Revista Opinión

El verdadero fascismo español está creciendo en Cataluña

Publicado el 19 octubre 2015 por Franky
El verdadero fascismo español está creciendo en Cataluña El nacionalismo independentista catalán está calcando muchos gestos y estrategias nazifascistas con una fidelidad desconcertante, pero los españoles, poco cultos, con escasa memoria y sin cultura política suficiente para distinguir entre fascismo y democracia, no se dan cuenta.

El saludo de Mas se asemeja al de Adolfo Hítler y los argumentos y métodos de los líderes independentistas se parecen a los impuestos por Goebels como dos gotas de agua, pero no son esas las únicas semejanzas entre lo que creció como un cáncer en la Alemania de los años veinte y treinta del pasado siglo y lo que está creciendo en la Cataluña actual. Hay cientos: aclamación de las masas, siembra de odio, decisiones autoritarias adoptadas desde la minoría, compra de jueces y periodistas, subvenciones masivas a los medios de comunicación e instituciones afines al nacionalismo, hipertrofia del aparato de propaganda, victimismo a raudales, mentiras institucionales, división, utilización del idioma, idea de grandeza e imperio, acoso a los enemigos, desprecio a la democracia, adoctrinamiento de la población, tergiversación de la Historia, lavado de cerebro generalizado, sobre todo a los niños... y un largo etcétera de semejanzas y coincidencias que pone los vellos de punta a la gente demócrata y pacífica de Cataluña y España.

Pero donde las semejanzas son mas intensas y profundas es en los ámbitos de la ética y de la ley. El desprecio a las sentencias de los altos tribunales, la ausencia de respeto a la Constitución, la falta de escrupulos para imponer las decisiones de la minoría a la mayoría, la corrupción que anida en las filas nacionalistas, el ansia de privilegios y ventajas en la clase dirigente, la cobardía colaboracionista de las clases burguesas y emprendedoras catalanas ante el avance fascista, a pesar de que hunde sus mercados, el desprecio a la igualdad y el rechazo a las leyes que no benefician a los capos nacionalistas son síntomas de que el fascismo avanza arrasando con todo, sin frenos, controles, sentido crítico, contrapesos democráticos y respeto a la legalidad, siguiendo la "senda alemana" en su loco avance hacia el poder.

La concentración de cientos de alcaldes con vara de mando que acompañaron recientemente a Artur Mas hasta el Tribunal Superior de Justicia para declarar ante el juez por su responsabilidad en la consulta el 9 de noviembre pasado, recuerda demasiado a otros brotes fascistas vividos en el reciente pasado de España, como cuando miles de socialistas, con el líder Felipe González a la cabeza, arroparon al ministro socialista José Barrionuevo, un 11 de septiembre del 1998, al ingresar en la cárcel de Guadalajara por los crímenes de Estado perpetrados por los GAL.

El verdadero fascismo español está creciendo en Cataluña Los aires fascistas no son nuevos en Cataluña porque, con mas o menos intensidad, han brotado una y otra vez en todo el siglo XX, a veces sometiendose fervorosamente al caudillo Franco, vencedor de la guerra, a cambio de privilegios y dinero para industrializarse y a veces alimentando el vicio nacional catalán de sentirse distintos y superiores al resto de los españoles, lo que les hace derramar odio y victimismo a chorros en una sociedad que, de tanto ser manipulada y agitada sin respeto, ha terminado por abandonar los viejos valores y enfermar.

En una España descontenta con la baja calidad de su democracia y el pésimo liderazgo de los grandes partidos PSOE y PP, constructores de un país injusto, corrupto y sin ilusiones y objetivos comunes, la aventura catalana, si no estuviera tan pervertida por el fascismo, la corrupción y el odio y tuviera por base la búsqueda de una sociedad mejor, sería apoyada masivamente por los demócratas y ciudadanos decentes de toda España, pero la actual deriva nacionalista solo es capaz de causar un rechazo profundo e indignado.

Si alguien cree que es exagerado llamar fascismo a lo que ocurre en Cataluña, que pruebe a promover ideas contrarias al sistema nacionalista. Verá como es acosado, marginado y rodeado de un cinturón de desprecio y rechazo. Si es un medio de comunicación, no tendrá anuncios porque desde el poder se habrá advertido a los anunciantes que ayudar al "enemigo" no está bien visto. Si es un profesional, pronto se verá en la ruina y, por supuesto, jamás recibirá una subvención pública. Si es un simple ciudadano, sentirá pronto el boicot de sus vecinos, estimulado por una tupida e inmoral red de activistas al servicio del poder catalán.

La ruptura con España es un sentimiento artificialmente estimulado, consecuencia de una labor vieja y totalitaria del nacionalismo independentista, que se inicia con el adoctrinamiento de los niños en las escuelas y termina con el acoso y derribo al disidente, regada durante años con miles de millones de euros públicos, ante la cobarde e indecente pasividad de los gobiernos españoles del PSOE y del PP, que han permitido muchos abusos, corrupciones y canalladas en Cataluña a cambio de votos.

La democracia española, tan débil y degradada que sólo le queda como residuo el acto de votar en las urnas, no ha sido capaz de defender al país frente al totalitarismo que nacía y crecía en tierras catalanas. Mas bien, esa democracia degradada por los partidos, es la culpable de que lo que en 1975 era un sentimiento nacionalista residual y acobardado se haya convertido en un verdadero drama, por culpa no solo de los Pujol, Mas, Carod Rovira, Junqueras y otros, sino también de los González, Aznar, Zapatero y Rajoy, todos ellos con síntomas alarmantes de antidemocracia y escasa ética.



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