Revista Viajes

El valle de Hunza en Pakistán, Shangri-La existe

Por Drlivingstone
El valle de Hunza en Pakistán, Shangri-La existe

Shangri-La no existe más que en la ficción, es un lugar ficticio, descrito por el escritor británico, James Hilton, en su novela Lost Horizon, publicada en 1933. Se trata de la idealización de un paraíso imaginario en la tierra, un valle místico y hermoso, natural y privilegiado, donde aquellos que lo habitan son poco menos que inmortales.

Si tuviéramos que localizar un lugar con estas características en el mundo real, sin lugar a dudas, tendríamos que hablar de El Valle de Hunza, en Pakistán. Ubicado al norte de este país, a una distancia de poco menos de 500 kilómetros de la populosa Islamabad, este mítico rincón del mundo enamora por su espectacular paisaje de montañas y valles, ríos y lagos de azul intenso, un entorno salvajemente natural, conquistado palmo a palmo por unas gentes que enamoran al viajero, gracias a su permanente y confiada sonrisa.

El valle de Hunza en Pakistán, Shangri-La existe

Viajar al pasado o a un mundo imaginario

A medida que el turista se va alejando de Islamabad, se va adentrando en un espacio físico que no sabría bien cómo describir, que podría ubicarlo en un pasado remoto e ideal o en una tierra de fantasía legendaria, digna de una epopeya, como la de El hombre que pudo reinar.

La carretera, en sorprendente buen estado, va dejando paso a la visión de pueblos y ciudades, gente que trabaja en el campo sin demasiados equipos tecnológicos, con bueyes y arados de otras épocas.

Los mercados que se disponen en el trayecto ofrecen sus productos con sus puertas abiertas de par en par, alimentos extraídos de los campos cercanos, de un entorno agrícola que ofrece lo mejor de sí mismo tras siglos de uso de técnicas ancestrales, completamente adaptadas a este entorno para sacarle al suelo el mejor de los frutos posibles, manteniéndolo siempre intacto, bien conservado. El equilibrio entre hombre y naturaleza se va haciendo más visible y notable a medida que el valle se hace más profundo, más embriagador y espectacular.

El valle de Hunza en Pakistán, Shangri-La existe

El paisaje se vuelve inhóspito, salvaje y puro, se empieza a notar la falta de la mano humana, y eso lo hace cada vez más hermoso y auténtico. El agua cruza la carretera serpenteante cada cierto tiempo, señal de que no hay domesticación, que sigue bajando y vagando libremente, sin haberse ejercido sobre ella la presión y el deseo productivo que caracteriza a los de nuestra especie.

El hombre aparece aquí lleno de folclore, con una estética que hunde sus raíces en una cultura extravagante y ajena al sentir europeo. Los camiones, un festival de colores rodante, que llenan de orgullo a sus propietarios, se cruzan cada cierto tiempo, demostrando su gusto por lo sobrecargado y lo barroco.

Para prepararse a lo que está por llegar, y ser plenamente consciente del lugar que comenzamos a explorar, del lugar geográficamente privilegiado que vamos a conocer, nada mejor que detenerse a tomar un té típico de la región, y bebida nacional, justo sobre l a conjunción de dos placas tectónicas, y observar completamente pasmado la cordillera del Karakórum (Pedregal Negro en turco), el macizo montañoso del HinduKush y la cordillera más alta de la tierra; el Himalaya.

El valle de Hunza en Pakistán, Shangri-La existe

Llegar por tierra hasta el Valle de Hunza no es precisamente un viaje cómodo, pero tiene este tipo de compensaciones. Para tener la vista de estas cadenas montañosas, bien merece la pena sortear el efecto de la naturaleza en la región, con sus catástrofes incluidas (inundaciones, terremotos, corrimientos de tierra...).

