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El ruiseñor

Publicado el 13 noviembre 2012 por Eldevoradordelibros
Es uno de esos libros de "mírame y no me toques". Desde hace unas semanas mi estantería alberga la primera, espero de muchas, obra ilustrada por Benjamin Lacombe. Él pone el dibujo y Sébastien Perez, también de origen francés, el texto en el álbum Ruiseñor.
El ruiseñor
Cuando cada uno de los niños del campamento recibe un trozo de papel decorativo, procedente de una de las paredes de la mansión en la que se alojan, con un breve poema sobre ellos escrito en el reverso, todos jugarán a ser detectives y tratarán de averiguar quién se esconde tras las poesías. Les ayudará en tan difícil tarea el único adulto: Don Jacobo, el intendente.
El autor de los versos parece ser alguien que los conoce muy bien: una pequeña persona, grande de corazón eso sí, que se siente sola y ve en las palabras, que tan bien conoce, el vehículo perfecto para dar rienda suelta a sus sentimientos. Primero, pondrá sus emociones por escrito, pero después, llegado el momento y una vez superada la timidez, decidirá ponerles voz ¡y qué voz! Él es el Ruiseñor.
Los tonos empleados en las ilustraciones ayudan a situarse en la época en la que se ambienta la historia, los años cincuenta. Son colores apagados, melancólicos, que se mantienen hasta el rojo de gran fuerza del final, cuando se conoce la identidad del misterioso emisor. El olor a tinta y a papel también ayudan a evocar otra época. 
El libro, de tapas duras y formato rectangular tamaño folio, es una cortísima aunque muy emotiva historia sobre el valor de la amistad. Además, la pequeña obra incluye una serie de desplegables tras los cuales se esconde el misterioso poeta. Y es que, el lector también será uno más de la pandilla de niños detectives y deberá descubrir quién se oculta tras los versos: una persona que siempre ha estado ahí pero que necesita que otras se fijen en él para dejar de sentirse invisible. Resulta complicado, sin duda, encontrar nuestro lugar en el mundo, lo especial que hay dentro de cada uno de nosotros, y para hacerlo es necesario contar con el apoyo de los que nos rodean.
Hay cierto equilibrio entre el texto y las ilustraciones. El primero es breve y tiene un toque humorístico especial. Resulta esencial para entender lo que sucede en cada dibujo. En cuanto a los últimos, estos son, sencillamente, espectaculares: atrapan al lector y hacen que vuelva a abrir el libro una vez terminado.
El texto se haya integrado a la perfección en los dibujos, tan solo en una página las palabras, al estar sobre un fondo más oscuro y ser de color negro, no se leen muy bien. Es el único pero que encuentro a la última obra conjunta de ambos autores franceses.
El estilo tan, tan peculiar de Lacombe me ha conquistado: sus tétricos dibujos, una rara mezcla de tristeza y alegría, son magníficos. La historia de Perez también merece mucho la pena, aunque el gran peso recaiga en los dibujos.
Como era de esperar, repetiré porque las palabras de uno y las ilustraciones del otro forman una pareja perfecta. ¿Habéis leído algo de ambos? Espero vuestras recomendaciones. Saludos, devorador@s.
Agradecimientos Edelvives

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