Revista Cultura y Ocio

El valedor

Por Isabel Martínez Barquero @IsabelMBarquero
EL VALEDOR"El hombre que camina", de Alberto Giacometti.
Cayetano decidió ser un triste. No fue de forma consciente, pero se echó el sambenito encima desde el momento en que asumió ser el defensor de todas las causas perdidas. Desde entonces, no tuvo descanso, pues no había día en su existencia que no tuviera que enarbolar una o dos banderas, y siempre eran trágicas o graves, pues nadie suele reírse de las palabras solemnes que reivindican una brizna de sentido común en un mundo a la deriva.Sin una hora de asueto y sin más descanso que un sueño precario poblado de terribles pesadillas, perdió el hábito de la risa y la costumbre de mirarse interiormente. Su apostolado le eximía de semejantes bagatelas.Murió de viejo y algunos relatan que, antes de cerrarle los ojos para siempre, preguntó, estupefacto, cuál era su causa, cuál su pretensión en la vida. Se ignora si supieron responderle.

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