Revista Política

En busca de una doctrina para los nuevos retos

Publicado el 18 abril 2011 por Jaimegarcia
El presidente de Estados Unidos afronta las revoluciones árabes con la convicción de estar en el «lado correcto de la historia», lejos del esquema seguido por sus antecesor George Bush en política exterior.

En busca de una doctrina para los nuevos retos

Foto: Casa Blanca

Para Obama, las guerras tienen adjetivos. Si la intervención en Irak fue «estúpida» y justificó la presencia en Afganistán como «necesaria», las operaciones militares en Libia, impulsadas por el presidente norteamericano en el Consejo de Seguridad de la ONU, son una obligación humanitaria.
Estados Unidos no está en guerra en Libia. Al menos, eso se desprende del discurso que pronunció Obama después de que se aprobase la resolución 1.973 en la que solo hubo una mención a la palabra guerra, para referirse a los enfrentamientos entre los rebeldes y las tropas de Gadafi. Siguiendo al lingüista estadounidense George Lakoff, el marco de Obama se define en torno al lema «No pienses en una guerra».
«Estados Unidos carece de una política de seguridad nacional coherente. En lugar de principios rectores, tenemos unas decisiones “ad hoc” con dudosos resultados» The Audacity of Hope. 2006
El presidente de EE. UU. ha entendido que las revoluciones árabes definirán su mandato y quiere estar «en el lado correcto de la historia». Si un marco, como explica Lakoff, es la forma que tiene la gente de ver el mundo, Obama ha apostado por uno que parte del concepto de multilateralismo.
El concepto de «guerra contra el terror» que definió a la Administración Bush ha desaparecido y ahora son otros los valores que dominan en el debate público. ¿Significa eso que Obama ha logrado articular una doctrina? A juicio de Juan Tovar, investigador en la Universidad Autónoma de Madrid, la actuación en Libia «parece ser la descripción de una política aplicada al caso concreto más que una guía genérica». Una doctrina, explica, es una serie de pautas a seguir que guían la actuación internacional de una Administración.
«No me opongo a todas las guerras. Me opongo a una guerra estúpida. Una guerra basada no en la razón, sino en la pasión, no en principios, sino en la política» Illinois. 2002
El mismo Obama se apresuró a negar la existencia de una doctrina propia poco después de autorizar la intervención militar del Ejército en Libia: «No significa que vayamos a usar la fuerza militar en todas partes para imponer la aplicación de ciertas formas de gobierno. Cada país en esta región es diferente».
Se impone el pragmatismoEl modo de Obama de afrontar los desafíos internacionales, en contraste con Bush, rechaza la actuación unilateral. «El liderazgo norteamericano no es cuestión de ir solos y asumir todos los riesgos. El verdadero liderazgo es crear las condiciones y las coaliciones que permitan que otros den también un paso adelante», explicó Obama.
La sociedad estadounidense se divide entre quienes reclaman un mayor intervención bélica en el extranjero y quienes defienden un perfil menos activo. Según Gallup, el 66 por ciento de los americanos son partidarios del intervencionismo, la tasa más baja en este siglo.
«Ninguna nación puede o debe imponer a ninguna otra sistema de gobierno alguno. Tengo la creencia de que todo pueblo aspira a la libertad de vivir como decida» El Cairo. 2009
Para quien se opuso a la Guerra de Irak, apostó por salir de Afganistán y recibió el Premio Nobel de la Paz, la participación en la alianza que opera en Libia puede parecer una contradicción. Pero Obama rechaza las etiquetas. Esa es la recomendación de los politólogos Derek Chollet y James Goldgeir, que en 2008 publicaron un libro en el que defienden que tener una doctrina en el mundo actual es un error. Incluso «peligroso». Resolver los problemas concretos es más acertado que pronunciarse ideológicamente, sostienen.
Chollet trabaja ahora en el Consejo de Seguridad Nacional, que elabora cada cuatro años una publicación que presenta la visión de la Administración sobre el mundo. La última edición de la Estrategia de Seguridad Nacional, en 2010, tiene un enfoque más pragmático: reconoce las limitaciones estadounidenses por seguir liderando un escenario en el que pretenden fomentar la dignidad humana y la democracia.
Pese a la voluntad de rebajar el intervencionismo en los asuntos internacionales, Obama considera que los Estados Unidos que preside siguen teniendo un compromiso con los derechos humanos: «EE. UU. es diferente. Como presidente, me niego a esperar a las imágenes de matanzas y fosas comunes antes de pasar a la acción».
«Creo que la fuerza puede ser justificada por razones humanitarias, como ocurrió en los Balcanes o en otros lugares que han sido marcados por la guerra» Oslo. 2009
Esta contundencia, no obstante, ha tardado en llegar. El investigador Tovar adivina una evolución en sus planteamientos: «Ha existido un cierto cambio respecto de ciertos posicionamientos anteriores como el del discurso del Nobel donde sostuvo que evitaría las denominadas guerras de elección concentrándose en otras de necesidad como Afganistán. Su actitud a verse envuelto en el conflicto de Libia ha sido profundamente reticente».
Fabio García Lupato, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, destaca la solidez de la postura de Obama, que ya comenzó a dibujar en su libro «The Audacity of Hope» (2006), donde abogaba por los principios frente a la ausencia de una política de seguridad nacional coherente y una serie de decisiones «ad hoc» dudosas. «Obama tiene sus ideas y convicciones aunque, como todo líder político, debe intentar acompasar esas ideas con la realidad de la actividad política, especialmente en relaciones internacionales y la necesidad de llegar a acuerdos», defiende García Lupato.
Influencia de Niebuhr«Para Obama -explica Tovar- la guerra siempre es una posibilidad, necesaria, aunque no deseable». Es una visión que procede del pensamiento de Reinhold Niebuhr, uno de los teólogos estadounidenses más importantes del siglo XX. Fiel a esa línea, Obama aboga por la humildad frente a la acción unilateral. Por la promoción de la democracia frente a lo que llama cinismo e inacción.
No es más que lo que expuso en 2009 en Oslo, cuando recogió el Premio Nobel de la Paz: «El mal existe en el mundo. Decir que la fuerza a veces es necesaria no es una llamada al cinismo. Los instrumentos de la guerra tienen un rol a jugar en la preservación de la paz. Pero la guerra en sí misma nunca es gloriosa y nunca debemos presumir de ella como tal».
«No podemos utilizar nuestro Ejército en cada lugar donde haya represión. Dados los costes y riesgos, siempre debemos sopesar nuestros intereses» Washington. 2011
Según Tovar, esa necesidad de aplicar políticas distintas según las circunstancias no es incompatible con seguir una doctrina. «No es malo tener una guía para la política internacional. Aunque el pragmatismo y la flexibilidad son componentes esenciales para que la doctrina sea eficaz», piensa.
Obama, mientras tanto, sienta las bases de una política exterior orientada en el pragmatismo. Aunque guarda continuidad con ciertas políticas de Bush. En el conflicto palestino-israelí, ha pasado de una postura exigente con Israel a vetar una resolución de la ONU que condenaba los asentamientos en territorios palestinos ocupados. O en el caso de Irán, donde su inicial mensaje conciliador se convirtió en una postura más dura con el apoyo de Rusia y China. Y Guantánamo sigue abierto, pese a su promesa electoral.

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