Revista Cultura y Ocio

Elena Ferrante y sus Dos Amigas napolitanas.

Por Alejandra Naughton Alejandra Naughton @alenaughton

Elena Ferrante y sus Dos Amigas napolitanas.
“¿En serio tenés un blog, escribís? ¿Te gusta leer? ¿Leíste a Elena Ferrante? Tenés que leerla.” Gracias a este breve diálogo con un respetado colega que, vaya uno a saber por qué, intuyó que me conquistarían, Elena y Raffaella o Lenù y Lila, entraron a mi vida. Ayer, dí vuelta la última página del último de los cuatro tomos. Claramente, no se equivocó.
Fueron cuatro meses ininterrumpidos que le ganaron, más de una vez, a las series de Netflix. Y ya sabemos bien cuán significativo es eso por estos días. Disfruto de la lectura pero sé que es requisito para mí estar atenta, por eso la guardo para vacaciones o fines de semana. Sin embargo, Dos Amigas me acompañaron también los días laborables.
Sabía poco del furor que se había producido desde su publicación, nada de la “Ferrante Fever” ni que  su autora había decidido permanecer en el anonimato constituyendo un misterio editorial global. Mi lectura se empeñó en ser virgen. Con tesón, esquivé cualquier artículo o revisión que pudiera anticiparme algún detalle de la saga de las dos amigas que durante tantísimos años y a pesar de haber recorrido distintos caminos en la vida, permanecieron unidas y ancladas en Nápoles, Italia, aunque vivieran en ciudades distintas. Este post, cumplirá las mismas reglas: cuidará bien de no arruinarle la magia a futuros lectores.
Una lectura desprevenida puede hacer sentir que de lo que se trata es de una historia remanida de amores y traiciones, de buenos y malos vínculos. Incluso un poco fantasiosa a veces, hasta inverosímil, por lo extrema. Claro que los extremos encuentran matices, varían según las culturas... y en Italia, y particularmente en Nápoles, pasan cosas ... cosas parecidas a las que pasan en todas las latitudes: las mismas virtudes y corrupciones, solo que, tal vez, más exaltadas y expresivas. 
Una lectura más sutil nos hará sentir que a medida que leemos nos adentramos en un mundo femenino, reconocible, ese que moldea nuestra identidad, única. Reconocible por las emociones encontradas, los dilemas, los arrepentimientos, las satisfacciones, los placeres y los disgustos, la pasión y el desinterés, las dudas que vuelven una y otra vez: ¿Seré suficientemente capaz? ¿Tendrá sentido intentarlo? Y .. ¿Volver a intentarlo? ¿Podré? ¿Cómo hago para trabajar y acompañar a mis hijos? ¿Mis logros son fruto de mis méritos o de mi suerte? ¿Estoy tan sola como me siento? ¿Da lo mismo respetar que no respetar la ley? ¿Por qué tropiezo siempre con la misma piedra? ¿Cómo pude equivocarme así? ¿Me voy o me quedo? ¿Dónde?
Yo no sé si Elena Ferrante escribe “una” historia o escribe “su” historia, lo que sí me aventuro a pensar es que tal vez las dos amigas sean una misma persona. Lila podría ser a Lenù esa otra persona que anida en nuestra cabeza y como pájaro carpintero nos afirma o nos destruye en un santiamén.  Mucho mejor dicho por Lenù: “Ya no se trataba de la persona caprichosa que desde niña tenía la capacidad de quitarte el desorden de la cabeza y el pecho y devolvértelo bien organizado o, si no te toleraba, de confundirte las ideas y dejarte desanimada”. Compleja Lila.
Dos muñecas, dos niñas, dos mujeres. Idioma y variaciones: italiano para la reflexión más erudita, y el dialecto para la ancestral y apasionada. Las familias napolitanas, metódicamente, al comienzo de cada libro nos recuerdan quiénes son, cómo se entrelazan. Todo descripto con apasionado rigor por Elena Ferrante, o Elena Greco, o Lenuccia, o Lenù o...quién sea haya escrito esta historia memorable “naturalmente: verdadera y falsa a la vez”.
Hoy leí por allí que algunos piensan que es el primer texto escrito en Italia en décadas merecedor del Nobel. No sé. A mí me basta con la emoción que sentí al leerlo. 

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