Revista Cine

El silencio de Rafael de Penagos

Publicado el 02 marzo 2010 por Burgomaestre
Las voces más deslumbrantes son las que convierten en sonoro el silencio. Rafael de Penagos debía ser algo brujo porque obraba este prodigio como nadie.

El silencio de Rafael de PenagosMenos de una semana después de que nos dejara Ricardo Palmerola, el pasado jueves 21 de febrero de 2010, fallecía en un hospital de Madrid Rafael de Penagos, a los 86 años de edad. Poeta laureado y artista insuperable de la voz y de la palabra, con Rafael de Penagos se extingue uno de los últimos representantes de la generación dorada de actores de doblaje de este país. Dotado de un instrumento vocal perfectamente calibrado y afinado, que permitía sonar a su voz como la más distinguida y solemne del escenario etéreo para, por ejemplo, dar vida a Miguel de Cervantes (el más convincente de cuantos han sido oídos desde una pantalla), Rafael de Penagos era igualmente capazde construir la personalidad del hilarante casero George Roper desde sus obtusos titubeos hasta su cascada risita. Tan rica y versátil capacidad interpretativa en el campo del doblaje no presentó correlato con sus actuaciones “presenciales” en el cine y la televisión, escasas y de poca relevancia, pero no por ello prescindiremos aquí de repasarlas en este modesto homenaje y tributo póstumo. En un intervalo de tiempo cruelmente breve se nos han apagado dos voces entrañables en España, la una catalana, la otra madrileña. Dos voces nacidas de dos seres humanos irrepetibles e insustituibles. A este paso, la verdad, yo no sé si vamos camino de quedarnos huérfanos, pero lo que sí parece claro es que España corre peligro de quedarse sorda porque pronto no va a haber nadie que valga la pena escuchar.

Un esbozo de trayectoria: sus años mozos

Hijo del reputado dibujante Rafael de Penagos Zalabardo (figura de la ilustración gráfica representante del “Art decó”, célebre por sus dibujos de chicas esbeltas, bellas y modernas) Rafael de Penagos (hijo) nació en Madrid en 1924. Su infancia se desenvolvió en el ambiente refinado y culto que proporcionaba la buena situación de su famoso progenitor. Ya en su más temprana juventud, según informa en su página web la ADOMA (Actores de doblaje de Madrid, asociación de la que Rafael de Penagos era miembro) firmó un primer contrato como actor de doblaje con la Metro Goldwyn Mayor. Antes de cumplir los veinte años, su inquietud le condujo, a través del Atlántico, a las lejanas tierras de Chile y Argentina, donde florecieron sus primeros logros en el terreno del lirismo, publicando su primera obra poética en Buenos Aires, ciudad en la que residió aproximadamente durante dos años. Regresa a España en 1944 y ese mismo año debutará en el cine, en el film de Ramón Quadreny, “Una chica de opereta”. A lo largo de las dos décadas siguientes compaginará su labor como actor (tanto de doblaje, como, en menor medida, de cine) con la de conferenciante, y viajará por toda la América hispana y por Europa, alcanzando en este terreno la prestigiosa distinción de haber ocupado el estrado del paraninfo de la Universidad parisina de la Sorbona.

El silencio de Rafael de Penagos
Un esbozo de trayectoria: madurez

En televisión española, Rafael de Penagos actuó como rapsoda en el programa “La aventura de la Música”, original del prestigioso pianista Rafael Sebastiá y emitido en el verano de 1963. Se trataba de una serie en la que Sebastiá unía en cada programa tres nombres procedentes de otras tantas disciplinas, la pintura, la música y la poesía, haciéndolas converger en una misma línea estética en cada programa. Así, por ejemplo, en la primera emisión se seleccionó a Meléndez Valdés, el Goya de los tapices y a Narciso Casanova; en el segundo, a Chopin, Delacroix y Bécquer, en el tercero, a Sarasate, Fortuny y Zorrilla y, en el cuarto programa, los elegidos fueron Sorolla, Manuel Machado y Albéniz. El cometido de Rafael de Penagos consistía en recitar, con su prodigiosa voz los versos escogidos de la obra poética del autor seleccionado y, también, en ser la voz que daba estructura narrativa al programa. Como presentadora actuaba, en su debut profesional, una chica de dieciocho años, la que llegaría a ser popular locutora Adela Cantalapiedra.

