Revista Cultura y Ocio

El yo saturado

Publicado el 19 noviembre 2009 por Jimalegrias
EL YO SATURADO
1- Ley de Moore: Cada 18 meses la potencia de un ordenador se duplica.
2 - Libros: Cada año se publican sólo en lengua española alrededor de ochenta mil nuevos títulos.
3- La Información Digital Mundial, según el presidente de la empresa de almacenamiento EMC, se duplica cada año. Hasta el siglo XIX, la frecuencia para tal incremento de la información mundial disponible rondaba los 200 años.
4- " En Estados Unidos, según la asociación Consumer Unions, cada niño ve desfilar- 4 horas diarias de televisión= 100 o más anuncios diarios- 30.000 anuncios de publicidad al año. Consumen mucho, imponen sus marcas e influyen en la decisiones familiares. El niño es cada vez más prescriptor (dictador), más y más autónomo en su elección, y expresa sus gustos cada vez más temprano, por lo que no es de extrañar que las marcas de cereales, ropa, juguetes o música se gasten millones de dólares en publicidad".
5- Nuestro estilo de vida, según la OMS, está propiciando que el número de infartos entre los menores de 40 años, hace años prácticamente inexistente, se haya multiplicado de forma alarmante.

¿ Adónde lleva todo esto?

EL GRAN ESCAPARATE DEL MUNDO.


En primer lugar, deberíamos de tener claro que nuestro mundo, hoy en día, es un inmenso escaparate por el que deambulamos a diario entre decenas de miles de estímulos publicitarios: televisión, paneles en las calles, internet, pantallas en los autobuses, prensa, revistas, cine, radio...
Nuestro radiante sistema económico ha empleado todos sus recursos para convertirnos en dóciles consumidores de humo y espejos. El bombardeo es constante, intenso y sin tregua. Somos potenciales víctimas, desde niños, de un espejismo de existencia feliz, donde la gente siempre es joven, guapa y tiene éxito. Todos nos sonríen, tienen bellos cuerpos, "conecting people", "no sin mis amigos", se lo pasan en grande, las parejas se enamoran para la eternidad en medio minuto o media hora, el sexo es perfecto si posees el producto adecuado- un pantalón, por ejemplo- y un automóvil, un desodorante o un nuevo móvil son los antídotos perfectos para combatir la soledad o la infelicidad.
Nuestros más íntimos deseos son traducidos en marcas y logotipos gracias al milagro del marketing. Se crean nuevas necesidades y se expande el mensaje de que la felicidad y el placer son simples productos que nos están esperando a la vuelta de la esquina, en el Centro Comercial, Concesionario o Agencia de Viajes más cercana. Las estrategias publicitarias nos hablan de un mundo feliz y sensual de éxito sin fin y goce perpetuo en el que tendremos cabida- interiorizado ya como nuestro horizonte vital potencial- si aprendemos la primera regla básica del mundo moderno: tener es siempre más importante que ser.
La apariencia es más real que la esencia, en definitiva.
Somos el móvil, el auto, la marca de bolso o camisa que llevamos.
Y en este reglamentado universo no hay tiempo para la reflexión, para la tristeza, para digerir la información, para la enfermedad, el desfallecimiento o la calma... ¡ queremos ser felices ininterrumpidamente como esa gente que nos sonríe desde la tv y los anuncios de los paneles con cuerpos y amantes y amigos perfectos en playas perfectas y fiestas perfectas y sexo perfecto... y queremos serlo YA!, ahora, sin dilación...!

Sobre todo porque ahora, en nuestro tiempo de mercado, es siempre YA ! y nunca hay tiempo para un después o un paréntesis o una parada. Es ahora o nunca. El tiempo se ha encogido. Un bucle que gira sobre sí mismo, alrededor de la misma promesa de placer intenso y perenne, y cualquier posible plan, sacrificio, trabajo o expectativa a medio plazo es simplemente una pérdida de ese maná que es el consumo material del que hacemos uso en nuestro esparcimiento y ocio cotidiano, realimentando así el ciclo productivo del sistema que nos alimenta.

Y es que por arte de este gran escaparate en el que nos mueven y movemos, de repente los seres humanos somos targets, segmentos de público. Somos niños de 10 años con 300.000 anuncios en nuestras pequeñas cabecitas. Somos ratios y audiencias y leitmotivs publicitarios de cacaos, pasta dentífrica y agencias de vacaciones.
En definitiva, somos productos: aquello que aparentamos ser y consumimos nos define y engloba dentro o fuera de algún estereotipo social y clasista en esta posmodernidad que nos oculta.
Por esto nuestro umbral de frustración resulta cada vez más bajo, y las nuevas generaciones cada vez toleran mucho menos, y a menor edad, el no tener, el no poseer o la sensación de exclusión de ese mundo feliz de gente guapa, joven, siempre rodeada de hermosos objetos... gente que vive el mismo y publicitario momento de placer permanente, que siempre es el mismo, reciclado para nuestra psicología según la marca del producto y su técnica de marketing correspondiente.


