Revista América Latina

El viajero caradura

Publicado el 15 septiembre 2016 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

Por Vincenzo Basile

Una nueva categoría social se está difundiendo a lo largo y ancho de la isla de Cuba. No se conoce exactamente su procedencia pero todo indica que se trata de una mutación degenerativa de otra categoría autóctona: el bloguero cubano. Aún no se han dado nombres oficiales para poderla identificar pero ya algunos empiezan a referirse a sus componentes como los viajeros caradura.

A primera vista, no aparentan tener ninguna característica física que permita distinguirlos de los otros ciudadanos. Son como ellos, caminan entre ellos. Sin embargo, con un poco más de observación – casi antropológica – es posible reconocer algunas características de conducta que sí pueden resultar útiles para detectarlos y distinguirlos de los otros blogueros.

El viajero caradura es un bloguero que suele mostrar en algún momento una desmesurada autoestima o una sobrevaloración de sus capacidades intelectuales. Considera que sus ideas y lo que expone son algo original, único en su género, valioso por enfrentarse al poder establecido, rebelde por querer cambiar el estatus quo. Aunque jamás lo diría en voz alta, cada día, pensando en sus acciones, se mira al espejo y se dice a sí mismo: “Asere, eres tremendo bárbaro”.

Aunque el número de blogueros-bárbaros es bastante considerable, tienen que prestar minuciosa atención a los que siempre están presentes.  Y es que el viajero caradura, como ser mediocre y sin talento pero con un ego gigantesco, necesita a toda costa emerger de la multitud y considera que la mejor forma para separarse de la masa anónima es imponer su presencia. Lo hace sin vergüenza. Está en cada debate, logra colarse en cada tipo de evento, publica con orgullo fotos con académicos, intelectuales, diplomáticos y otras personalidades. Es imposible no notarlo. Está totalmente fuera de lugar. Su presencia desentona con la de los demás. Si por casualidad alguna vez a alguno de ustedes les ha pasado ver una foto dando vuelta por la red y, al ver a un bloguero-bárbaro, se han preguntado “¿Pero ese moscón qué hace ahí?”, pues es muy probable que ese moscón sea un viajero caradura.

Es muy importante no perder los pasajes. Sinteticemos en forma esquemática lo dicho hasta ahora. Para detectar a un viajero caradura hace falta buscar a un bloguero que se considere a sí mismo un bárbaro y que a los ojos de los demás se parece más a un moscón dando vueltas.

Aunque el proceso que lleva a la transformación del inicial bloguero en el viajero caradura final es lento y puede demorar incluso varios años, tarde o temprano llega el momento de la metamorfosis definitiva y la degeneración toca su clímax: es el momento del codiciado viaje al extranjero. El campo se va restringiendo siempre más. Entre los blogueros-bárbaros-moscones tienen que fijarse exclusivamente en él que, tras una etapa de bobería y activismo dentro de las fronteras nacionales, está viajando fuera de Cuba, posiblemente más de una vez.

Un paso más. Entre los blogueros-bárbaros-moscones-viajeros tienen que buscar a él que lo critica todo pero no sabe nada, él que lo habla todo pero muestra claros signos de que no está entendiendo nada. Posiblemente se define a sí mismo como activista pero no logra convencerlos de que domina el tema que supuestamente afirma defender, muestra incertidumbre, titubeo, no suele hablar mucho. Está siempre ahí pero casi siempre escuchando y observando a los demás hasta el punto que ustedes pueden haberse preguntado “¿Pero ese puede generar algo?” o, si es que lo hayan cogido hablando, “¿Pero qué hace ese hablando de…?. Recuerden que el viajero caradura es un activista sin causa. Detalle importante: su incapacidad de llevar adelante un discurso bien argumentado, lo lleva muchas veces a no andar solo y a buscar refuerzo en sus homólogos, juntándose en pequeños grupos de tres o cuatro persones, como máximo.

Hay que aclarar que todo lo anterior no determina con exactitud al viajero caradura. Ser bloguero-bárbaro-moscón-viajero-sin-causa es condición necesaria pero no suficiente para poder afirmar que alguien pertenece a esa categoría. Lo último que falta es una búsqueda más detallada que permita averiguar que dicha persona ha perdido todo tipo de decencia.

El viajero caradura es esencialmente alguien que está buscando sus quince minutos de fama mediática y algo de protagonismo efímero. No cree más que en sí mismo. A él se debe, a él responde. Lo mueve el ego, lo mueve el interés. Para lograr sus objetivos – materialísimos y personalísimos – está dispuesto a despojarse de todos sus valores, proclamarse a sí mismo portavoz de intereses generales, sacrificar todos los reclamos de la ciudadanía, olvidar su pasado y su historia. Su historia, la mismísima historia de su país, la que ha aprendido durante toda su vida, se le vuelve incómoda para sus propósitos y entonces decide echarla a un lado y, como justificación personal y magra consolación, la etiqueta de discurso oficial para así poderse sentir algo más tranquilo a la hora de meterse en espacios donde ningún cubano digno y nacionalista debería estar. En un ejercicio de demagogia barata, el viajero caradura dice querer superar los enfrentamientos entre bandos antiguos y por esto decide olvidarse del terrorismo, la muerte, la pobreza que una política de hostilidad le ha provocado a sus compatriotas y nos enseña hasta donde puede llevarle su ego y su desesperado apetito de “ser alguien” a toda costa: pretender cambiar Cuba con aquella vieja guardia reaccionaria que siempre ha querido verla caerse en pedazos.

Encontrarse cara a cara con un viajero caradura no es una experiencia agradable. Su forma de actuar y su postura fastidian e indignan. El mejor consejo que se les pueda dar a quienes se encuentren con un viajero caradura es alejarse de él lo más pronto posible. Pero, si desafortunadamente se enteran que uno de sus amigos es un viajero caradura, la cuestión se vuelve más compleja. No pierdan tiempo tratando de explicarle que las personas tienen que tener valores, que las luchas no pueden ser utilizadas para satisfacer anhelos personales, que las personas honestas enseñan sus objetivos reales sin necesidad de buscar improbables escusas pseudointelectuales, etcétera. Todo caerá en oídos sordos. Lo único que puedan hacer es decirle con toda la vehemencia posible: “Socio, tú eres un viajero caradura”.


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