Revista Sociedad

El puzle

Publicado el 24 enero 2012 por Abel Ros

Mientras la corriente ultraliberal de este país pinta con Manos Limpias los barrotes oxidados de la jaula judicial, miles de víctimas del franquismo lloran sin piedad por  la llave que quiso abrir las puertas de su ayer. La búsqueda de la verdad en el puzle polvoriento de la maldad ha debilitado nuestra imagen institucional en el qué dirán de ultramar. Hoy el juez Garzón,  el mismo magistrado que hace una semana luchaba con la afonía de su voz  contra los sables de la prevaricación, se vuelve a sentar en el banquillo legal por querer descifrar los códigos óseos de supuestos crímenes de lesa humanidad.

La paradoja ha vestido de vergüenza nuestro ego global. El juez estrella, como así es conocido en los mentideros de los tiempos de Quevedo, ha sido azotado con el mismo látigo azul que dibujó la balanza en los lienzos rotos de chilenos y argentinos. La indignación social ante las imperfecciones del sistema judicial siembran las dudas sobre las finas líneas que unen la ética civil de los pueblos con la idea sesgada de su orden social. Desde la crítica intelectual debemos reflexionar sobre las consecuencias nefastas que supondrá la inhabilitación de Garzón en el tejido institucional de este país.

La balanza inclinada por la prevaricación, o dicho de otro modo, el fallo de la sentencia a favor de  la acusación ultraliberal,  apartaría al “juez incómodo” de la carrera judicial y otorgaría rigor a las togas azules de este país. Pero, sin duda alguna, el orgullo jurisdiccional no sería compensado por las lágrimas derramadas de miles de víctimas de la dictadura franquista que a diario miran la fotografía en blanco y negro  de sus familiares y se preguntan,  una y otra vez por la verdad en los precipicios crónicos de la duda. Son precisamente por  estas víctimas atrapadas en la angustia de su pasado,  por las que supuestamente el juez Garzón “prevaricó”. Prevaricó con objeto de finalizar el puzle diacrónico de su pueblo y encajar las piezas dispersas por su pasado en el discurso intrahistórico de sus presentes.

Hoy la izquierda de Cayo y  Llamazares abraza a  Garzón ante los sables azules de la derecha. Hoy miles de jóvenes y no tan jóvenes, actrices y juristas,  claman ética a la cúspide judicial ante la mirada atónita de observadores internacionales y el flash deslumbrante de la prensa global. Hoy, como bien decíamos en la red social se escribe la vergüenza de nuestro país con las letras mayúsculas de la indignación. Por favor, apliquemos el sentido común como principio fundamental para curar el alzheimer histórico que azota la razón de este país. Desde la ética civil, nos situamos detrás de aquella pancarta amarilla que con letras inglesas, a las puertas del Supremo,  decía “the crime is to hide the crime”. Insólito.

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