Revista Salud y Bienestar

Empoderamiento y autoatención

Por Pedsocial @Pedsocial

EmpowerSign-1013x360Los filólogos andan algo entretenidos con la adaptación de anglicismos nuevos o emergentes como neologismos que la RAE aprueba o no, dependiendo de lo que crean los académicos. En este blog y a pesar de esfuerzos cotidianos seguro que de vez en cuando se nos escapan palabros tomados prestados de otras lenguas, principalmente de las otras dos en las que este editor trabaja. Nuestras disculpas.

Empoderamiento ha venido del “empowerment” anglosajón como cuando se devuelve o se adjudica el control de las decisiones a algún actor. La aportaciones a la literatura social y biomédica van llenas de lo que aparece como el gran descubrimiento de devolver el control sobre su cuerpo y su vida a pacientes y asistidos. En español, existe el término “apoderamiento” en el sentido de otorgar poderes a otro, pero eso no incluiría que el poder sea sobre acciones acerca de uno mismo. Se apodera a abogados, produradores y, clásicamente, a los agentes taurinos. El “apoderado” es esa figura de un gordo con puro que supuestamente defiende los intereses profesionales y económicos de un chaval que se juega la vida delante de un toro. En el fútbol son agentes, a secas.

En inglés y en catalán empoderamiento y apoderamiento tienen una sola palabra.

En cualquier caso, el empoderamiento de los pacientes en situaciones clínicas se ha saludado como una buena cosa. Durante demasiado tiempo los facultativos, los médicos han (hemos) tomado el control de la salud y la vida de la gente prescindiendo a menudo de su opinión, criterio o libertad de elección. Las órdenes del médico se daban para cumplirse, sin regateos no condicionantes. Como se dice coloquialmente: mal rollo.

De ahí que los servicios asistenciales sensibles, cumpliendo una obligación ética, cada vez ceden más y más responsabilidades a los pacientes, comenzando por ofrecer la información para el consentimiento, el consentimiento informado. La fórmula más apreciada en el acuerdo terapéutico, la alianza terapéutica, en la que un intercambio de información facilita la colaboración, la actuación conjunta de los asistenciales con el paciente.

En algún punto, sin embargo, surge el fenómeno de la autoatención, no siempre bien acogido desde el lado de los profesionales. Especialmente en lo que se refiere a la automedicación. La autoprescripción y autoadministración de fármacos, con o sin la ayuda del dispensador farmacéutico, se ve como escasamente recomendable, cuando no totalmente rechazable.

Frente a la natural disposición a tomarse un analgésico o recurrir a un laxante, en el otro extremo está la “autoadministración” de psicofármacos más o menos ilegales como sucede en las toxicomanías: automedicación para el tratamiento de trastornos o dificultades psicodinámicas…

En el caso de la Pediatría empoderamiento y automedicación cuentan con el añadido problema de que el sujeto paciente, el niño,  por definición no es autónomo, y las decisiones quedan subrogadas a los padres. Que sí, que ya sabemos que son sus responsables legales. Pero no os voy a ocultar la miríada de situaciones en que los derechos esenciales del niño entran en colisión con las preferencias de los padres. El recientemente tan meneado tema de las vacunas es una de estas situaciones, que ya hemos comentado.

Todo un tema para darle vueltas e intentar tomar en cada caso las decisiones adecuadas, eso sí, poniendo por encima de todo la salud, integridad y bienestar del niño.

X. Allué (Editor)


Empoderamiento y autoatención

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