Revista Cultura y Ocio

El pudor del pornógrafo. Alan Pauls

Por Mientrasleo @MientrasleoS

El pudor del pornógrafo. Alan Pauls
     "Úrsula solía esperarme en el amplio parque frente a mi casa. Convencida de que en soledad mi trabajo ganaba en eficiencia y rapidez, había elegido el parque porque desde allí -por una razón posicional- era posible divisar el pequeño balcón de mi casa, una blanca saliente con rejas a la que yo me asomaba a fin de apaciguar con gestos su expectativa."
     Ayer lo comentaba, creo: la gente no lee, ni se fija en los libros, pero basta que te sientes a leer según qué títulos, para que te des cuenta de que sí que miran. Al menos un poco.Reeditado treinta años después de su publicación original, hoy traigo a mi estantería virtual, El pudor del pornógrafo.
     Un hombre cuyo nombre desconocemos nos deja ver su historia, a ratos testigos de sus palabras, a otros de su narración sobre lo sucedido. Este hombre vive recluido haciendo su trabajo; es un pornógrafo que invierte su tiempo en leer y responder cartas de contenido erótico. Su única válvula es observar a Úrsula, la mujer que lo tiene enamorado, hasta que ella decide romper el contacto visual y escribir cartas también; pero de amor. Pornógrafo y amada se cartean, mientras él asiste a los cambios que se van provocando en el tono y las formas de su amada.
     Un pornógrafo es, por definición, un hombre que escribe pornografía o, sobre sexo. Nuestro protagonista lo hace. Responde a cartas, y al ser una novela de los años 80, supongo que para algún tipo de consultorio, tal vez  para el Playboy de turno. Y vive aislado en sus respuestas del resto del mundo. Y de ese mundo no nos habla salvo para afirmar que lo ahoga, lo agota. Para respirar tiene a Úrsula, una hermosa mujer que pasa de ser contemplada a ser escrita. Cambia la rutina de nuestro pornógrafo que se ve inmerso en una correspondencia cruzada que no quiere permitir que se  mezcle con lo soez; empieza a vivir para recibir cartas y escribir, a contar los tiempos en sobres y a intentar aislar la pureza de Úrsula del resto de su correspondencia, del deseo, lo abyecto, la pasión. Ella en cambio, como buena mujer es curiosa, tal vez incluso sepa algo ya... y lo empuja a compartir, a contarla su trabajo, incluso a dar un cambio más a su relación. Y nos preguntamos como puede saber algo más si él vive aislado, cómo es una mujer a la que sólo conocemos por las palabras de él, y parados un momento nos preguntamos también por el mensajero que entrega las cartas y por ese antifaz.
     Somos testigos directos de esta relación, de los cambios siempre introducidos por ella y de los dilemas en los que él cae. En una historia cargada de simbolismos, el autor combina la pasión del sexo con la pureza del amor en un mundo que parece empeñado en tenerlos separados. Juega a un imposible con nuestro escribiente separando dos sentimientos que tienden a ir tan ligados como son el amor y la pasión, y deja que nos chirríe la historia convirtiendo  a su protagonista en preso de las pasiones ajenas, acaso como símbolo de las propias, empeñado en ocultarlas ( o acaso las oculte como el mensajero y su antifaz, que pronto identificamos como personaje clave del librito). Se convierte este chirriar en un motor para nuestra mente que une ambas partes; la descripción del pecho, del muslo, del cuerpo desnudo bajo la ropa, con las hermosas palabras fruto del sentimiento más limpio. Sumamos. Nos adelantamos, vemos venir el final incluso antes que el propio protagonista... así que leemos de forma pausada, y lo esperamos. Y en ese final que nos deja Pauls nos quedamos mirando lo que sucede ajenos a que en ese momento formamos parte de la estética que ha ido componiendo en esta novelita de apenas 150 páginas que ha conseguido intrigarnos tanto como para no soltarla.
     El pudor del pornógrafo puede tener mil interpretaciones, dejo a cada cual la suya. Como lectura, me ha resultado gratificante, me ha gustado acercarme a una historia diferente, además de una primera novela atrevida. Es difícil recomendar un libro así, concebido casi como una anécdota, una lección al protagonista y un pequeño aguijonazo al lector, pero insisto; lo he disfrutado. Me hubiera gustado leerlo en el momento de su publicación.
     Y vosotros, ¿sois de los que os asomáis para intentar ver el título de lo que la gente lee por la calle?
     Gracias

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