Revista Espiritualidad

El verdadero mensajero es aquel que sólo transmite el mensaje

Por Tara


 EL VERDADERO MENSAJERO ES AQUEL QUE SÓLO TRANSMITE EL MENSAJE   Este principio, a pesar de su lógica y simplicidad, encierra una verdad poco comprendida en las experiencias de contacto con seres superiores. Una recomendación que, muchas veces, ha sido desestimada, ya sea por falta de auto-conocimiento y disciplina espiritual o, peor aún – debo decirlo – por agregar o silenciar elementos de un mensaje con el propósito explícito de manipular su dirección y objetivo. Penosamente, ello ha sucedido a lo largo de la historia.   Pero, ¿por qué ocurren esos casos?  ¿Qué quiere decir “transmitir sólo el mensaje”?  ¿Por qué ésta es la característica de un verdadero mensajero?   Un mensajero es puente de una información. Un instrumento del universo para hacer llegar determinado conocimiento o enseñanza. El Decadrón sugiere que su participación en esa importante tarea, no debe interferir en la naturaleza del mensaje que debe entregar. De lo contrario, podría afectar la esencia de lo recibido. En otras palabras, un mensajero debe evitar cualquier tipo de contaminación del mensaje que debe hacer llegar.   En los grupos de contacto, muchas veces los mensajes recibidos son alterados inconscientemente por nuestra particular forma de entenderlos y procesarlos, por nuestro carácter y opinión previa sobre ciertos asuntos, e inclusive bajo la influencia de intereses personales. No sólo ocurre ante el fenómeno de los mensajes recibidos telepáticamente. Puede suceder en diversos escenarios, desde el análisis de una investigación que arrojó ciertos datos sobre un tema particular, al encuentro físico cara a cara con seres superiores. La lectura que uno pueda hacer de todo ello es muy variable.   El trabajo con uno mismo, sostenido en la meditación y en la auto-observación, permite ir separando cualquier influencia de nuestros pensamientos en los mensajes que recibimos.   La enseñanza de los Maestros hace hincapié en que todo aquello que vivamos en el contacto, debe ser transmitido tal y cual ocurrió, sin juzgarlo, sin resistencia, sin intentar interpretar la real esencia de las cosas que se nos dieron. En una primera instancia, el mensaje tiene que llegar así: puro. Caso contrario, se prestará más atención a nuestras interpretaciones, que incluso podrían verse mezcladas con las informaciones recibidas.   Un verdadero mensajero transmite sólo el mensaje, sin alterarlo bajo ninguna circunstancia. Y comprendiendo, desde luego, que el mensaje es más importante que el mensajero. La liberación del ego y el protagonismo ante la responsabilidad de ser depositario de un conocimiento es un trabajo fundamental en el caminante. Muchos grupos que trabajan por la luz han enfrentado graves problemas al considerar que el mensajero era tan importante como el mensaje. Ello sólo ha generado dependencias a los mensajeros y comportamientos sectarios que nada tienen que ver con la real naturaleza de una experiencia de contacto con seres de luz.   En algunos casos, un mensajero podría caer en el juego de la vanidad, creyendo que él es importante. Y en otras circunstancias, si ve que el mensaje que dio a conocer no genera el despertar de consciencia que estaba esperando, podría empezar a “modificar” o “alterar” el conocimiento recibido para llamar la atención y procurar que la gente cambie – sin duda, aquí el fin no justifica los medios –. Y no pocos lo han hecho a consciencia para no perder a sus nuevos seguidores y manipular a grupos de buscadores.   Sé que es muy duro mencionar todas estas cosas. Pero es la advertencia de El Decadrón. Todo aquel sincero buscador de la verdad, debe estar atento a estas situaciones, que pueden ser revertidas cuando se hace todo con amor y servicio a los demás, por encima de intereses personales o afanes protagónicos.   Debemos meditar en que todos, por naturaleza,  somos mensajeros. Y que, quizá, en algún momento en nuestras vidas, hemos podido caer en el juego de modificar nuestra comunicación con los demás para conseguir algún objetivo. Por ello, cuando uno es iniciado en este conocimiento, debe actuar con mayor rectitud y verdad, pues cada vez más personas serán afectadas por nuestro marco de influencia.   Alterar los mensajes para fines de cualquier tipo se ha visto en el seno de importantes gobiernos del mundo e inclusive en altos líderes de las más importantes religiones. Es una vía que penosamente sólo lleva a la confusión de las masas. ¿Por qué sucede? El conocimiento conlleva un gran poder. Sobretodo para aquellos que lo poseen frente a la ignorancia de sus hermanos. Sin embargo, en estos tiempos, todo lo secreto debe ser compartido; los más grandes tesoros tienen que salir a la luz. Y ésta debe difundirse por el mundo. Esa es la labor de un mensajero. Llevar la luz al mundo. En su más pura sustancia. Libre. Un mensajero auténtico lleva la buena nueva sin emitir juicio alguno. Consciente de que él es un medio, no un fin; que el mensaje es eterno y él un elemento circunstancial.   Ante estas afirmaciones, el estudiante de la luz podría preguntarse ¿Cómo discernir los mensajes que estoy recibiendo? ¿Cómo procesar la gran cantidad de información que se está liberando y llega por otros medios? La respuesta es simple: todo ser humano posee una guía o “voz interior”, un sexto sentido que comúnmente denominamos “intuición”. Es una chispa de comunicación con nuestro real ser, y por consecuencia, una herramienta poderosa para separar lo auténtico de lo ilusorio.   Fuente:  El Decadrón, las 10 Leyes Espirituales de la Hermandad Blanca, de Ricardo Gonzales


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