Revista Cultura y Ocio

El río Turia, entre dos pueblos abandonados y valientes gancheros

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Buscamos mil excusas para conocer unas tierras entregadas al río Turia. Dimensión humana entre un embalse, dos pueblos abandonados y unos aguerridos gancheros.

El río Turia, entre dos pueblos abandonados y valientes gancheros

El río Turia a su paso por Gestalgar

Recorremos un pequeño tramo ribereño entre los valencianos pueblos de Domeño y Gestalgar. Unos caminos que nos van a dar a conocer el emplazamiento de dos poblaciones que ya no aparecen ante nuestra mirada; un embalse que fue el causante de su desaparición y otros dos pueblos con rutas de senderismo y oficios olvidados por descubrir.

Razones suficientes para escaparnos y conocer un territorio abrupto y entregado al río Turia, una naturaleza salvaje, otras gentes y unas tradiciones que se forjaron a golpe de tiempo.

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Cueva del Gollizno. Ruta de senderismo en Chullilla

Un río Turia que aparece fiero y arrasador al verse encajonado entre unas paredes verticales que le obligan a aumentar su volumen y expulsar toda su furia. En otras, el río corre tranquilamente cuando se encuentra en valles más abiertos para regar el bosque de ribera y los cultivos que los campesinos han sabido mantener.En ocasiones la naturaleza no es tan simple como la vemos. Aún existen rincones que son más que puro paisaje. Entre estas tierras de Domeño y Gestalgar el río fue un escultor de montañas que supo crear lugares fascinantes para recorrer pese a que el hombre intentó dominarlo a base de sudor, ingenio y tesón. En muchas ocasiones lo logró. En otras, el río Turia dejó a su paso pueblos abandonados, campos y cultivos arrasados y algunas vidas sesgadas de gancheros.Si te apetece nos aventuramos a escuchar lo que esta tierra del olvido es capaz de contarnos…Un río que desde su nacimiento en los Montes Universales de Albarracín está salpicado de pequeñas presas y embalses.Comenzamos en el antiguo emplazamiento de Domeño al lado de una bucólica cascada artificial que humaniza este rincón.

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Cascada de Domeño

A Domeño hemos entrado por un puente de piedra que se construyó en 1923 y que resistió la gran riada de 1957.
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Una pequeña explanada a la derecha de la cascada y unos carteles oxidados nos pueden dar pistas de que aquí existió un pueblo. Quizás, la mejor referencia que podemos tomar son las ruinas de su castillo que se alza en un pequeño promontorio. A sus pies, Domeño. De su entramado urbano, plazas y casas ya no queda nada. Y aunque hoy no lo vemos, el camino que unía a Castilla y se dirigía hacia Chelva pasaba por aquí. La existencia de dos ventas, un molino y un puente marcaban el trasiego de los comerciantes y nos da pistas de la importancia que tuvo este enclave. Un pueblo que intentó protegerse de las constantes avenidas del río Tuéjar.

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Castillo de Domeño

Desde la explanada nos dirigimos hacia el castillo pero a mitad de camino nos sorprende una pareja de domeñeros que enseñan a sus nietos el emplazamiento de la iglesia donde se casaron. Los niños rebuscan entre los matorrales y las piedras restos de baldosas y azulejos mientras la abuela coge los trozos y duda si pertenecieron a la casa de una vecina o la de al lado…. Después de indicarnos donde se encuentra el cementerio y contarnos algunos detalles que mejor no mencionar se marchan hacia la cascada.
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Hoy resulta desolador ver Domeño así. Sobre todo para los que hemos conocido el pueblo, hemos recorrido sus calles y entrado en sus casas aunque ya amenazaran ruina. Después de la inauguración del embalse de Loriguilla los habitantes de este pueblo fueron abandonando sus hogares y estableciendo sus residencias en dos pueblos nuevos, Marines y Loriguilla. Muchos años después, y por peligro de ocupación y derrumbe, aquellas casas desaparecieron del paisaje sin dejar prácticamente huella alguna.

