Revista Educación

El valor de lo intangible

Por Jesus Andría González @creaactividad
El valor de lo intangibleAyer, Diego Pablo Simeone, durante la rueda de prensa previa al partido de Champions League que juega esta noche su equipo frente al Chelsea, dio -a mi entender- una lección magistral de cómo potenciar emocionalmente a su equipo y a su afición, haciendo un uso talentoso del valor de los intangibles. Admito que Simeone nunca ha sido Santo de mi devoción (especialmente en su etapa como jugador, recio y, a veces, irrespetuoso), pero ayer cuando dijo  -"seguramente en el futuro nos enfrentemos a mejores jugadores que los nuestros, pero con más pasión e ilusión que nosotros, pocos"- se apuntó un tanto de mi parte. El fútbol, como otros muchos "productos" homogéneos y estandarizados (al final, todo se reduce a once contra once en un rectángulo de juego), requiere de una reinvención continua, de incorporar aditivos y pluses que hagan del invento un producto vendible y, a ser posible, que enganche. El valor de los intangibles, en este sentido, adquiere una dimensión extraordinaria. Vivimos en el tiempo de las métricas, empeñados en medirlo todo, en sacar estadísticas hasta de debajo de las piedras, de buscar indicadores directos e indirectos, de exprimir datos para conseguir objetivos. Y aunque con las normas ISO ya somos capaces de estandarizar y medir la calidad de un producto, servicio y/o profesional (menuda mamarrachada en mi opinión, ya que la calidad es subjetiva), la pasión y la ilusión siguen siendo intangibles e inmedible. Nadie puede contradecir a Simeone cuando dice que en pasión e ilusión nadie gana a sus jugadores, porque no existe una balanza para medirlas. Acaso se pueda discutir la calidad de unos jugadores y de otros, pero no su ilusión y su pasion. Y es en ese terreno, en el de los intangibles, en el que todos deberíamos saber jugar para ganarle partidos a la vida. 

La ilusión, la pasión, el entusiasmo, el coraje, la voluntad, el afán de superación, la resiliencia y otras tantísimas actitudes son, ni más ni menos, competencias emocionales, importantísimas para la vida y para el desempeño a un alto nivel de rendimiento, que raramente se enseñan (hoy quizás empiezan a entrenarse a adultos a través del coaching -por cierto una profesión derivada del entrenador deportivo-). Nos llevamos toda nuestra infancia y adolescencia aprendiendo estrategias, fórmulas y métodos para medir y estandarizar el conocimiento humano, incorporando dato tras dato, desarrollando nuestra inteligencia memorística y siendo clasificados en función de unas calificaciones numéricas. Medir y medir, clasificar y clasificar, despreciando el valor de lo intangible que, por su grandeza, termina siendo inconmensurable. 

El sistema educativo, otro producto homogéneo y estandarizado, ha aprendido poco de sí mismo en sus más de siglos de vida. Ha desdeñado las capacidades humanas que no se pueden medir ni clasificar, confundiendo muy a menudo lo que es evaluar con simplemente calificar. Como dice Richard Gerver: "si las escuelas incorporaran más pasión y confianza por lo que hacen, podrían desarrollar el sistema que más se ajuste a sus necesidades. No hay un único método. Aunque compartan algunas características, cada país es único y diferente y debe encontrar lo que funciona para él. Lo que ya no funciona es el sistema educativo que entrena para aprobar exámenes". 
La pasión y la confianza deberían ser dos asignaturas obligatorias en nuestras escuelas, tanto para profesores/as como para alumnos/as. Pienso que no hay fuerza más poderosa que saber acercarse a alguien y transmitirle tu confianza hacia el/ella y que vea en tí la pasión que le pones a todo lo que haces por ayudarle. Es algo contagioso y con un efecto multiplicador. En este sentido, lo peor no es que el sistema educativo no haya incorporado la pasión y la confianza en su currículum de asignaturas, sino que por añadidura tampoco ha desarrollado el valor de estos intangibles en tantas y tantas generaciones de alumnos y alumnas. No nos debe extrañar que hoy de las escuelas salgan adolescentes pasivos, apáticos, desmotivados y manipulables en lugar de chicos y chicas con ganas de comerse el mundo, de darse "patadas en el trasero" para no dar bola por perdida, de luchar hasta el último suspiro y de creer en sus propias posibilidades, de sentir que es más que posible ganarle partidos a la vida. 
Se confirma una vez más que líderes, como Simeone, son los que inspiran no los que imponen, incluso por encima de normas y sistemas.

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