Destacado poeta

Quizá influido en su quehacer literario por su actividad como rapsoda en el antedicho programa televisivo, lo cierto es que al año siguiente de su participación en “La aventura de la música”, Rafael de Penagos cosecha para su inspirada obra poética “Como pasa el viento” el Premio Nacional de Poesía de aquel año 1964. Su producciónliteraria, que recibiría el apoyo de grandes amigos como Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez, se verá incrementada en años sucesivos con la publicación de nuevas entregas poéticas, como la titulada “Carta a León Felipe”, datada en 1967, o las más recientes “Poemas a Consuelo” (Real del Catorce, Editores S.L,1992), “Orilla del recuerdo” (1966), , “Nueve siluetas” (Real del Catorce, Editores S.L, junio de 2005),o los apuntes ensayísticos “Memoria de doce escritores” (Agualarga Editores S.L, octubre de 1999) y “Retratos testimoniales” (Real del Catorce, Editores S.L, marzo de 2006).

El silencio de Rafael de Penagos
Dando la cara en el cine

Como decíamos unas líneas más arriba, el debut cinematográfico de Rafael de Penagos ante las cámaras se produjo, contando veinte años escasos, en la producciónde Aureliano Campa para CIFESA, “Una chica de opereta” (1943), que se encargó de dirigir Ramón Quadreny. Teniendo como protagonista a Josita Hernán, quienhabía accedido al estatus de estrella a través de su éxito al frente del rparto de “La tonta del bote” (Gonzalo Delgrás, 1939), se trató de una adaptación de la novela del mismo título de Concha Linares Becerra, en la que Rafael de Penagos contó con un papel anecdótico y de escasa entidad (que, según nuestras cuentas, debió rodar en un paréntesis de su estancia en Buenos Aires, en algún momento de 1943), el del dependiente en la tienda de instrumentos y ediciones musicales del señor Roger Becarie (Luis Pérez de León). En la tienda de este déspota de las fusas y semifusas, trabaja el anciano Bernardo Navarro, padre de dos hijas, Silvia (Josita Hernán) y Georgina (Rosita Valero), la menor de las cuales, Georgina, está enferma de gravedad. El venerable empleado, necesitado de dinero para poder operar a su hija, accederá, como medida desesperada que sugerirá Silvia a venderle su música a su empleador, quien se ha negado a prestarle auxilio económico. El señor Becarie abusa de manera infame de la necesidad de su subordinado, comprándole las piezas musicales no sólo a un precio inadmisible (exactamente, la misma cantidad que costará la intervención quirúrgica), sino obligándole a renunciar a cualquier tipo de derechos de autor, cediendo estos a su hijo Gustavo (Juan Álvarez Blanco). La mezquindad de Becarie termina por costarle la vida al vetusto señor Navarro y su hija Silvia se juramenta para hacérselo pagar. Cuando cree haber dado con su hijo, Gustavo Becarie, quien se pavonea de haber escrito una música

El silencio de Rafael de Penagos
esquilmada a su padre, Silvia sufre una confusión y abofetea a un tenor llamado Armando Olvés (Luis Prendes), a quien representa don Fabián (Pepe Isbert). De este accidentado comienzo nace la segunda parte del film, que transcurre por cauces más ligeros y cuenta la relación amorosa que se entabla entre Silvia y Armando. Rafael de Penagos, que sólo aparece en el primer tramo del film, cuenta con sólo unas pocas frases a su cargo, dichas en planos medios, de las que no dejade tener su relevancia,por el impulso que le dará a la acción, la que le dirige a Silvia cuando ésta se encuentra llorando el reciente fallecimiento de su padre: “Sea usted famosa y vénguese de Becarie”. A partir de ese momento, la dulce Silvia pondrá su empeño en lograr la celebridad y la fortuna, empleando sus armas canoras, con el fin de ganar una posición que le permita desquitarse del fementido Becarie.

