Revista Opinión

El profeta.

Publicado el 02 enero 2020 por Carlosgu82

No tenía ojos. En su lugar, dos cuencas vacías y oscuras como la noche sin Luna ni estrellas ocupaban su arrugada cara. Era tal su poder, que aún privado del sentido de la vista, su visión alcanzaba cualquier lugar existente. Él era quien todo lo veía y conocía, pues su nacimiento, había sido bendecido por el mismísimo Padre de todos.
Al viejo adivino, siempre lo acompañaba una bella muchacha. Una chica de unos dieciséis años que se ocupaba de las necesidades más terrenales del hombre. Algunos aseguraban que era una esclava, otros, que era su aprendiz, acusando al anciano de compartir con la adolescente algo más que heréticas enseñanzas. Todos lo hacían a escondidas, pues temían los poderes de ese brujo. Sea como fuere, la verdad es que el viejo profeta jamás había abusado de esa muchacha. Es cierto que la niña había sido comprada como esclava y regalada al adivino como agradecimiento por sus servicios, pero el viejo augur, la había liberado. Para el hombre, era lo más parecido a una hija, y para la muchacha, el adivino se había convertido en maestro y padre, pues desde que fuera esclavizada, el viejo había sido la primera persona que la había tratado con verdadera humanidad.


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