Revista Cultura y Ocio

El tipismo de Puertochico en la literatura

Por Dapalo
El tipismo de Puertochico en la literatura

Al ser el lugar de atraque y amarre de las embarcaciones pesqueras, gozó de un tipismo que no pasó desapercibido a los artistas y escritores del siglo XX, que como José Gutiérrez-Solana o Pancho Cossío, pintaron escenas del desembarco de la pesca y a los rudos marineros, remo al hombro, camino del muelle, donde las pescadores realizaban el trasladado hasta la almotacenía, inaugurada en 1895 y situada en pleno corazón del barrio.

Puertochico fue la última sede de los raqueros, que desaparecieron a raíz de la Guerra Civil, y fue escenario de tragedias familiares cuando las galernas producían la muerte en aquellas tripulaciones de marineros de bajura. En torno a estas calles se instalaron mesones, en los que el plato especial de la casa eran las sardinas asadas o la marmita de bonito.

José Gutiérrez Solana, en La España negra (1920), describía así la vida marinera de este barrio que recordaba de su infancia:

Desde los balcones de mi casa de vería una vista admirable: la terminación del muelle y la gran explanada de Puertochico; se veían entrar y salir los barcos y el ruido de las sirenas llegaba claro y quejumbroso, como si lo tuviera uno al lado. Se veía la enorme animación de Puertochico; las mujeres, con las piernas desnudas, abrumadas por el enorme peso de los capachos (carpanchos) llenos de plateadas sardinas, por cuyas rendijas iba escurriendo todavía aguay escamas que se las pegaban al pelo; otras iban cargadas con bonitos azulados y con reflejos metálicos, con las agallas todavía chorreando sangre, enormes y panzudos. Luego cruzaban marineros con trajes pintorescos, las boinas, sus vestiduras de hule y sus enormes botas con suela de madera, que metían mucho ruido en el empedrado, llevando a cuestas las redes llenas de plomos, corchos y los remos de las traineras.

Amós de Escalante dedicó uno de sus poemas (Pragmática del bañista) a los “raqueros” que, en el paredón de “Anaos”, se bañaban desnudos, igual que luego hicieron sus sucesores en Puertochico, y sobre los que escibrió Víctor de la Serna, en 1955, un artículo en el diario ABC explicando el origen del término. Pero han sido sobre todo, Gerardo Diego, en Mi Santander, mi cuna, mi palabra(1961), y José del Río Sainz, los que han cantado a Puertochico: “Barcos al socaire de piedra de los arcos”, escribía el primero en un poema, y “Pick” veía este puerto marinero como un cuadro de Tellaeche, el lequeitiano, con aquellos vapores de chimeneas de color (pintados por Pancho Cossío), que parecían de juguete, la sirena de la lonja, avisando la llegada de la pesca, ponía una nota de urgencia a este cuadro policromo que completaban las redes reparando las mallas de las artes sentadas sobre el muelle.


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