Rafael de Penagos accede a su segundo papel en el cine en la que sería primera producción del sello BOGA SA (empresa creada por el que sería director general de producción,Fernando Butragueño, el cineasta Carlos Serrano de Osma, el técnico de sonido Francisco Gómezy el Jefe de producción, José Antonio Martínez Arévalo), una firma que perseguía poner en práctica los postulados de un grupo de entusiastas del cine que propugnaban una renovación profunda del lenguaje cinematográfico en España. Su primer empeño (y debut en la dirección de su realizador) se sustanciaría en una adaptación (contradiciendo los postulados previos de Serrano de Osma, quien, desde las páginas de las revistas especializadas clamaba por la necesidad de dar con argumentos originales para el cine) de la novela homónima de don Miguel de Unamuno “Abel Sánchez”. El

El silencio de Rafael de Penagos
resultado, un film estilizado, expresionista y conceptual, de difícil acceso para el gran público, que lo rechazó por incómodo. Con participación en el guión y diálogos del juvenil Pedro Lazaga (cuya carrera, como es público y notorio, derivaría después por derroteros bien divergentes), “Abel Sánchez. Historia de una pasión”, que se estrenó en el cine Fantasio barcelonés en noviembre de 1946, y en el cine Callao de Madrid en marzo de 1947, contaba la historia de una vida marcada por la obsesiva envidia que siente el médico Joaquín Monegro (Manuel Luna) por su amigo de la infancia, el pintor Abel Sánchez (Roberto Rey). Una envidia que se extenderá hasta la muerte y que le llevará hasta extremos enfermizos y sobrehumanos, impulsándole incluso a empujar a su hija Joaquinita (Rosita Valero) a enamorar al hijo de su odiado amigo, Abelín (Rafael de Penagos) con el único objeto de apartarle de su padre. Posteriormente, llegará también a disputarle el nieto común a Abel, hasta el punto de, en un enfrentamiento, provocarle un colapso que le costará la vida. El film, que cosechó algunas críticas entusiastas, tuvo una carrera comercial insignificante (como la mayoría de las películas españolas, por otra parte) que le permitió mantenerse en su local de estreno nada más que siete días.

En cuanto a “Alegre juventud” (1962), película escrita y dirigida (de manera mucho más saneada y pulcra de lo que el director acostumbrará a hacer durante la mayor y más reciente parte de su carrera) por Mariano Ozores (con el asesoramiento religioso del reverendo padre Vicente Puchol, director del secretariado de la comisión episcopal de seminarios), diremos que se trata de una santísima película, ambientada en un centro de formación de sacerdotes y con sus seminaristas como principales personajes. Un intento más (de los muchos que proliferaron en los aperturistas años sesenta, post-conciliares) de acercar la iglesia católica y sus fieles celebrantes a la feligresía. En ella, Rafael de Penagos es el padre Elías, quien pone su santa paciencia al servicio de los alegres muchachetes que practican el fútbol asumiendo las funciones del árbitro de los partidos. Adolfo

