Revista Diario

En el aeropuerto de Barajas

Por Evaletzy @evaletzy
Es simple la ecuación: tú quieres volar de Madrid a Buenos Aires, no tienes las orejas de Dumbo, ergo, la única opción es subirte a un avión.
Llegas a Barajas. Al hacer el check-in ves en la balanza en la que acabas de poner tu maleta que llevas tres kilos de más. La pesaste y la repesaste en tu casa. A la vista está que la pesaste mal. El muchacho que te atiende abre la boca para pedirte que quites algo cuando tú, siempre rápida en estas ocasiones, le dedicas tu sonrisa número 2*. Parece ser que la sonrisa surte efecto porque te permite pasar tus kilos de más. Agradeces su gesto en demasía, puesto que por tu sobrepeso tendrías que pagar sesenta euros. Simpático muchacho, simpatiquísimo te cae. Te da la tarjeta de embarque, y te pide que antes de irte, pongas tu maleta de mano en la balanza. Puedes llevar diez kilos; pesa doce y medio. Otra sonrisa número 2* en tu rostro. El simpaticón te mira resignado, le pone una cinta naranja fosforescente que dice EQUIPAJE DE MANO a tu maleta y te dice buen viaje. Vas al baño, bebes agua, te tomas un té, miras tu correo electrónico, y así, que no quieres aburrir al amable lector con tu rutina aeropuertil.
Hete aquí que llega el momento de cruzar el control de seguridad. Y junto con él llegan las palpitaciones, el soponcio y el desmayo a la fiesta de tu cuerpo. Que el lector no piense que exageras. Bueno, que lo piense pues exageras, pero tampoco tanto. Cuando la dama de seguridad del aeropuerto te pide tu tarjeta de embarque... ¡Sí! ¡Usted adivinó! ¡Ha ganado un mate cebado especialmente para usted por Letzy! Te mueves a un lado y te sientas en el suelo. Entonces empieza la búsqueda del tesoro escondido. En poco tiempo tienes tu bolso dado vuelta, tu maleta de mano desparramada a tu alrededor y al señor Infarto respirándote en la nuca. La tarjeta de embarque, así como el pasaporte, no están, desaparecieron, vanished. Divino. Mientras estás sentada en el suelo de Barajas airport pensando adiós a los cañoncitos de dulce de leche, adiós a los sanguchitos de miga, adiós a la pizza de Pin Pun, y así, que no quieres darle envidia al amable lector con todo lo que tenías planeado comerte en Buenos Aires, escuchas por el altavoz: «Esto es una llamada especial para la pasajera del vuelo UX41: Letzy. Por favor acérquese al mostrador 218 de Air Europa». Vas corriendo, ya no tienes mucho tiempo, has perdido más de media hora entre desparramar todas tus pertenencias por las baldosas de Barajas y lamentarte por todas las empanadas de palmitos y salsa golf que ya no te ibas a poder comer. Al llegar ves que el mostrador en cuestión es el del simpaticón que te dejó pasar los kilos de más. ¡Sí! ¡Usted ha vuelto a adivinar! ¡Acaba de ganar otro mate cebado por las propias manos de Letzy! Parece ser que un pasajero encontró tu pasaporte y tu tarjeta de embarque en un hueco que hay en la parte externa del mostrador. El simpaticón, en vez de pedirte una suculenta suma de euros por ellos, o un riñón, te los devuelve, sin más. Mientras tu alma te entra por los poros te ves comiendo bolas de fraile, pastafrolas y canelones, ahora a mansalva, pues tienes que compensar por todo aquello que estuviste a punto de no comerte. Le regalas al simpaticón tu sonrisa número 8*, corriendo pasas el control de seguridad, y a continuación el migratorio.
Estarás en el aire trece horas. Si fueras Dumbo, como te gustaría, desde luego tardarías mucho menos.
* Sonrisa número 2: muy útil en aeropuertos y en ventanillas donde se hacen trámites, suele conseguir sacarle al otro lo que una desea.
* Sonrisa número 8: es una sonrisa que le desea al otro noches eternas de lujuria y placer con damiselas de hermosura ilimitada, o damiselos, a gusto del usuario.

En el aeropuerto de Barajas

De Madrid a Buenos Aires en dos horas, ¡y sin pasar por Migraciones!


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