Revista Opinión

El soldado Wojtek

Publicado el 21 febrero 2015 por Miguel García Vega @in_albis68

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Documentándome para el pasado post sobre Stubby me encontré con Wojtek, el soldado más famoso de la 22 compañía de suministros de artillería del Segundo Cuerpo del ejército polaco durante la Segunda Guerra Mundial. Enrolado durante el paso de los polacos por Irán, camino a Egipto, embarcará con el resto de compañeros en Egipto para la invasión de Italia.

Y se hará famoso en Montecassino, una de las batallas más sangrientas de toda la guerra. Allí mostrará un valor incalculable y se ganará el respeto de todos sus camaradas.

A estas alturas sospecharán que se trata de otro perro, como Stubby, corriendo entre las balas, ejerciendo de correo o enlace. Pues se equivocan, Wojtek era un enorme oso pardo.

Pongámonos en situación. La guerra empieza con la invasión de Polonia por parte del ejército alemán. A su vez, los rusos ocupan la otra mitad del país, y conducen a miles de soldados polacos prisioneros a Siberia. En el momento en que Hitler invade la Unión Soviética esos polacos se convierten en aliados, son liberados y llevados hasta Irán, para seguir combatiendo a los nazis. Allí los reciben los británicos, los alimentan y los equipan con la intención de conducirlos a El Líbano, donde se reunirían con otros compatriotas.

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Y es durante ese camino cuando se encuentran con Wojtek. En un paso de montaña entre Irán e Irak se encuentran con un niño cargando una mochila. El niño estaba hambriento y tras alimentarlo se dieron cuenta de que en su mochila cargaba con una cría de oso pardo de unos pocos días de vida. El niño les contó que unos cazadores habían matado a su madre y él lo había recogido de una cueva. Viendo que bastante tenía el niño con cuidarse a sí mismo, decidieron adoptar a la cría de oso como mascota. Improvisaron un biberón con una botella de vodka y un pañuelo y aguaron la leche condensada para que pudiera tomársela.

Como con Stubby o Satán, enseguida los soldados se encariñaron con Wojtek y los oficiales hacían la vista gorda porque veían que mejoraba la moral de la tropa. Y Wojtek correspondía comportándose como un verdadero soldado, ya que era lo único que había conocido en su vida. Se sentaba disciplinadamente en su parte del camión o desfilaba sobre dos patas cuando era necesario. Incluso no renunciaba a una buena cerveza cuando tenía la ocasión de conseguir una.

Batalla de Montecassino

En 1944 su compañía se desplazó a Egipto porque desde allí iba a embarcar para tomar parte en la conquista de Roma, en manos de los alemanes. Y se encontraron con un problema: no se permitía embarcar a las mascotas. Dicho y hecho, sus compañeros pusieron toda la documentación en orden: desde ese momento Wojtek quedó oficialmente alistado como soldado del ejército polaco. Y como tal participó, días después, en una de las batallas más cruentas y feroces de toda la guerra, Montecassino. Cuando las balas y lo obuses paralizaban, lógicamente, a sus camaradas, Wojtek se alzó para cargar pesadas cajas de obuses, munición y otros suministros. Eso proporcionaba coraje al resto de la tropa, ya saben lo importante que es el ejemplo en esas situaciones. Si alguna vez Wojtek fue tratado como una atracción de feria, que no lo creo, tras esto acabó de ganarse el respeto de la compañía. Él había estado allí, junto a ellos, poca broma con eso.

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Woijtek embarcando para la invasión de Italia

A partir de ahí para el oso empezó a ser habitual transportando balas, obuses  o agua a sus compañeros en primera línea, sin importarle el infierno desatado a su alrededor. Woijtek se convirtió en un héroe, un ejemplo y un orgullo para todos. Tanto es así que sus compañeros cambiaron el emblema de la compañía por el dibujo de un oso transportando un obús.

Acabada la guerra su compañía fue trasladada a Glasgow, donde Wojtek participó en el desfile de homenaje a los triunfadores. Como se pueden imaginar, él era el protagonista, la máxima atracción. Por esas cosas de la Guerra Fría, y sobre todo de Stalin, los polacos no volvieron a su patria. Fueron desmovilizados en 1947 y no sabían qué hacer con Wojtek. Un problema de difícil solución. Sus compañeros propusieron ponerlo en libertad en algún bosque pero las leyes no lo permitían, así que acabó en el zoo de Edimburgo. Cuentan que allí, cuando recibía la visita de alguno de sus camaradas, Woijtek lo reconocía y le saludaba marcialmente.

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Pero los años fueron pasando, la visitan se espaciaron y el zoo no era lugar para un soldado como Wojtek, acostumbrado al movimiento y a la batalla. Murió el 15 de noviembre de 1963, a los 22 años.

Los últimos años de su vida no fueron buenos para él. La paz, como a veces les pasa a algunos soldados, no lo trató nada bien. Seguía siendo una celebridad en el zoo, pero vegetaba apático y deprimido, sin responder a los saludos de cuidadores y visitantes. Probablemente echaba de menos a sus compañeros y tal vez la acción de aquellos días recorriendo Europa. Quizás era la típica melancolía del viejo soldado. O tal vez no podía entender aquella vida encerrado tras las verjas del zoo, lo que no había conseguido el enemigo se lo hicieron los suyos.

Pero quién sabe, si solo era un animal y no tenía conocimiento, ¿no?


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