El silencio de Rafael de Penagos
Marsillach, que ya estaba hecho a la sotana desde “Cerca de la ciudad” (Luis Lucia, 1952), encarna al comprensivo pero firme padre Ramón. Manuel Gil es Luis, el atlético seminarista que destaca por sus dotes natatorias y por haber sido capaz de plantar a una novia tan estupenda como Alicia (Elisa Montés) para abrazar la vocación sacerdotal (aunque, finalmente, no concluirá su preparación), Rafael Arcos, por su parte, interpreta al problemático Carlos, víctima de una mala relación con su padre (Antonio Prieto) y de las malas compañías (Emma Penella, que se reforma al final, y el hercúleo Francisco Vázquez), las cuales le hacen cómplice de un robo y terminar el film en prisión; y los hermanos Ozores, Antonio y José Luis, quienes dan vida al avispado Miguel y al ingenuo Julio, respectivamente, dos seminaristas unidos por la amistad y por las bromas de las que el primero hace objeto al segundo. El cometido de Rafael de Penagos en este film rodado en el seminario menor de Pilas (Sevilla), y con la autorización del cardenal doctor Bueno Monreal, se salda con unas pocas frases, dichas casi en “off” al principio del film, y otra más, cercano el final del mismo.

Estrella invisible de la televisión

A finales de los años setenta y principios de los ochenta, Rafael de Penagos accede, como actor de doblaje, a penetrar en la memoria colectiva de los españoles a través de dos personajes que, durante muchas semanas, ingresarán en sus hogares desde la pequeña pantalla, dos personajes absolutamente dispares que, sin embargo, coincidirán en el tiempo televisivo: George Roper y Miguel de Cervantes.

La serie “Los Roper” fue lo que hoy se conoce como una “spin off” de otra serie anterior de gran éxito, “Un

El silencio de Rafael de Penagos
hombre en casa”, de la que también saldría (protagonizada por el mismo actor, Richard O’Sullivan) “El nido de Robin”. El personaje cuya voz personalísima se ocuparía de crear Rafael de Penagos, George Roper, era en la serie original el casero del trío formado por Robin (Richard O’Sullivan, a quien dobló también de manera brillantísima el gran Luis Varela), la morena Chrissy (Paula Wilcox) y la rubia Jo (Sally Thopson). Casado con la sexualmente insatisfecha y sarcástica Mildred (Yootha Joyce, quien murió como consecuencia de una cirrosis derivada de su alcoholismo en 1980), George es un personaje a la vez tierno y ridículo, mezquino y adorable, cuya convivencia con su esposa, basada a partes iguales en el terror, la incompatibilidad y en cierto tipo de cariño, constituirá la base de la serie que protagonizaron. En España, “Un hombre en casa” se estrenó en 1978, y a su emisión, siguió la de “Los Roper” que mantuvo y hasta aumentó el éxito de la precedente a lo largo de treinta semanas de 1979 y durante siete más en 1981. La característica risita que Rafael de Penagos incorporó al personaje de George Roper fue uno de sus rasgos más reconocibles para el público y en absoluto fue ajeno al éxito que cosechó.

Emitida igualmente en 1979, y prolongándose su difusión a lo largo de setenta capítulos que alcanzarían, finalmente y divididos en dos tandas, a adentrarse en 1981, la serie de dibujos animados realizada por Cruz Delgado que adaptaba el clásico por excelencia de la literatura española “Don Quijote de la Mancha”, contó, como máxima baza para lograr el éxito popular, con las voces excepcionales de unos enormes actores que suplieran con su excelencia la tosca animación o los inexpresivos dibujos. Sin el concurso del inmenso Fernando Fernán-Gómez como el hidalgo Alonso Quijano o su alter ego el caballero andante Don Quijote, o sin la maestría de Antonio Ferrandis como el villano Sancho Panza, o sin la exquisita sonoridad de Rafael de Penagos

El silencio de Rafael de Penagos
incorporando al narrador Miguel de Cervantes, difícilmente esta súper-producción dotada con un presupuesto de quinientos millones de pesetas y respaldada por el asesoramiento literario de firmas tan reconocidas como las de Guillermo Díaz Plaja o Manuel Criado del Val, habría obtenido el respaldo popular con que se vio favorecida. Trabajando para la misma productora en sus siguientes proyectos, Rafael de Penagos se hará cargo de papeles negativos en “La vuelta al mundo de Willy Fox”, como el inspecto Fix, y del cardenal Richeliu en la serie “D’Artacán y los Tres Mosqueperros”, que fue emitida en 1981, y una tardía secuela, “El retorno de D’Artacán”, que llegó a las pantallas televisivas en 1990.

