Revista Coaching

El valor de la naturaleza (i)

Por Mbbp

EL VALOR DE LA NATURALEZA (I)

Más de una vez aquí me he referido a la Naturaleza como nuestra gran maestra de la vida! Pero, como muchas veces pasa en nuestro mundo, demasiadas veces no solo no somos agradecidos con quien nos ayuda, más nos quiere y/o está a nuestro lado, sino que tenemos el mal hábito de -incluso- atacarle o ignorarlo! Algunos padres, hijos, maestros, terapeutas, etc. ya saben de qué hablo…

¿Cuántas veces dañamos -precisamente- a quien más queremos? Pero este mal hábito humano, en algunas ocasiones, nos pasa factura… por no decir siempre! Y es clara en el caso del daño que el ser humano hace a su gran maestra la Naturaleza! Nuestra actitud con los seres vivos que conviven con nosotros y comparten el escenario natural que nos acoge a todos, es ya evidente. “No morder la mano de quien te da de comer” es un dicho significativo en este caso! Pero nuestra desidia o, cuando no, nuestro ataque a la Naturaleza es una clara prueba de ello. Menos mal que el Universo (o llámale como quieras) conoce nuestras fortalezas y debilidades mejor que nosotros mismos y sabe también de nuestros malos hábitos…

Y, de vez en cuando, nos avisa. Basta un estornudo de la Naturaleza, para que un seismo o un fenómeno meteorológico cualquiera, produzca una catástrofe… para despertarnos de nuestro mal uso de ella, nuestra ignorancia o nuestra irresponsabilidad con aquello que garantiza nuestra propia vida! Salvo raras excepciones, a ningún bebé se le ocurriría voluntaria y premeditadamente herir o matar a la madre que necesita, le cuida y le proteje! Ese, en cambio, parece ser el paradógico caso del ser humano con su madre Naturaleza, la que le enseña las leyes de la vida, le cuida y proteje. Quizás por inconsciencia o porque el ser humano prepotente y vanidoso no valora algo… hasta que lo pierde! Tal es la miopía de éste!

Pero, lo peor del caso, es que los daños provocados a su madre Naturaleza -repito, nuestra gran maestra- son, cada día más graves y más irreversibles! ¿Deberán llegar a desaparecer las flores, las plantas o los árboles para darnos cuenta de lo necesarios que son en nuestro ecosistema? ¿Deberán ser extinguidos los animales no humanos para darnos cuenta de que, sin ellos, nuestra vida está condenada a desaparecer? ¿Por qué ese afán por autodestruírse, paulatina e inexorablemente? ¿Qué nos mueve a todo ello? ¿Creer que somos aún el centro del Universo y que todo está ahí para nuestro servicio y a cualquier coste? ¿O es que solo pensamos en el usar y tirar que el mundo mal llamado civilizado nos enseña, sin tener en cuenta el triste legado que dejamos a nuestros hijos, nuestros herederos y, a la vez, víctimas colaterales de nuestros desmanes?

Seguirá…

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