que no seamos nosotros mismos.

Aceptar que ante una declaración pública el otro tiene derecho a su juicio, pero no tiene derecho a compartirlo con nosotros si no se lo hemos pedido y mucho menos a buscar definirnos a través de ese juicio
Y saber, que lo que el otro piensa de nosotros (tanto por fuera como por dentro) es el resultado de lo que a él le hace sentir lo que llega a sus sentidos y eso nada tiene que ver con nosotros.

Lo que buscamos o logramos decir de nosotros con nuestra apariencia, y lo que el otro logra ver y opinar sobre nosotros de acuerdo a ella son dos cosas que, generalmente, no tienen nada que ver entre sí.

Es imperativo no olvidar que nuestra “vista” aún tiene códigos de operación muy primitivos, y puede ser engañada con facilidad, pero nuestra amorosidad, nuestra divinidad inmanente es sabia y capaz de darnos una mirada más amplia y completa de quiénes somos y dónde somos.

NAMO VAH

Autora: Sri Ganga Mata
(Todos los Derechos Reservados)


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