Otros logros profesionales destacables de Rafael de Penagos en doblajes para la pequeña pantalla lo constituyen sus incorporaciones del personaje de Sherlock Holmes en las series que protagonizó Jeremy Brett en el papel del detective de Backer Street, el del abuelo vampiro de la familia Munster (Al Lewis), y el del genial Stan Laurel en las remozadas versiones sonoras que de sus films se relizaron para su nueva difusión.

En las manos de Garci

“El Crack II”, producida por el mismo equipo artístico y financiero que su predecesora, “El Crack” (1981), supuso la segunda aparición en escena del detective Germán Areta pesonaje creado por José Luis Garci y Horacio Valcárcel, a quien dio vida Alfredo Landa. Forma con el film original un díptico que supone lo que puede considerarse la parte más comúnmente aceptada por público y crítica como mejor de la trayectoria de

El silencio de Rafael de Penagos
José Luis Garci. En el film de 1983, Rafael De Penagos contó con un papel de cierto compromiso, al dar vida a Miguel Sampedro, el cliente de Germán Areta que le hará introducirse en la trama de corrupción del todopoderoso don Gregorio (Arturo Fernández), al encargarle que investigue los pasos de su amante de toda la vida, Antonio Leiva (Luis María Delgado), que acaba de dejarle, dando así, con su informe, respaldo a la teoría de un crimen pasional, disimulando el asesinato de Leiva a manos de la organización de don Gregorio quien, entre otros negocios ilícitos, trafica con medicamentos falsificados, actividad a la que el doctor Leiva daba cobertura hasta que, inconvenientemente, sufrió un acceso de escrúpulos. En el curso de las pesquisas de Areta, su leal ayudante “Moro” (Miguel Rellán), resultará asesinado y, al término de las mismas, destapados todos los oscuros manejos de don Gregorio y rechazada su oferta de unirse a su corporación criminal, Areta terminará el film abandonando España acompañado por su fiel amiga Carmen (María Casanova).La película, que se beneficiaba de una de las últimas actuaciones del gigante José Bódalo (moriría en 1985) como Ricardo, el veterano excompañero de Areta en la policía que le proporciona clientes, tuvo un éxito sólo mediano, pese a lo cual, quince años después de su estreno y en coproducción con Dubai, existió un principio de proyecto para realizar una tercera entrega de la serie que no cristalizó.

Tras su destacable composición en la segunda entrega de las andanzas de Germán Areta, Rafael de Penagos fue

El silencio de Rafael de Penagos
requerido reiteradamente por José Luis Garci. Rendido admirador suyo y de su padre, el distinguido dibujante, el primer director español ganador de un premio Óscar por una película de producción española, convocó a Rafael de Penagos para que actuara en varios episodios de su serie televisiva “Historias del otro lado”, lento y moroso intento de reedición de míticas series clásicas que empleaban el misterio de lo sobrenatural e inexplicable como ingrediente principal, pero que quedó muy lejos en lo que se refiere a respaldo popular de sus precedentes más recordados, tales como la mítica “Historias para no dormir” o incluso la titubeante “El quinto jinete”. El gusto de Garci por el universo melancólico y sentimental del Ray Bradbury fantástico se encuentra en efecto reflejado en episodios tales como “Mujer con violetas”, “El que decide”, “El sueño” o “El hombre medicina” (en los que intervino Rafael de Penagos), pero los resultados quedan a larga distancia del sugerente mundo literario del genio de Waukegan (Illinois, USA). También en el nostálgico, atmosférico y descriptivo film del director madrileño “Tiovivo c. 1950”, al que nos referimos con ocasión de la entrada dedicada a Fernando Delgado, contó Rafael de Penagos con un breve papel, como integrante de una tertulia que formaba con Agustín González y Frank Braña.

