Revista Psicología

El sexo en las relaciones

Por Gonzalo

El orgasmo es un formidable instrumento de reorganización psicofísica. Quien tenga suficiente familiaridad con sus propias reacciones físicas conoce por experiencia la potencia destructiva o constructiva que puede tener una relación sexual en el organismo.

Una relación sexual basada exclusivamente en una atracción física de carácter visual o intelectual en general involucra niveles de nosotros mismos más cercanos a la parte estructural (piel, músculos, huesos) que a la visceral (órganos internos, fluidos).

Si una relación realmente satisfactoria puede reestructurar el organismo de una manera mucho más profunda que la mejor sesión de trabajo sobre el cuerpo, una relación insatisfactoria puede anular los efectos positivos obtenidos anteriormente con cualquier técnica. Los efectos de la reorganización son más brillantes y profundos cuanto más transparente, receptivo, sensible e integrado dentro de sí está el organismo.

Más allá de cada posible discusión ideológica o científica, tanto para los hombres como para las mujeres, una relación es de buena calidad cuando abre el organismo, las vísceras y la respiración, cuando regula y concilia entre sí tejidos destinados a trabajar juntos (como los músculos, la franja conectiva y los huesos), cuando facilita la absorción de los nutrientes gracias a la relajación que induce respecto a los órganos digestivos y, por lo tanto, la recuperación de lo que ha sido donado.

Y al revés, una relación escasamente satisfactoria puede inducir a un vaciamiento y una pérdida de energía, no contrarrestada por beneficios análogos, a menudo acompañada por un cierre de la respiración, del intestino, de los canales energéticos y de otras partes del sistema.

El efecto reestructurante o destructivo del encuentro con el otro depende en parte de cuánto logra transportar la relación a un individuo más allá de sus límites habituales, por lo tanto, del hecho de que le permita entregarse o en cambio lo obligue a quedarse más de lo que está acostumbrado.  Cada vez que se corre el riesgo de mover un poco los propios límites se encuentra en uno mismo una mayor apertura de espacios internos y una mayor transparencia en la circulación de la energía.

Si se hace el amor justo después de una cena suculenta, cuando gran parte de la sangre, de la energía y tal vez también de la atención consciente está dirigida al proceso digestivo más que a la relación, está claro que el salvamento de la organización (y probablemente el placer intrínseco) resulta limitado.

Si se llega a la cita con todos los pensamientos de la jornada, la cabeza puede sustraer mucha energía. Por el contrario, tal vez hacer el amor por la mañana, cuando el intestino está libre, el estado de duermevela reduce la actividad mental innecesaria y la energía, que se recuperó durante la noche, es mayor, la situación podría dar la vuelta.

En una óptica menos materialista, si se va a la cama con una persona mientras la propia tensión afectiva está dirigida hacia otro, es probable que la parte o las partes del cuerpo donde idealmente hemos colocado el afecto y la sensación de intimidad con el otro –por ejemplo, el pecho o el corazón- no queden involucrados, que permanezcan ajenas al proceso y, por lo tanto, a la reorganización producida por el orgasmo.

EL SEXO EN LAS RELACIONES

FUENTE: PENSAR CON EL CUERPO ( Jader Tolja y Francesca Speciani)

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  dilciamachado
publicado el 02 septiembre a las 19:31
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me parece muy interesante el artículo ¿Que tan importnte es besarse en un relación?