Pero esta opción de voto, en la práctica tal y como está planteado en el actual sistema español, tiene el efecto «colateral» de modificar los margenes mínimos necesarios para obtener representación parlamentaria, con unas consecuencias que pueden resultar inesperadas, por lo perjudiciales para los partidos minoritarios. De alguna manera, es otro más de los engaños del sistema.
Supongamos un electorado formado por las siguientes intenciones de voto:
- 80% de votos en blanco
- 20% de votos a tres opciones políticas repartidas de la siguiente manera:
- 10% opción A
- 6% opción B
- 4% opción C
- 79% de votos en blanco
- 21% de votos a tres opciones políticas repartidas de la siguiente manera:
- 10% opción A
- 6% opción B
- 5% opción C
Trasladando este esquema al parlamento real de España, los 350 escaños actuales se llenarían con la representación obtenida del 20% restante. Si eliminamos el mínimo necesario para obtener un escaño, se quedaría en un 15%, aproximadamente. Si ese electorado vota siguiendo la pauta hasta ahora, es decir, con dos partidos mayoritarios ocupando el 85% de los escaños, se correspondería con un 12,75% de ese 15%, no quedando margen electoral para los partidos pequeños, al no haber porcentaje suficiente. Los dos partidos mayoritarios ocuparían el 100% de los escaños del parlamento.
Los partidos minoritarios tienen el problema de estar muy dispersos. El sistema actual basado en partidos permite que existan un número ilimitado de estos, sin embargo en la práctica, debido a la limitación del 5% la mayoría de ellos no lograran su objetivo. De esta manera, se cede el poder político a las opciones más tradicionales, conservadoras, radicales y sectarias que concentran un mayor número de votos.
Para intentar paliar estas aberraciones, surgió la opción de Ciudadanos en Blanco —ahora Escaños en Blanco— , por la cual en lugar de hacer uso de dicho voto, con esta alternativa política los apoyos obtenidos se convertirían en asientos vacíos, reflejando de forma más veraz —teóricamente—, el sentir ciudadano.
En cualquiera de los casos, hasta no hace mucho poca gente era plenamente consciente de las consecuencias de estas alternativas electorales. En el resto de casos, lo que comúnmente se entiende como una opción de «voto neutro», se contamina y convierte escondido entre porcentajes, en una trampa política.