El paso de Khunjerab

Por el norte, en la ruta China se encuentra otro de los enclaves más sorprendentes de este lugar. No hace mucho tiempo, alcanzar el paso de Khunjerab era considerado como un reto de los más difíciles del mundo para cualquier viajero. Este paso de montaña se sitúa a 4623 metros sobre el nivel del mar, en la frontera norte de la región de Gilgit-Baltistán, de Pakistán, en la disputada región de Cachemira y en la frontera suroeste de la Región Autónoma Uigur de Sinkiang, de China. Es el cruce internacional de frontera pavimentada más alto en el mundo.

Por esta grieta pasaban las caravanas de la mítica Ruta de la Seda, que comunicaba occidente con el extremo oriente, sirviendo de puerta para el trasiego de mercancías, ideas, inventos, leyendas y conceptos espirituales durante, aproximadamente, un milenio y medio.

Hasta 1986, no se culminaron las obras en esta frontera entre Pakistán y China, después de 20 años de duro trabajo. Al sur de la frontera se la conoce como Karakorum Highway (KKH) y, en el norte, con el nombre de 'carretera de la amistad', bastante más poético.

Abrir este paso al pavimentar la carretera trajo consigo mantener abierta una vía de comunicación con el Valle de Hunza, nuestro destino.

El Valle de la Eterna Juventud

Hasta que no se abrió definitivamente el Paso de Khunjerab, el Valle de Hunza había permanecido sin apenas contacto con el mundo, aislado entre enormes montañas y extensiones de hielo.

Para los habituales de la Ruta de la Seda, este lugar era un misterio, conocido como el valle de la Eterna Juventud, porque sus habitantes llegaban a alcanzar edades realmente elevadas, manteniéndose jóvenes y saludables durante más tiempo que el resto de los mortales.

Si el aspecto del paso y el recorrido anterior ya nos parecía de cuento, cuando se abre ante el visitante la inmensidad de este valle, puede producir un efecto similar al Síndrome de Sthendal, al contemplar la belleza natural que se abre ante los ojos del viajero desprevenido.

Y no es de extrañar, porque la orografía del terreno se presta a la sorpresa. El paso de Khunjerab se cruza, debido a su estado y curvas, en una media de diez o doce horas. Un recorrido que, por otra parte, es de los que se quedan agarrados fuertemente a la memoria. Y es que el río Hunza recorre esta distancia entre gigantescas columnas de piedra, montañas que superan los 7.000 metros de altitud, no en vano cruzamos una zona repleta de cimas deseadas por los escaladores, en este macizo, no muy alejados al valle de Hunza, se encuentran dos ochomiles; el Nanga Parbat (8.125 msnm) y el famoso K2 (8.611 msnm), considerada la cima más complicada de todas.

El terreno ha sido moldeado por miles de años por el hielo, la lluvia y el viento, dejando un aspecto de montañas desnudas y dolidas, lo que acrecienta el impacto cuando vislumbramos el vergel que los hunza han creado en el fondo del valle.

Un pueblo a orillas del río más azul que se pueda contemplar, habitado por unas gentes que han ido conquistando a través del tiempo y el esfuerzo cada metro de roca, creando terrazas con tecnología de ingeniería ancestral donde se han implantado los huertos, que son la base para la salud sobrenatural de estos lugareños.

El contraste entre el arenoso aspecto de las montañas que protegen el valle y las casas mezcladas y colocadas unas sobre otras, junto a las terrazas llenas de alimentos de un color verde penetrante, puede producir confusión en la mente del que observa.

Pero, es en ese contraste donde radica el poder y la fuerza de este enigmático valle. El gris de las rocas, el verde de las terrazas, el azul del río, un conjunto duro que los hunza han sabido moldear al tiempo que ellos mismos se adaptaban al entorno.

El pueblo de los hunza

Puede que sea el aire limpio que circula libremente por el valle, las aguas azules de su río proveniente directamente de los glaciares (en las que se bañan incluso estando a 15 grados bajo cero), una dieta con muy poca carne y una buena cantidad de lo que los occidentales llamamos " superalimentos", como son algunas frutas, variedades de verduras, semillas germinadas o lácteos extraídos de una ganadería igualmente saludable... Puede ser que todo esto, junto al trabajo constante, sea la mezcla perfecta para que los hunza apenas conozcan la enfermedad y su longevidad alcance los 120 años de vida, como norma general.

