Revista Opinión

El rugido de León

Publicado el 14 enero 2020 por Manuelsegura @manuelsegura

El rugido de León

La pretendida reivindicación efectuada días atrás desde el Ayuntamiento de León para que esa parte de España, junto a otras dos provincias, se constituya en la decimoctava comunidad autónoma del Estado, ha generado notable polémica y controversia, siendo tildada esta iniciativa, incluso por algunos, de separatista e intentando asimilarla, algo que resulta más que asombroso, al proceso secesionista que se vive desde hace tiempo en Cataluña. Nada más lejos de la realidad al referirnos a una tierra profundamente española donde, si acaso, de lo que se quejan con amargura quienes reivindican, para ellos, tan fundada petición, es del remarcado centralismo que vienen soportando durante varias décadas por parte de Valladolid, capital donde reside el ejecutivo de la Junta de Castilla y León; en concreto, en el Colegio de la Asunción.

Cabe recordar que en 1978, cuando se elaboró la vigente Constitución y se planteaba la existencia de comunidades autónomas, a algunas se las llegó a denominar ‘nacionalidades’ en función de su pasado histórico. Pues bien, puestos a bucear en los anales de la Historia, pocas regiones cuentan con una antigüedad como la del reino de León, cuyo origen se remonta al siglo X. El de León fue un reino medieval independiente, fundado en el año 910, cuando los príncipes cristianos del reino de Asturias trasladaron su capital desde Oviedo a la ciudad de León. Tuvo un papel, por tanto, de protagonismo fundamental en la Reconquista y en la posterior formación de los sucesivos reinos cristianos. Cierto es que Portugal se separó de él para convertirse en reino independiente en 1139 y que León se unió al de Castilla en 1230. Pero desde 1296 a 1301, el reino de León volvió a ser independiente y después de una nueva unión permaneció como parte consustancial de la Corona de Castilla hasta 1833. 

Ese año, con la división administrativa y territorial de Javier de Burgos, el reino de León fue considerado una de las regiones españolas, dividida en tres provincias: León, Zamora y Salamanca, las mismas sobre las que ahora se reivindica la desagregación. En 1983, las tres se incluyeron, junto con las seis provincias de Castilla la Vieja, en la naciente comunidad autónoma de Castilla y León. Y así, hasta hoy.

Una parte del antiguo reino de León lo integran hoy esas tres provincias así como los territorios de las vecinas comunidades de Extremadura, Galicia y Asturias. Sus originarios concejos, nacidos a mediados del siglo X, dieron lugar a la creación de las Cortes, constituidas en León en 1188, una institución que la UNESCO, en función de sus peculiaridades registradas ya en el medievo, declaró en 2013 como referente inicial del sistema parlamentario europeo.

De modo que hablar alegremente del trasfondo de esta antigua reivindicación de los leoneses es desconocer profundamente la historia de una región cuyos méritos históricos, a modo de simples pinceladas, quedan esbozados para constancia pública ante la insensatez expresiva que tanto impera en estos tiempos convulsos -y, a la vez, tan confusos- que vivimos en este viejo país llamado España. Y un proceso que, con matices, se asemeja al sentimiento que tienen, por ejemplo, muchos cartageneros respecto a Murcia reivindicando la provincialidad; una aspiración quizá discutible, pero sin duda respetable. Porque León, Zamora, Salamanca o Cartagena, como Teruel -ahora parece que más que nunca-, también existen.

[‘La Verdad’ de Murcia. 14-1-2020]


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