Revista Opinión

El voto de Miguel

Publicado el 22 abril 2019 por Jcromero

"Como no me identifico con ningún partido y ninguno me merece confianza, como recelo de todos y no hay partido ni líder que me convenza totalmente, no acudiré a votar". Así piensa mi amigo Miguel. No le quitaré la razón. Tampoco pretenderé que cambie de criterio, pero sí me gustaría que se atreviera a pensar si es lo mismo votar que no votar y si es lo mismo votar a unos o a otros.
Esta vez hay gente preocupada ante el peligro de involución con el auge de la extrema derecha. Un ascenso auspiciado por la abstención de gente que, como Miguel, no piensa votar. De manera interesada se señala a los abstencionistas como responsables de los males futuros, como si los políticos y los medios de comunicación no tuvieran responsabilidad alguna. Incluso se advierte a los que no votan que luego no se quejen. ¡Vaya demócratas! Y no es exactamente así. Dejar de votar, votar nulo o en blanco, es una manera de opinar y una actitud tan democrática como votar por cualquiera de las opciones que concurren en todo proceso electoral. Votar es una opción, un derecho, no una obligación. En cualquier caso, si fuera cierto que la mayoría de los abstencionistas se sitúan en la izquierda ideológica, sus formaciones más representativas se lo tendrían que hacer mirar.

Miguel tiene razón. Se hace complicado pensar que los diferentes partidos puedan representarle totalmente a él y a tantos otros ciudadanos que cada día nos levantamos para trabajar o buscar trabajo, para estudiar o realizar cualquier otra tarea. Y cuando resulta complicado identificarse con ellos, pese a vivir en una sociedad con tanta desigualdad, la abstención tiene cierta lógica. En todo caso, Miguel debería saber que totalmente no convence ningún partido, ninguna ideología, ninguna persona; que el estar convencido totalmente de algo, conduce a la irracionalidad y a la sumisión.

Cuando nos encontramos en apuros, podemos actuar haciéndole frente o proceder como si esas dificultades no existieran. Hacer como los niños que, cuando algo que no les gusta, cierran los ojos y se taponan los oídos con sus propios dedos con la pretensión de que desaparezca aquello que les provoca temor o desagrado. Y sin embargo, sabemos que esa realidad continuará existiendo por mucho que no queramos ver ni oír. Lo más cómodo es ignorar, no ser consciente de lo que pasa a nuestro alrededor. Hay quien prefiere convencerse de que la política no va con ellos, delegar en los demás y luego responsabilizar a todos. Sin embargo, a pesar del hastío que produce el partidismo y la digestión cotidiana de las noticias comentadas por esos periodistas fanatizados, a pesar del malestar que nos provoca la politiquería chusca, sabemos que una parte importante de nuestro bienestar presente y futuro está en manos de la política y de los políticos. También también en nuestras decisiones. El medioambiente, el cambio climático, la transición energética o la contaminación, en buena medida dependen de decisiones políticas. El carácter público y universal de la sanidad y educación, la progresividad de los impuestos, la garantía y revalorización de las pensiones o el ordenamiento del tráfico, entre tantas otras cuestiones, también están en sus manos. Es cierto que no cabe esperar una actitud didáctica, por parte de políticos y de esos cantamañanas travestidos de periodistas, para que el voto se haga con criterio, inteligencia y pensando en el bien de la comunidad. Intuyen que una sociedad inconformista y comprometida perturba la lógica de la sumisión.

A Miguel no le convence ninguna opción política por completo. Hace bien. Es lo normal y lo deseable. Es de suponer que a la inmensa mayoría nos sucede algo parecido. Aspirar a ser convencido totalmente es una memez y supone rendirse, renunciar a pensar por uno mismo, actuar como borregos predispuestos a balar y obedecer. Es precisamente en esa parte de discrepancia, donde se encuentra lo mejor de nosotros: en la capacidad analítica, en la autonomía para pensar libremente.

Yo tengo decidido votar, pero no pienso convencer a mi amigo para que lo haga. Eso sí, como tenemos cierta confianza, le sugeriré que lea, por ejemplo, la entrada Tontos y locos de Mar Vicent. También le recordaré al poeta Antonio Machado con aquello de: "Haced política, porque si no la hacéis alguien la hará por vosotros y, probablemente, contra vosotros" y me permitiré la libertad de recordarle a aquel dictador bajito con aquello otro de: "Haced como yo, no os metáis en política".


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas