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El sur de Estados Unidos, los años sesenta y el racismo (Especial Criadas y Señoras)

Publicado el 19 octubre 2011 por Rusta @RustaDevoradora

El sur de Estados Unidos, los años sesenta y el racismo (Especial Criadas y Señoras)Sin lugar a dudas, el racismo es uno de los temas estrella de Criadas y señoras. El libro está ambientado en la década de los sesenta, una época que nos queda muy reciente, y desde el principio me impactó que la sociedad norteamericana de la zona tratara a los negros como si estuvieran en plena esclavitud. Por mucho que la novela tenga su parte de ficción, Kathryn Stockett ha declarado que se inspiró en la mujer que la crió durante su infancia, de modo que en estas páginas hay mucha más verdad de la que se podría pensar.
El racismo se refleja en muchos puntos. Para empezar, en el hecho de que las hijas de las criadas negras crezcan con la idea de que también van a ser criadas, sin que ni siquiera se les pase por la cabeza intentar tomar otro rumbo (el momento en el que Skeeter aborda a Minny para preguntarle si siempre tuvo claro que sería criada es un buen ejemplo de ello). Los hombres lo tenían un poco mejor al poder acceder a la universidad, pero también tenían que lidiar con el desprecio de los blancos y los trabajos en muy malas condiciones.
Por otro lado, resulta evidente que el trato a las criadas no siempre era el adecuado. Hilly Hoolbrock (la señorita blanca que representa los prejuicios y la xenofobia en su máximo esplendor) es la que dirige el cotarro en la localidad en la que se desarrolla la historia. Su primera idea: colocar unos retretes para el servicio, no vaya a ser que «esos negros» les pasen alguna enfermedad. «Esos negros» que en muchas ocasiones cuidan más de sus hijos que ellas mismas.
La separación de los barrios también es una muestra de la gran desigualdad social que existía. Mientras que las familias blancas de clase media-alta vivían en casitas encantadoras como la de la imagen superior, los negros se tenían que conformar con casas pequeñas y muy pocos recursos, incluso cabía la posibilidad de que el médico de los blancos se negara a atenderlos. Cuando se pertenecía a una familia numerosa y además el marido tenía la mano muy larga (caso de Minny), la situación todavía se complicaba más.
A todo esto, destaco la actitud de las criadas y de toda la población negra en general. En el libro se les puede aplicar aquello de la unión hace la fuerza y también que los que menos tienen son los que más dan: las escenas en las que se apoyan los unos a los otros desprenden un valor inmenso, una gran demostración de la amistad. Quizá no podían rebelarse contra sus jefes, pero entre ellos encontraban comprensión mutua y muchos gestos de cariño. Sus encuentros en el autobús me parecieron entrañables.
Por último, aunque a mí esta historia me tiene embelesada, soy consciente de que no es la primera ni la última que se escribe sobre el racismo. En Criadas y señoras se citan Matar un ruiseñor (una obra que valoro mucho más con el paso del tiempo) y Lo que el viento se llevó (este último con una referencia clara a la Mammy). Si queréis más, en este artículo del blog Crónicas Salemitas se hace un repaso más exhaustivo a la literatura que se ha escrito sobre el tema.
En definitiva, creo que queda claro que esta novela es mucho más que esas galletitas de la cubierta española (una imagen muy mona para mi gusto, pero que puede llevar a conclusiones equivocadas con respecto a su público potencial). Si alguien todavía tenía dudas acerca del interés de su contenido o de si se trata de una historia «para mujeres», espero que con esta entrada se haya animado a darle una oportunidad.
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Si aún no habéis leído Criadas y señoras, os recuerdo que hay un sorteo en marcha hasta el 31 de octubre. ¡No dejéis pasar la oportunidad de conseguir esta joya!


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