Revista Opinión

El trono

Publicado el 19 noviembre 2016 por Javier Jiménez @JavierJimenz

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Acabo de ver en Twitter la publicidad de una marca de yogures con bifidus y me ha venido a la cabeza una amiga que me confesaba que aprovecha cuando va al baño para consultar la red social del pajarito. Que curiosa coincidencia. Seguro que mi amiga se lo habrá contado también a algún estratega del marketing digital y a este se le ha encendido la bombilla. Total, no va a ser esta la única muchacha que se lleva su smartphone como compañía en el desahogo intestinal. A pocos cientos de miles que la imiten el éxito de la campaña está asegurado.

Lo cierto es que el retrete es uno de los lugares preferidos para la lectura. Hay quien tiene revistero a pie de inodoro, lo que es verdaderamente útil para evitar que la urgencia te pille sin entretenimiento a sabiendas de que vas a echar el ratito, porque a pesar de la dureza de la banqueta allí estamos cómodos. Muy cómodos. Hasta Cañamero se siente como un rey y se olvida de sus numeritos de paria de la tierra cuando se sienta en el trono.

Y es precisamente la comodidad lo que nos lleva a buscar el aprovechamiento de ese rato de intimidad y a entregarnos a la lectura, al WhatsApp o sencillamente al recogimiento. A escucharnos a nosotros mismos en un momento en el que nuestro interior se hace especialmente audible. Incluso sinfónico si la necesidad nos sorprende en un aseo público, donde la evacuación se hace coral.

Sin embargo, según Naciones Unidas, 2.400 millones de personas viven sin acceso a un váter y eso está repercutiendo en el PIB de algunos países. La falta de aseos en el lugar de trabajo y en el hogar tiene graves consecuencias para las empresas, debido a los problemas que aquejan a sus trabajadores. Mala salud, absentismo, bajas laborales, pérdida de concentración, agotamiento y descenso de la productividad son los problemas a los que se enfrentan. Solo en la India, el tiempo que se pierde en buscar un lugar donde defecar, le cuesta a su economía 10.000 millones de dólares cada año. Un dato que les dejo como reflexión para la próxima vez que se olviden la lectura o les falle la cobertura del móvil.

Pero volviendo al bífidus, y en ausencia de Coronado, déjenme que le ponga la ‘medalla a la regularidad’ al reloj de la Puerta del Sol. Siglo y medio lleva su maquinaria marcando el ritmo de una ciudad a la que ni los planes de su alcaldesa le paran el tránsito.


Foto: Museo Internacional del Retrete. Nueva Delhi (India)


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