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El thigh gap y mi 'adiós' a las revistas femeninas (por Arantxa)

Publicado el 04 noviembre 2015 por Imperfectas

El thigh gap y mi 'adiós' a las revistas femeninas (por Arantxa)En internet hay tutoriales de lo más variados, para casi todo, y tenía que llegar el de cómo lograr el ansiado hueco entre los muslos, el thigh gap, sinónimo de cuerpo delgado y esbelto (no sé si necesariamente hermoso). Son las llamadas piernas de cigüeña, nuevo objeto de deseo estético. Las más susceptibles de entrar en peligrosas dietas para lograr estas piernas, que son uno de los sellos comunes de los conocidos ángeles de Victoria’s Secret, son las adolescentes, así que como madres estas modas me preocupan. Pero también hay mujeres adultas, maduras, que sufren esa presión de forma dolorosa.Parece que ahora gastar una 38 es sinónimo de estar gorda y que la 90 de pecho es excesiva (alucino), porque el nuevo dictado estético es entrar en una 36 e incluso en la 34 y lo elegante es un pecho pequeño, firme, terso (a partir de cierta edad esto es imposible  y más si se ha dado el pecho). Conozco a mujeres muy cercanas a mí que llevan esta última talla, la 34, de forma natural y sana, y comen de todo, y sí, hasta dulces, pero a otras les puede costar un peligroso desorden alimenticio.No sé si es por una saturación de tanta frivolidad ysuperficialidad -yo también tengo mi lado banal y superfluo, como casi todas, y reivindico mi derecho a tenerlo-, pero el caso es que hace meses que he dejado de comprar revistas femeninas. Era compradora compulsiva, lo reconozco. Hay quien sostiene que son revistas sin sustancia, meros catálogos de publicidad y otras son fieles seguidoras como lo era yo. La verdad es que siempre veía algún vestido mono, algún capricho low cost que podría adquirir, alguna idea para un viaje, una recomendación de lectura o teatro, pero la mayoría de los vestidos, bolsos y zapatos que pueblan sus páginas han sido, son y serán inalcanzables para mí, por no hablar de viajes carísimos a hoteles de súper lujo que no pisaré. Y la verdad es que me da bastante igual.
En breve llegará el número de diciembre con el extra para las compras de Navidad. Consumismo puro y duro, y mientras intentando educar a dos personitas para que no vivan las fiestas navideñas con esa fiebre de los regalos, aunque no dejan de mirar los catálogos de juguetes con ansia. Aún así hace poco he adquirido dos revistas, una porque regalaba un paraguas que he dejado en el trabajo para emergencias y otra porque el obsequio eran dos botes de crema de una marca que me encanta. Pero no he podido leerlas. He descubierto que me aburren. Que ya no son para mí o yo no soy lectora para ellas. Me es suficiente con ojearlas en la peluquería Como no me tiño, no me dejo caer mucho por la peluquería, así que apenas las cato.Supongo que si me aburren estas revistas que he comprado desde los 19 años todos los meses hasta hace no tanto es por la edad o porque tengo otras muchas cosas en la cabeza. Lo que va marcando mucha de mis opciones, hasta las más insignificantes –voy al kiosko a por cromos, por ejemplo- son mis hijas. La semana pasada estuvimos con las calabazas de Halloween y la decoración la acabé yo, hasta la medianoche dos días, porque entre deberes, baños, extraescolares y demás no teníamos tiempo para las manualidades. Cuando desconecté sólo me apetecía  mi momento de placer, que se resumía en un cola cao y leer un poco. Después limpiar e hidratar la piel bien, que es algo muy recomendable, aunque no use una crema de esas con polvo de diamante que he visto en estas publicaciones alguna vez. Un sencillo automasaje facial y completado el ritual nocturno me sentí tremendamente relajada, sin estar en ninguna playa paradisíaca a la sombra de un cocotero.

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