Revista Cultura y Ocio

El valor de los muertos

Por Alejandropumarino

El valor de los muertos

Al parecer, la aseguradora del avión, o de la responsabilidad derivada del accidente en el fatídico vuelo de Spanair, ofrece doce mil euros por un niño de cuatro años fallecido, algo que termina por ser titular de la prensa nacional.

Mientras la carestía de la vida se vio aumentar año tras año, los seguros de automóvil, entre otros, conservaron su precio e incluso llegaron a ofertarse productos verdaderamente bajos de precio, a costa de dos actuaciones: En primer lugar, eliminando puestos de trabajo y comisiones de corredurías mediante la contratación telefónica u “on line”; y en segundo lugar, reduciendo las indemnizaciones derivadas de secuelas físicas mediante el establecimiento de un rasero en la cuantía de las sumas más elevadas. Efectivamente, el sistema de puntos y la corrección de las cantidades en función de la renta percibida, establecen un máximo limitado por ley, a costa de una suerte de café para todos en el resarcimiento de lesiones menores. Poco más de cincuenta euros diarios por permanecer en situación de incapacidad representa unos mil quinientos euros al mes, que son un sueldo respetable para numerosos españoles, por desgracia, pero muy inferior a lo que perciben otros trabajadores o empresarios, quienes ven significativamente mermados sus ingresos como consecuencia de las lesiones sufridas en este o aquel accidente. Parece ser que ahora se pretende reducir igualmente este tipo de prestaciones, por considerarse excesivas para las arcas de las aseguradoras, que siguen anunciándose cada vez con precios más asequibles, lo que no deja de resultar paradójico. De la ley 30/95 al Real Decreto 4/03 las cuantías se ven reducidas hasta en un cincuenta por ciento, como es el caso de la rigidez de hombro, que ve mermada su valoración de diez a cinco puntos, así de simple. Mientras tanto, un muerto vale doce mil euros y usted puede contratar su seguro de automóvil con una simple llamada telefónica mucho más barato que de otro modo. Luego vienen las lamentaciones.


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