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Embalse de Loriguilla

Salimos de nuevo a la CV-35 para visitar Loriguilla. A través de una carretera de montaña muy estrecha, serpenteante y en mal estado de firme llegamos al segundo pueblo abandonado bajo la influencia del embalse.De origen romano, tras la Reconquista quedó incorporado al señorío de Chelva. Solo la presencia de la iglesia que está reformada y las ruinas del grupo escolar para niños nos marcan la situación del pueblo. Así que, mucha imaginación para recomponer lo que fue un entramado urbano a la ribera del Turia. A orillas del río existía un molino, una fábrica de luz y un puente colgante que permitía a la población recoger agua de la fuente que se encontraba en la otra parte del cauce. Este puente desapareció con la riada de 1957.

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Iglesia y colegio de niños de Loriguilla 

Y aunque nos parezca que está alejado de todo aquí también existió una posada donde se alojaban los trajineros. La vida de sus habitantes era muy activa desde primavera hasta otoño ya que cultivaban extensos campos de trigo. Cuando terminaban de trabajar sus tierras marchaban a Teruel y Zaragoza y regresaban a Valencia para recoger el arroz.Si nos acercamos al mirador veremos como el río Turia desparece entre las montañas. Y allí nos vamos. Otra carretera estrecha nos va a acercar hasta las compuertas del embalse de Loriguilla. Diecisiete años tardaron en construir esta presa que funciona como contraembalse de Benagéber y que es la antesala de un abrupto y sobrecogedor paisaje. Porque a partir de aquí, el río Turia se encajona en uno de sus más salvajes cañones, angostos y profundos que alcanzan su esplendor en el estrecho de Cinglos.

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Cañones del río Turia

Cuando el río supera estas paredes verticales que casi se juntan en sus dos orillas aparece remansado en el Charco Azul de Chulilla. Por estas tierras el río Turia sigue encajonado entre paredes lisas que se van aproximando y alejando y que son las preferidas por muchos escaladores internacionales. Una pintoresca Chulilla que aparece protegida por su castillo en lo alto. Aquí, a la altura del pueblo, el río se ensancha y riega el bosque de ribera y los viejos huertos durante algunos kilómetros antes de encajonarse en su camino hacia Gestalgar.

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Chulilla

Chulilla parece un blanco caserío musulmán. A partir de las murallas del castillo, la población fue ampliándose y descendiendo vertiginosamente por la ladera de la montaña. Así quedaba en lo alto para salvarse de las constantes crecidas del río Turia que a menudo arrasaban puentes, huertos y caminos. Un bonito pueblo con empinadas calles donde la cercanía de las viviendas nos recuerdan un poco a los estrechos del Turia.

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Plaza de la Baronía, Chulilla

Una de las rutas senderistas más fáciles de realizar es el Charco Azul. Para llegar hasta él salimos desde la misma plaza de la Baronía siguiendo las indicaciones y buscamos la ribera del río.  Andamos por un camino ancho entre campos de granados, higueras y naranjos. Poco a poco el valle se va estrechando y vadeamos algunos tramos antes de llegar al Charco Azul donde el Turia se apacigua.
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Regresamos a Chulilla. En dirección hacia Sot de Chera nos encontraremos con el Balneario de Fuencaliente cuyas aguas mineromedicinales ya eran deseadas por los romanos. Desde aquí, el río vuelve a encajonarse en su trayecto hacia Gestalgar, un pueblo pequeño a la ribera del Turia que surgió al unirse dos alquerías musulmanas, Geste y Algar.

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Balneario de Chulilla

Un pueblo morisco donde nos sorprenderá el palacio de los señores de Gestalgarpropiedad de una familia de origen catalán que renunció a vivir en el castillo y que ordenó construir esta edificación. De fachada muy austera y con algunas reminiscencias mudéjares tiene una torre de planta cuadrada y un sótano donde se encontraba el calabozo.

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Gestalgar

Gestalgar tiene una preciosa piscina natural y un vado cementado que funciona como una pequeña presa. A lo largo del cauce podemos andar por un tranquilo paseo de tierra con un área recreativa y bancos al lado del agua.

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Piscinas naturales de Gestalgar

Pero quizás lo que más nos llame la atención desde aquí sea una construcción que parece un molino al lado del río y que tiene un tejado cónico. Fue construido a principios del siglo XX para propulsar y elevar el agua de los manantiales hacia la parte alta del pueblo. Éste es el único patrimonio hidráulico que resistió el ímpetu del río en la riada de 1957.

