Revista Cine

El rarito de la clase

Publicado el 24 septiembre 2014 por Alejandro Millán Zamora @AlejandroMilln2
          BOYHOOD
   EL RARITO DE LA CLASE
El tiempo pasa, y si el arte imitó a la vida en un punto concreto la fórmula en cuestión caducó hace unos cuantos lustros. Cada vez más del producto y menos de aquellos sacos de carne empapados en lágrimas a la espera de entonar un propósito más elevado que el de transcurrir por cumplir en la desencantada villa que va desde el nacimiento a la muerte, con todo lo que implique asistir a la cita. Linklater está obsesionado, enfermo con succionar cada detalle del banquete, más exactamente, desde el primer plato hasta el tercero (y todavía no he llegado al postre porque se cuando decir BASTA) con el mínimo esfuerzo empleado, el mismo que se precisa para agarrar un tenedor y llevarse el filete a la boca. Alejándome ya de recursos culinarios, su trilogía "Antes del..." le flipó a más de medio pueblo, y es que el mundo está plagado de románticos (mea culpa). Pero el amor es mucho en comparación a un paseo charlando sobre los miles de millones de aspectos sociales, políticos, ideológicos y pornográficos que nublan nuestra incierta riña con el aire que respiramos solos, y solamente en compañía de un alma gemela que se corresponda con nuestra forma de recoger los platos rotos de la vajilla.

                EL RARITO DE LA CLASE

Rompe con "Boyhood" su deuda con el movimiento, amparada por titulares que empatan con el mismo valor que le atribuímos a nuestro día a día, por expectante o por rendición, sin reservas ni índices de riesgo, a buen seguro que cuando finalice terminaremos besando la almohada. "Historia del cine", "un reto sin parangón", "un triunfo insuperable", "un cara a cara con la juventud como etapa". Respeto el ombliguismo y tal, pero confieso que me perdí más de la mitad de los recreos. No hay motivo por el que yo, como crítico y como persona que trata de vivir lo mejor que le sea posible con su objetividad (baremo indiscutible exento de toda posibilidad de duda de acuerdo a los patrones y parámetros por los cuales se diversifican y contrastan las cualidades y méritos de una obra determinada), vea aquí una película que se salga de lo extraordinario tanto en la técnica, la temática, el fondo, el contenido, la intención y (y aquí viene lo bueno) el efecto... esa víbora que los ha cegado bajo el yugo obligado de un rodaje que comenzó hace 12 innecesarios años, así como el atríbuto del "son pedacitos que forman parte de cada uno, todos hemos experimentado algo parecido". 
 EL RARITO DE LA CLASE  
Del mismo modo un kinki propenso al robo encontrará su templo con el vaquilla, pero aquí asistimos al tópico elevado a la indecencia pretendida. Admito que esperaba algo así como un retrato de la juventud a nivel universal, pero no fue su carácter americano lo que me ofendió (lejos de mi aborrecer el "QUE" según la bandera), si no su despreocupación, su trampa mortal que evidencia su falta de interés en crear (en lugar de repetir) tras las medidas impuestas por un marketing de trascendencia severa e impropia. Una espiral de nadería que deposita su aliño en la carcasa, fruto de la pasividad con la que se pretende emular el imperceptible ritmo al que avanzamos de un cumpleaños a otro, con la esperanza de que el espectador alcance una recompensa emocional lo bastante grande como para olvidar que se ha tragado casi tres horas de cositas que ya habíamos visto con anterioridad en una sala de cine. Los discursos morales, el alcoholismo, el maltrato paterno, los divorcios, los divorciados enrollados pero irresponsables, las madres que se ponen de los nervios, las consolas que se nos modernizan, los políticos que se vuelven negros, los veteranos quejicas amantes de la confederación, los peinados largos, los dilatas, las modernas, los gitanillos abusones y las reflexiones que nos importan un pimiento acerca de la deshumanización provocada por la tecnología y su uso, las mismas que os estampan en los tablones de Facebook los simples del grupo, las mismas.
EL RARITO DE LA CLASE
Sabemos que forma parte de la vida, y si el arte la imitó en un punto concreto se nos ha vuelto aburrida. No obstante posee sus virtudes, Ethan Hawke la mayor de ellas, el verdadero fuego de la película. Y la cierta sensación de captar parte de las señales, un final con alusión al momento (y lo que nos quita) que se encarga de subrayar lo que no termina nunca, el arrepentimiento de ciertas decisiones, la ganas de respirar otro tipo de metas, incluso el desengaño inherente a las relaciones humanas, con cada pellizco de cariño y rencor implícito y bien plasmado. Nada que pueda levantar un fallo tan soberbiamente calculado. "Boyhood" no es solamente la promoción más falsa de su categoría, es un cero a la izquierda, una inversión recíproca de las que se encargarán de reanimar un criterio mayoritario que no recuerda que lo que engrandece a LA VIDA es su sencillez. Al contrario de lo que se viene diciendo se han complicado un poquito la existencia.
NOTA: 5/10

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossiers Paperblog

Revistas