Revista Ciclismo

El Tour de Francia de 1992 (XXVIII)

Por Rafael @merkabici

 

Porque este Tour loco, atípico, este Tour sin descanso y estresante, afronta después de la legendaria jornada de Sestrieres la etapa que era, a priori, la reina de la carrera, aquella que comunicaba la cima italiana con el Alpe d´Huez, uniendo, de forma simbólica, los dos primeros puertos que fueron escenario de una llegada en alto en el tour de Francia, en un lejano 1952.

Y lo hacía a través de un recorrido duro, agreste, áspero, que debía de afrontar primero el pequeño Montgenevre, apenas un segunda, y después dos gigantes como Galibier y Croix du Fer. Eso sí, el primero iba por su lado sur, por Monetier y Lautaret, el más suave sin duda, y dejaba a los aficionados con las ganas de catar la legendaria etapa que cada año propone La Marmotte y que nunca ha osado franquear el Tour, aquel que rinde visita a la Croix du Fer por el Glandón, con sus muros de piedra y sus pendientes imposibles; al Galibier por el Telegraphe, totalizando más de 40 kilómetros de puerto asesinos, con casi diez por encima de los 2000 metros, y con paradas final en Alpe d´Huez. Un recorrido para gigantes que aun está esperando a ser utilizado por la carrera francesa. Y sin embargo era suficiente la dureza, era suficiente el número de kilómetros mirando al cielo como para prever que el Tour estaba vivo, que todo lo vivido el día anterior podía desembocar en desfallecimientos brutales y cambios en la general.

Un gran campeón que abdica

Un gran campeón que abdica

Y así, con un día despejado y caluroso como un horno, que llegaría a alcanzar en algunos momentos los 40 grados de temperatura, se daba el banderazo de salida a esta decimocuarta etapa del Tour de Francia.

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Y la tragedia se desencadena pronto, cuando acaba de iniciarse la ascensión al pequeño Montgenevre, apenas un segunda por esa vertiente. Y es en ese momento en el cual Greg Lemond se descuelga. El americano, que había llegado a dominar el Tour como pocos ciclistas en la historia, que había protagonizado una resurrección increíble en 1989, ya no iba a ser jamás actor principal en la carrera francesa. La Grande Boucle, glotona inmisericorde, devoraba un nuevo campeón, y los aficionados no podían sino estremecerse ante la imagen del ciclista del Z pasando a ocho minutos por la cima de Montgenevre, cuando el Tour regresa a Francia.

Genio estratega

Genio estratega


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