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Motor de Gestalgar 

Vamos a vadear el río y comenzar una pequeña ruta al lado del Turia para acercarnos lo máximo posible a la peña de Santa María.Pasamos por una pequeña presa que controla las avenidas antes de llegar a Gestalgar y un canal que capta el agua de riego. A partir de aquí el camino se estrecha hacia un paisaje más agreste. Llegamos a un cruce de senderos. Si optamos por tomar el de la izquierda llegaremos al balneario de Chulilla tras visitar uno de los rincones más frescos de este entorno, la fuente El Morenillo. Un manantial entre helechos y con una pequeña poza.
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Si seguimos hacia la derecha cruzaremos el río y tendremos en frente el soberbio peñasco de Santa María. Una escalofriante pared vertical de 200 metros de altura. Dicen que en la cueva se encuentra la imagen de la virgen de la Peña.

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Peña de Santa María

Un bello paraje al lado del Turia que emerge en el último tramo del río que discurre encajonado en un angosto cañón con empinadas vertientes y conocido como el estrecho de los Azudes. Este tramo también era uno de los más temidos por los gancheros…
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Más allá de este corretear del río que ahora lo contemplamos contracorriente existen estrechos de paredes lisas que encajonan al río Turia y lo vuelven salvaje. Y más allá de nuestra mirada e imaginación podemos escuchar los troncos chocando entre sí y los gritos de unos hombres que arriesgaban su vida cada vez que intentaban llegar con las balsas hasta Valencia…Eran los gancheros aquellos hombres que en condiciones extremas trabajaban como navegantes de río. Fue Chelva la cuna de estos hombres que se convirtieron en verdaderos profesionales en el arte de navegar con troncos. Trabajaban aprovechando el deshielo cuando el río bajaba con más caudal y más rápido. Los empresarios compraban las pinadas en Teruel, Cuenca y Guadalajara y las iban talando durante el invierno. Luego, los troncos eran transportados hasta el río Guadalaviar en carros. Cuando la madera llegaba al río comenzaban a trabajar los gancheros que marchaban por grupos al mando de un cuadrillero y bajo la dirección de un maestro de río que supervisaba las condiciones de navegación y los organizaba.Cuando los gancheros se ponían en acción llegaban a ocupar treinta kilómetros de río donde más de quinientos hombres manejaban hasta 100.000 troncos. Vestían camisa y pantalón muy amplio y no llevaban más ropa que la puesta. Por eso, durante la noche la secaban junto a la hoguera donde también dormían. Cada quince días llegaba un carro con provisión de alimentos y otra muda. Su herramienta de trabajo era un palo largo con un gancho en un extremo llamado bicha. Más allá de lo material, su éxito venía coronado por su fuerza y su valentía. Si un hombre caía al agua los demás compañeros alzaban la bicha para avisar a los que venían detrás de ellos. Rápidamente era ayudado a subir a la balsa de nuevo. Su pericia nos la podemos imaginar dirigiendo las balsas y cambiando los troncos de dirección dentro del agua. Valentía que fue reconocida públicamente por Isabel II. El paso más complicado era el estrecho de Cinglos, aguas abajo del embalse de Loriguilla. Algo más de un kilómetro de peligrosos estrechamientos y rápidos que ascendían hacia la roca. El estrecho alcanzaba cotas tan vertiginosas que los gancheros encomendaban su vida en una ermita antes de iniciar el descenso. Más allá de Gestalgar, el río Turia ya se apaciguaba al entrar en Valencia. Todo un espectáculo que era esperado por multitud de valencianos. Incluso se construyó un banco de piedra para que se sentaran los personajes ilustres a presenciarlo.Los gancheros chelvanos fueron muy solicitados en la cuenca del Júcar con una orografía mucho más complicada que la del Turia. Y consta que en que en las cocheras de la Corona situadas en Aranjuez se llegaron a utilizar troncos de más de doce metros de longitud.
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Regresamos a Gestalgar por la orilla opuesta que nos ha traído hasta aquí. Por un  sendero estrecho pasaremos por donde existió un acueducto y un canal que la riada también se llevó. Terminada nuestra experiencia aparecemos en la parte alta del cauce en la zona de baños del río Turia. 

Te habrás dado cuenta que he mencionado el río Guadalaviar refiriéndome al Turia. Y es que, éste río que nace en la Muela de San Juan en la sierra de Albarracín, es llamado Guadalaviar hasta que se une en la ciudad de Teruel al río Alfambra. A partir de aquí, ya recibe la denominación de Turia. 

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