Es difícil explicar la ausencia prolongada de este espacio, como complejo fue el año que termina, afortunadamente, pensando en tantos amigos, familiares y allegados que nos dejaron, sin previo aviso, haciendo palpable esa cruda realidad de que la muerte siempre tiene excusa. El deterioro físico y mental propio del tiempo no es menos terrible, y pone, en cierta medida, fecha de caducidad a unas vidas sobre las que la verdadera única certeza es la de como terminarán. No son fechas para este tipo de inquietudes, y menos aún, para compartirlas en un espacio que dedicó tantas entradas al humor, al buen humor, quiero decir naturalmente; pero tampoco queda otra alternativa que hacer frente a la realidad, sea el tiempo que sea. La política tiene menos relevancia que el sufrimiento de los refugiados, que a su vez, es menos dramático que la guerra, la hambruna o el ébola. Escucho que el agujero de ozono es cada vez más grande, de modo que tal vez todos tengamos un fin más próximo del previsto, achicharrados por nuestra propia irresponsabilidad. Pero a partir de ahora, miraremos hacia los proximos trescientos sesenta y cinco días con el optimismo de una dulce resignación, de aspirar a una vida muelle que nos haga más placentero el paso breve por la vida, con el recuerdo de los que ya no están y la esperanza en los que nos sigan.
Alejandro Pumarino vuelve de nuevo.
Nota: La instantánea se corresponde con un puente, de origen romano, en Monforte de Lemos, hace unos diez años. Al fondo, el Parador Nacional