El aspecto de los hunza choca con el aspecto del resto de pakistaníes, y se confundirían fácilmente con caucasianos, muchos de ellos son rubios con ojos azules. Su envidiable forma física tampoco pasa desapercibida, y su aspecto físico sin duda los hace parecer muchos años más jóvenes.

El trabajo constante, la dieta vegetariana y el entorno aseguran la alegría que, en todos ellos, aflora. Quizás que los hunza siempre estén de buen humor, y la carencia total de estrés, sean elementos que también estén asociados a esta salud de hierro que mantienen.

La forma de medir la edad, también puede influir, pues ellos no cuentan con un calendario establecido, no cuentan su edad en función de los años transcurridos desde que nacieron, sino en proporción a la sabiduría acumulada o su liderazgo en el grupo social.

Son gente amable, con un nivel bastante elevado de cultura, no en vano pertenecen a una de las regiones con menor índice de analfabetismo de todo Pakistán y en la que la formación laboral de las mujeres está fuertemente asentada, al igual que una menor rigidez en la vestimenta, lo que da una mayor sensación de libertad en general.

¿Qué ver en el Valle de Hunza?

En este valle, aunque en el país está prohibido beber alcohol por cuestiones de religión, sí se permite producir vino, permitiendo que se mantenga una tradición de antes de instalarse el islam en la región. Pero esta no es la única curiosidad que va a mostrar el valle.

Cualquiera de los habitantes de este pueblo amable y hospitalario estará encantado de acompañar al viajero por un recorrido para enseñar orgullosos la impresionante belleza natural de este entorno.

El lago Attabad es uno de los lugares que primero se suele visitar, sus aguas de color azul intenso, limpias como pocas debido a que llegan directamente de los glaciares. Se trata de un lago nuevo, ya que apareció el 4 de enero de 2010, como consecuencia de un deslizamiento de tierras que bloqueó el curso de río Hunza.

El mirador de Rakaposhi y los pueblos que mantienen toda la esencia de este lugar, y que formaron parte de la Ruta de la Seda, como Ganish, Khun, Gilgit o Karimabad, serán imprescindibles para poder decir que realmente hemos recorrido el Valle de Hunza.

En Karimabad, antigua capital del reino feudal de Hunza, se localiza el Fuerte de Baltit con una antigüedad de más de 700 años y con forma de castillo, desde donde se obtiene una espectacular vista de buena parte del cauce del río Hunza, y que ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Desde aquí, es posible realizar el sendero que conduce hasta los límites del Glaciar Ultar, una de las muchas maravillas naturales que esconde el valle.

El senderismo es la mejor forma de descubrir vistas y apreciar en todo su esplendor los espacios naturales del valle. Un lugar de los más espectaculares que nadie debería perderse si es amante de la aventura con ciertas dosis de riesgo, es el puente suspendido de Hussaini, que cruza el río y puede dar cierto reparo transitarlo, pues no es más que una pasarela de unos 700 metros de largo, compuesta de tablones y cuerdas metálicas.

Otros recorridos pueden comenzar en la villa de Ganish (la población más antigua del Hunza), con un enorme parecido a los pueblos de adobe marroquíes del Atlas, para acceder al Valle del Nagar que conduce hasta los glaciares de Bualtar y Balpu.

En Gilgit, merecerá la pena hacer una parada para observar un espectacular relieve tallado en la roca, el Kargah Buda, y llevarse algún recuerdo de los bazares de la Ruta de la Seda.

En definitiva, e l Valle del Hunza tiene todo lo que un viajero dispuesto a la aventura necesita, y que debería recorrer para vivir una de las experiencias más intensas e inolvidables posibles.

Y si queréis que os sigamos poniendo los dientes largos, aquí os dejamos un vídeo del viaje a Pakistán que podéis hacer con Paso Noroeste.


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