Revista Coaching

El saber es diferente al conocimiento

Por Carlosfernandez
Si la función que ocupamos en la Institución es directiva, y ya somos grandes, debemos, tenemos el derecho y el deber, de aprender a hacernos fuertes. Fortaleza que no se tratará, en ningún caso, de aplicar. Si llevamos a cabo la fuerza, podremos ganar alguna porción de tierra al mar, pero habremos perdido la grandeza del robledal que necesitando del agua, no la implora.
Un Directivo, un Líder, un Jefe es una función temporal, no espacial, que se desempeña en un lugar que pertenece al Club de Fútbol. Y ese trabajo que desempeña necesita manos (no necesariamente las suyas) e ideas (conceptos, pensamientos que lo habiten). Pensamientos y conceptos que antes de que trabajen para el proyecto, será necesario construirse en el propio Líder.
Cuando se nombra a un sujeto como jefe o líder, no significa que ya lo sea o que lo será para siempre. Primero “te nombran” y, ahí no se trata de saber si está o no capacitado para dicha función. Se trata de saber si está dispuesto a trabajar para construir ese líder que nombra el grupo o la institución. Después un sujeto puede cambiar de empresa o de nombre, pero siempre hubo algo o alguien que primero te puso nombre y te pensó en alguna función.
La formación del profesional autoriza a impartir una enseñanza. Debemos para ello diferenciar saber de conocimiento. La Escucha puede diferenciarlo, de modo que podemos decir que no nos determina lo que se ve, sino lo que miramos. No hay nada, en sí mismo, interesante en el mundo. Sólo nos interesa lo que hemos mirado, ya que no son los objetos lo que vemos, sino la imagen, y la propia imagen que veo de lo que miro, es una pantalla. Es decir, no es el objeto en sí lo importante sino aquello que, como sujeto, miro en el mercado de los objetos. De modo que un Líder si aprecia hostilidad en el equipo de fútbol, debe saber que es un afecto desamarrado que indica malestar en el grupo. Se debe analizar el conflicto. Lo problemas nos gusta resolverlos lo más rápidamente posible. Sin embargo los problemas no se deben resolver se deben analizar para que no se repitan. Lo analizado es posible de ser transformado y eso siempre es eficaz, lleve el tiempo que nos lleve.
Para un Directivo la mirada y la voz, forman parte de la Escucha. Por ejemplo basarnos en los ojos y/o sólo en la palabra por la palabra es del orden de la ingenuidad. Ahí algo puede oírse, pero la Escucha requiere mirada y no sólo ojos, voz y no sólo palabra y un campo de acción (que no sólo sea el cuerpo) donde poder escenificar la Escucha, los pactos, el trabajo, el proyecto deportivo.
La Escucha del líder marca la diferencia al aceptar que su grandeza no reside en su cuerpo biológico, sino en el cuerpo del Club, en el cuerpo transferencial de las relaciones sociales, en el cuerpo pactado de los proyectos reside la Escucha que marca diferencias y asegura un resultado favorable, en el orden de permanecer en la tarea.
El que se mantiene, es el que triunfa. Y triunfar es vivir rodeado de asesores, colaboradores, auxiliares, modelos e instrumentos que el proyecto grupal construyó para todos los que conforman el ejemplo de vivir.
Los sentidos, los órganos de la percepción nos pueden servir para dejarnos engañar y tener siempre razón. Pero siempre que nos apoyamos en los sentidos, siempre que nos dejamos engañar por los sentidos es para no reconocer un deseo inconsciente, a veces contrario al trabajo. Por ejemplo cuando estando capacitado (cuando alguien tiene las condiciones necesarias para conseguir algo) y dice: “no puedo” es que “no quiere”.
La realidad que tenemos es la realidad que cada uno se produce, de manera inconsciente, pero es lo que deseamos, aunque nos vaya mal. Debemos implicarnos en aquello que nos pasa, aceptar que estamos implicados, jugados en eso que sucede, ya que nos sucede a nosotros. Y si existe hostilidad, conflictos en el equipo, el Líder debe mirarse el ombligo, analizar su implicación, reconocer sus errores ya que la figura del Líder es fuente de Identificaciones e invisible diana donde dirigir el conflicto que no se debe tomar como algo personal, ya que siempre se trata de un entramado de afectos grupales con aliados, detractores y silenciosos.
Si aceptamos que en eso que ocurre, uno como Líder está implicado, se podrá analizar con criterio lo psíquico y posteriormente transformar. Para poder la Escucha un Directivo, debe aceptar que se escucha, no “exactamente” lo que se dice, sino aquello que tolera la implicación de cada sujeto. Se escucha con los oídos de la ideología y no con las orejas. Este proceso es inconsciente, por ejemplo, cuando nace el cachorro humano sus ojos no ven, y antes de que vea algo del mundo, ya lo ha mirado al mundo, y eso determina la relación con el mundo. Veo lo que miró el inconsciente. No se ve con los ojos de la cara, son los ojos de la ideología lo que ven. Y cuando Un Directivo siente que algo le mira, es porque él lo ha mirado previamente.
Toda imagen que me cautiva es pantalla, opacidad que me impide ver, dejándome fascinado, como ocurre en el enamoramiento, donde el amor puede cegar a los amantes. La función no hace al órgano. Cada órgano tiene una multiplicidad de funciones, entonces lo que miro nunca es lo que quiero ver, lo que miro es por deseante, por implicación en la tarea. Los objetos, para el Líder, no existen antes de ser mirados, de modo que no se debe guiar por los caprichos o gustos personales, ya que existe antes la mirada que lo visto. No hay nada en la realidad objetiva esperando al Líder para que éste lleve a cabo su función. Lo que hay es una relación libidinal con ese objeto, instrumento o herramienta que precisa el trabajo y el buen profesional, hace de la necesidad algo, de manera tal, que el deseo no pueda estar sin ese objeto. Es decir se fichará al jugador más adecuado para el equipo, al técnico idóneo para el grupo, al especialista que aporte escucha, tolerancia y precisión.

Del Libro: FÚTBOL Y PSICOANÁLISIS

Autor: Dr. Carlos Fernández

Nº Reg. Prop. Intelectual: 6190/2010


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