Revista Opinión

Elogio de los hippies

Publicado el 06 octubre 2015 por Hugo
El 68 no fue una rebelión de ideas, sino de vivencias; no se protestaba con argumentos, sino con formas de vida chocantes, incompatibles con el establishment: no se invoca el amor libre, se practica; no se discute la universidad, se pasa de ella: la sociedad establecida se critica marginándose. Obras son amores y no buenas razones. Quizá en esta honestidad vital de los hippies, en este su envolverse plenamente en la experiencia en lugar de palabras, resida la fascinación que ejercieron sobre mí y el respeto curioso que ahora despiertan en las generaciones siguientes (…). Entre 1968 y 2000 no ha surgido ningún movimiento que supere a los hippies en originalidad, contenido y potencia de cambio social. 
Tim Leary había acuñado el eslogan del 68: «Tune in, turn on, drop out», o sea, «Sintoniza, despierta, descuélgate». Es el motto de los hippies, también llamados drop-outs o marginados. Leyendo las vidas de los Padres del Desierto, aquellos anacoretas enloquecidos como san Antonio, san Jerónimo, san Pacomio, Panuncio, o surrealistas, como Simeón el Estilita, que pululaban por la Tebaida, Siria y Capadocia hacia el siglo IV, cuando el mundo grecolatino se hundía, (…) encuentro un eslogan similar al de los hippies. Cuando Arsenio abandona Alejandría para aislarse en el desierto, el buen abad Casiano le recomienda: «Fuge, tace, quiesce», es decir, «Huye, calla, reposa». ¿Son estas las consignas que surgen cuando el mundo envejece y hay que cambiar la cultura? Abandonar es el principio de cambiar; pasar de todo no es un gesto tan gratuito como parece: es una renuncia y un rechazo. Pero no basta; después ha de venir la actividad constructiva. Esta actitud la tenían los hippies, que proponían un esquema completo de vida nueva, y, en cambio, no la tienen los pasotas y punks, que son como los monjes harapientos, perdidos esta vez en el desierto del asfalto urbano.
«Where have all the flowers gone?» Eso nos preguntamos treinta años después: de hippies hemos llegado a yuppies, pasando por los punks: bandazos culturales en el mar de los países posindustriales. Nada se sedimenta. El entusiasmo hippy se marchitó porque chocaba frontalmente con el estilo de vida y los valores de la sociedad de consumo, del mismo modo que su exuberancia sensualista repugnaba al materialismo estajanovista soviético. Los hippies quedaron como una propuesta no realizada que solo sirvió para suavizar en alguna medida las costumbres puritanas de la cultura industrial. (…) Todo se marchitó a partir de los setenta, por presión de la sociedad, persecución del gobierno, envejecimiento de los drop-outs, fracaso de las comunas, comercialización y cansancio. (…). Pero creo que los problemas vitales y filosóficos planteados por la contracultura hippy seguirán vigentes durante décadas para los adolescentes de nuevas generaciones. (…) Los hippies son una propuesta pendiente, no superada. (…) La revolución cultural sigue pendiente porque las soluciones al malestar de la civilización que se dieron entonces no se han puesto en práctica.
Luis Racionero, 2000El progreso decadente: repaso al siglo XXEditorial Espasa Calpe, Madrid, págs. 92-97.

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