Revista Filosofía

Elegir una profesión puede significar una tremenda esclavitud

Por Bayo
El juego de los abalorios (1943)«—Te llamas Knecht [siervo], mi querido; tal vez por esta razón tiene para ti tanto embeleso la palabra "libre". ¡Pero no lo tomes demasiado en serio en este caso! Cuando los no castalios hablan de profesiones libres, el término es tomado quizá demasiado en serio y suena con cierto patetismo. Nosotros, en cambio, lo empleamos con intención irónica. Existe ciertamente una libertad en aquellas profesiones, por cuanto el estudiante elige por sí mismo la profesión. Esto brinda una apariencia de libertad, aunque en la mayoría de los casos la elección corresponde más a la familia que al muchacho y más de un padre se dejaría arrancar la lengua antes de dejar realmente al hijo una libre elección. Pero esto podría ser tal vez una calumnia; ¡eliminemos este pretexto! La libertad existe, pues, más ella se limita al único acto de la elección de una carrera. Después, la libertad ha terminado. Ya durante los estudios en la universidad, el médico, el jurisperito, el técnico, son constreñidos dentro de un curso cultural rígido, muy rígido, que concluye con una serie de exámenes. Si los superan, reciben su diploma o patente y pueden entonces practicar su profesión en una libertad de ejercicio también aparente. Pero con ello se convierten en esclavos de poderes inferiores, se someten a la dependencia del éxito, del dinero, de su ambición, de su afán de renombre, del agrado que los hombres sientan a no sientan por ellos. Deben someterse a concursos y elecciones, ganar dinero, tomar parte en competencias sin consideraciones de casta, familia, partido, ni diarios. Tienen la libertad de convertirse en triunfadores y en hombres ricos, y de ser odiados por los que fracasan, y viceversa. Con los alumnos de selección y futuros miembros de la Orden ocurre todo lo contrario. No "eligen" ninguna profesión. No creen poder juzgar sus talentos mejor que los maestros. Se dejan colocar dentro de la jerarquía del sistema en el lugar y en la función que eligen para ellos los superiores; a veces las cosas ocurren en forma opuesta, y las cualidades, las dotes o los defectos del alumno obligan al maestro a insertarlo aquí o allá. Pero en esta aparente falta de libertad, todo electas goza, después de su primer ciclo, de la libertad más amplia que pueda imaginarse. Mientras que el hombre de las profesiones "libres" debe someterse en la formación de su rama a un estudio limitado y estricto con exámenes también estrictos, el electas en cambio, apenas comienza a estudiar independientemente, goza de una libertad tan grande que muchos realizan durante toda su vida, por propia elección, los estudios más dispares y a menudo casi extravagantes, y nadie los molesta, si sus costumbres no degeneran. Aquel que tiene aptitudes para maestro es empleado como maestro, el apto para educador será educador, el adecuado para traductor no será otra cosa; cada uno encuentra por si mismo el lugar en que podrá servir y ser libre sirviendo. Además, queda así sustraído durante toda su vida a esa "libertad" de la profesión que significa tan tremenda esclavitud. No conoce el anhelo de dinero, de gloria, de rango, no conoce partidos ni contradicciones entre persona y cargo, entre lo privado y lo público, no se esclaviza al triunfo. Ya ves, hijo mío, que cuando se habla de profesiones "libres", el término "libre" se usa en son de broma».
El juego de los abalorios (1943)
[Extracto del libro escrito por Hermann Hesse]
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