Revista En Femenino

El último vals.

Por Almapau @princesas_os

El último vals.
El último vals.
Tenia 17 años cuando se casó, era otra época, finales de los 60. La chica más bonita del barrio.
Una buena chica, trabajadora y limpia
El, un tipo guapo y listo, con futuro, emprendedor. Se casó de malva con un vestido corto, no necesitaba más, la felicidad la embellecía.

Hicieron la fiesta en casa, en domingo, después de la boda en la parroquia del barrio, sería su primera noche en su pisito nuevo.
Sería su primera noche solos.
No imaginaba que al día siguiente no podría ir a trabajar, un pequeño malentendido, una discusión y una bofetada. Nada grave, pero la puerta cerrada. El si fue a su trabajo y la dejó allí, llorando.
Cuando por la tarde volvió, como si no hubiese pasado nada, fue a hablar con su madre, esta se rió, qué esperabas? Eres su mujer.
Vuelve y espérale con la cena hecha.

Al poco estaba embarazada.
Habían pensado que dejaría el trabajo cuando tuviesen familia, pero le dio miedo.
Miedo a no tener mas que su compañía.
Ese era su futuro, su propia familia...
Venían dos, no fue un embarazo fácil, pero era feliz. De ocho meses comenzó un sangrado, uno de los bebes estaba muerto. Era otra época.
Hay que abrir, dijeron, o la perderemos en la hemorragia, tal vez haya que elegir.
Era el primer nieto de la familia. Por supuesto el pidió que salvaran al niño...
Se salvaron los dos, madre e hijo, y tuvo que continuar su vida, sabiendo que no tenia la valía suficiente para el.

Un año después llegaría otro niño. Y los primeros celos.
Quién era ese? Por qué te mira. No le mires.
Iba a buscarla a la puerta de la oficina, ella seguía siendo preciosa.
Una chica guapa, que siempre se arreglaba y maquillaba. Hasta que tuvo que hacerlo para disimular los golpes.
No era habitual que una mujer siguiera trabajando fuera de casa siendo madre, pero se negaba a abandonar su trabajo.
Su familia le dijo que aguantara, son cosas del matrimonio y tu no se lo pones fácil, deja de trabajar; sus vecinas, es un buen gallo, defiende lo suyo; las compañeras, es porque te quiere, está loco por ti...
Era lo normal.

Le conoció por casualidad, venía a menudo a traer paquetería. Siempre le sonreía.
Joven como ella, tímido.
Un día se atrevió a traerle una flor, otro día un bombón.
Apenas un hola y su eterna sonrisa.
Se atrevió a soñar que podían amarla, de aquella forma romántica que salía en las películas.
Y soñaba mientras alargaba su jornada con los niños y la casa, y soñaba cuando se enfadaba y le propinaba alguna bofetada, y soñaba cuando ya no podía ni soñar.

Una mañana se atrevió a ir con el a tomar un café.
Y se sintió de nuevo con 15 años, y sintió lo injusta que era la vida, y sintió que llevaba mucho lastre.
Y le pesó el mundo...

El se enteró. Volvió a cerrar la puerta, pero con ella fuera.
Terminó en la escalera, con la nariz rota.
Los niños lloraban al otro lado de la puerta. De nada sirvieron sus lágrimas y súplicas.
Como pudo volvió a casa de sus padres, donde también le cerraron la puerta, las chicas buenas no toman cafes con otros hombres.

El sí abrió. Y mientras la abrazaba le prometió que nunca permitiría que volviese a dañarla.
Y prometió que cuidaría de sus hijos.
Pero no se los dejó ver. En mucho tiempo.
Tuvo que elegir. La obligaron. Entre seguir viviendo sin vivir, con su marido y sus hijos o respirar de nuevo.
Eligió el aire...

Sus padres dejaron de hablarle.
Sus hermanos decidieron negarla.
La despidieron del trabajo.
El la odió eternamente, sus padres jamás comprendieron, sus hijos aún le recriminan sus actos...

Ella no ha podido perdonarse, pese a todo.
Eran otros tiempos.
Y ha pasado todos estos años mendigando una tarde con sus hijos, viviendo sus vidas a través de fotos.
Viéndoles crecer de lejos, en la distancia.
No fue invitada a sus comuniones, ni celebró sus logros de estudiantes, se perdió casi todos sus cumpleaños y aunque el tiempo fue limando, y pudo acercarse jamás los volvió a sentir cerca.
La invitaron a sus bodas, aunque sabe que fueron sus nueras quienes suavizaron, mucho más cuando fueron madres.
Adora a sus nietos, y los visitas asiduamente. Aunque no le llamen abuela sino María ...

Nadie tendría que perdonarte, no hiciste nada que mereciera pedir perdón. Le recuerda el a diario, mientras le sigue besando con la pasión del primer día.
Huiste de la incongruencia y estupidez humana.
Decidiste respirar, no había más opciones.
Cuánto ha llovido desde entonces?
Hoy más de 40 años después sigue a su lado. Nunca le dió nada más que amor.
No tuvieron bienes, y juntos se enfrentaron al dolor profundo del rechazo de sus hijos.
Tampoco quisieron tener otros juntos, hubiese sido renunciar a los suyos, y eso nunca lo hizo.

Juntos cruzaron el umbral de la puerta de sus padres 30 años después, aquella que nunca debió ser cerrada.
Y enterraron el rencor y perdonaron que mirasen a otro lado.
Juntos asistieron al entierro de su marido y a las bodas de sus hijos.
Y hoy juntos han reescrito la historia, y a sus 72 años se han casado.
Tras toda una vida luchando.

Hoy nadie de la familia les ha acompañado, pero no les importa, hoy su corazón galopa como aquel día tan lejano, en el que se casó por primera vez.
Y piensa que la historia se escribió mal y hoy la están corrigiendo.
Al salir uno de sus hijos esperaba en la puerta del juzgado, al verle, allí, sólo, ha bajado la cabeza, a la espera de su desprecio.
Y no ha ocurrido nada.
Y le ha mirado y ha visto su sonrisa.

Lo siento mamá. Lo siento.

Y abrazados ha vuelto a tener esperanza y ha sonreído, y ese abrazo le ha reconciliado con el dolor de los últimos 40 años.
La vida es así, ha pensado mientras le abrían la puerta del restaurante, donde les esperaban su otro hijo y las familias de ambos.
La vida es así, simplemente espectacular, le ha dicho a su ahora ya marido, cuando le ha dado la mano y han bailado juntos un vals, mientras sus hijos y sus nietos aplaudían...


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