EL YO SATURADO


TICs Y PRODUCCIÓN MATERIAL

Las Tecnologías de la Información y Comunicación lo han acelerado brutalmente todo. Con un clic enviamos un libro a Tokyo en un segundo, recibimos en nuestro correo diariamente decenas de inútil spam, las ventanitas de productos y casinos y sexo se cuentan en la Red por millones.

La televisión digital se nos echa encima amenazando con decenas de canales nuevos en donde ofertarnos sus productos. Los santuarios modernos de consumo en masa, centros comerciales, proliferan con racionalizada homologación de servicios, franquicias y artículos. Tenemos cada año en nuestras librerías 80.000 nuevos títulos en papel, veinte revistas en nuestros kioskos cada mes solamente sobre automóviles, varios catálogos al día en nuestros buzones incitándonos al consumo en diversos centros comerciales y establecimientos.
Toda esta inabarcable producción material nos desborda y corre el riesgo de sepultarnos, sobre todo cuando nos damos perfecta cuenta de que la mejor vía al conocimiento no pasa por el mero acopio acrítico de cultura, sino por la asimilación razonable de lo leído, vivido, oído o sentido, y de su sosegada digestión.
Conozco a una persona que ha dejado bajando durante los últimos años, 24 horas al día, discografías enteras de bandas y músicos y las tiene apiladas en cajas de cds por el pasillo.
Necesitaría tres vidas para escucharlas todas. ¿ Para qué, entonces? ¿ Cuál es el objetivo de tanta producción y acumulación material?
Posmodernas compulsiones y síndromes que se están incubando y se prodigarán en un futuro.


EL YO SATURADO Y EL VÉRTIGO


Gergen, en su libro " El yo saturado", ya hablaba de cómo la multitud de interrelaciones- multiplicadas de forma exponencial gracias a las TIC- de los seres humanos en nuestro mundo contemporáneo nos encaminan a una especie de "saturación social", de multiplicación del yo que nos desdibuja y nos crea nuevos traumas, frustraciones:
“El intercambio permanente hace que uno termine dedicándose a la cocina siamesa, o desee la jubilación, o promulgue las campañas a favor de la vida pastoral. A través de los demás comenzamos a valorar las harinas integrales, las novelas chilenas o la política comunitaria. (...) Así, a medida que se suman al yo los demás y sus deseos se vuelven nuestros, hay una ampliación de nuestras metas: de nuestros “debo”, nuestros “necesito” y nuestros “quiero”. Eso requiere atención y esfuerzo, y ocasiona frustraciones. Cada nuevo deseo plantea sus propias exigencias y reduce la libertad del individuo”. (Gergen, " El Yo Saturado")

Nuestro estilo de vida es ciertamente vertiginoso, en correspondencia con la nueva complejidad y demanda que se nos exige de competencia y productividad: debemos ser eficaces asumiendo diversos roles en el mundo laboral, profesional, familiar, en nuestros círculos sociales, en el universo sentimental e íntimo...
El fracaso, la indecisión, el error o la duda no forman parte de las altas expectativas y responsabilidades que, supuestamente, deposita la sociedad sobre nuestras conciencias. Nuestras metas son la excelencia y el éxito, sin escala de grises ni paradas intermedias.
Demasiada presión sobre un mismo ser humano, demasiada velocidad para no llegar a ninguna parte. Una excesiva sobrecarga de estímulos y roles y responsabilidades añadidas de la que no tenemos una clara válvula de escape, a no ser en forma de trastornos psicosomáticos tipo anorexia, vigorexia, dismorfobia, depresiones, microinfartos en personas cada vez más jóvenes, estrés crónico, baja autoestima, etcétera.
Y, lamentablemente, la tendencia de estos desórdenes producto de nuestro estilo de vida es incremental.

La llamada posmodernidad parece traer aparejada cierta saturación que conduce al hartazgo; el culto a la acumulación que suele derivar en apatía e insatisfacción; el vértigo de pasarnos la vida corriendo y a toda prisa sin saber hacia dónde nos dirigimos, para qué y si estamos o no avanzando en la dirección correcta nos produce cierto sentimiento de alienación.
Lucía Etxebarría lo ha entendido muy bien:
"En estos tiempos en los que la gente cambia de fondo de armario cada temporada, de trabajo cada año, de coche cada dos, de canal de televisión cada tres minutos y de marca de cereales en cuanto se acaba la caja, ¿alguien cree que Lucía va a encontrar en el 2009 la marca de cereales definitiva y un amor que le dure más de seis meses? Hagan sus apuestas"


Vivimos inmersos en el dominio de la cultura de lo efímero, de los amores virtuales, de los sentimientos kleenex( de usar y tirar), de las relaciones aparentes y superficiales que se multiplican a través de las nuevas redes sociales( Facebook, Tuenti), del consumismo más voraz y alienante. Cada vez más desorientados y alejados de nosotros mismos y de aquellos recursos y objetivos que nos podrían hacer el tortuoso camino de la existencia un poco más llevadero.

Saludos de Jim. Stop a tiempo.


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