Siempre, actor de doblaje

Si, como hemos visto, Rafael de Penagos cultivó con acierto la poesía, fue conferenciante, y actuó para las cámaras del cine y de la televisión, hemos de añadir ahora que también empleó su templada voz para los micrófonos de la radio y para narrar un buen número de películas documentales. Pero ante todo, Rafael de Penagos, dicho sea por ser ésta la actividad que más frecuentemente desarrolló,fue actor de doblaje.
Voz habitual de estrellas de mediana magnitud como Donald Pleasence, Van
Johnson, o Robert Montgomery , Rafael de Penagos, que fue también director de
esta disciplina, desarrolló en el campo del doblaje el grueso de su actividad.
A sus interpretaciones invisibles para la pequeña pantalla, cabe añadir un sinfín de actuaciones ante el atril del doblador para dar vida sonora al trabajo que en una película hablada en otro idioma, desarrollaba un colega extranjero. Logrando siempre que su voz se introdujera en el alma del espectador, Rafael de Penagos conseguía que oírle produjera en la audiencia una placentera sensación de resonancia, similar al concepto del retrogusto de un buen vino. Por citar un ejemplo que fácilmente habrá podido constatar el amigo lector de Lady Filstrup, en el nuevo (y cuidadísimo, ahí está, enorme, José Guardiola para hacer un simpar Rick) doblaje de “Casablanca” (Michael Curtiz, 1942), Rafael de Penagos interpreta el papel del capitán Renault (con la imagen de Claude Rains, a cuya elegancia natural le sienta como un guante la voz de Penagos, cosa que se puede comprobar también en la versión española de “El hombre lobo” de la Universal, de 1941, que dirigió George Waggner) de tal manera que todas sus frases suenan con un delicioso y musical eco.

Lo que podríamos considerar el testamento cinematográfico de Rafael de Penagos lo constituye su participación en el sensacional documental “Voces en imágenes” (Alfonso Suárez, 2008), donde comparte protagonismo con sus compañeros de atril, el resto de excelentes profesionales, actores de doblaje, que llenan, con sus

El silencio de Rafael de Penagos
declaraciones, recuerdos e impresiones, en torno a su mágica profesión, el metraje del film. Alternándose frente a la cámara con grandes como Joaquín Díaz, Salvador Arias, Arsenio Corsellas, Luis Carrillo, Héctor Cantolla, Gloria Cámara, Roberto Cuenca, Matilde Conesa, María Romero, Elsa Fábregas, Marta Martorell, Claudio Rodríguez, Mercede Montalá, Camilo García, Ricardo Solans, Manolo García, María del Puy, Juan Miguel Cuesta, Miguel Ángel Jenner, o Juan Antonio Gálvez, por citar sólo algunos, Rafael de Penagos compartía con el espectador su autorizada visión a propósito de su oficio, del que, como tal, aseguraba que: “No es nada fácil. Es una profesión muy difícil que la gente dice: ¡Oye, debe ser divertido eso!” Parece como si hablaran de un fin de semana en la playa... Distinto es que nos hayamos divertido haciéndolo, que nos hemos divertido mucho. Sobre todo cuando hemos podido doblar a un actor muy bueno”.

Poeta a tiempo variable, o actor de doblaje sujeto a la esclavitud de un horario fijo, Rafael de Penagos siempre fue elegante, digno e inteligente. La genialidad acudió a él inspirándole a discreción, lo mismo para componerversos que para hacer hablar al señor Roper. Pocos como los magos de la voz han logrado penetrar en la memoria de la gente, y don Rafael fue de los más eficaces en el uso de esta magia.

Rafael de Penagos fue poeta, actor …y brujo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog