Revista Psicología

En el punto de mira: la Misericordia

Por Rms @roxymusic8

¿Qué es eso que les hace brillar con esa luz? ¿Cómo consiguen mantener la sonrisa bajo la lluvia? ¿Por qué no se cansan de caminar? ¿Cuándo comenzaron a vivir así? ¿Dónde conocieron esa alegría que brota desde su interior? ¿Quién les dijo que valía la pena vivir así? ¿Cuál es el motor que les hace vibrar tanto?

Miles de fotografías pasando por mis retinas. Cientos de vídeos en las redes sociales. Conexiones en directo que emocionan y despiertan mi alma adormecida. ¿Qué es eso que llama tanto mi atención? ¿Quiénes interpelan mi vida, mi caminar en la tierra, mi existencia en la vida? ¿Quién les habrá instado a ello? Lo que llama mi atención es la Jornada Mundial de la Juventud, comúnmente conocida como JMJ. Este año se celebró en Cracovia, en el corazón de un país polaco herido por las injusticias sociales y guerras racistas. Los culpables de esa interpelación son los miles de jóvenes que han participado en esa jornada. Cada uno con su historia y su testimonio de vida, venido de los cinco continentes que confeccionan el mapa mundial. Aunque el gran culpable se esconde en la Divina Misericordia, que insta a sacar lo mejor de cada uno de esos jóvenes.

Un gran cuadro de Jesús Misericordioso en el centro de todas las miradas: en el punto de mira. De ahí brotó todo lo demás. De ahí se puede hallar respuesta a todas las preguntas. De ahí es que tiene sentido y es real todo lo que allí ocurrió, y lo que sigue aconteciendo en la vida de cada uno de esos jóvenes; y no sólo de ellos, sino también de todos los que hemos sido interpelados por lo ocurrido en Cracovia. Y no sólo allí, sino también lo que ocurre en nuestra vida cotidiana aquí o más allá. La Misericordia esconde un tesoro que no muchos han descubierto aún. Y no es un tesoro para los más apoderados, ni un tesoro que se esconde a los más intrépidos. Es un tesoro que se muestra a quien es humilde y llega con las manos vacías. La mirada misericordiosa no está reservada a unos pocos. ¡Sale al encuentro de quien decide mirar hacia arriba! Quien no se esconde, quien no esquiva la mirada, quien admite que su mirada necesita ser rescatada, quien busca que su mirada acoja. ¿Quién es ese de ahí? Y... ¿por qué me mira?

Un corazón alegre es lo que hace que todos esos jóvenes brillen con una luz especial. Un corazón que se ha convertido, que ha roto toda coraza de miedos, barreras, inseguridades, tristezas, complejos y malos deseos. Un corazón que se ha derretido por el fuego del Amor. Un corazón que ha encontrado un latir más profundo que el propio. Un corazón que ha colmado su sed de afecto correspondido. Un corazón que se ha llenado de una sangre redentora. Un corazón que ya no conocerá la parálisis. Sólo un corazón así, lleno de Alegría, puede brillar con esa luz que no es cegadora sino acogedora. Sólo un corazón alegre da luz a quien anda en tinieblas, y es una luz que nunca se apaga.

Un corazón alegre desborda sonrisas. Una sonrisa permite seguir de pie en el camino y no desanimarse. Una sonrisa que otorga oxígeno para uno mismo y para quien o quienes la reciben. Es un elixir que te mantiene con vida y, de esta forma, ganar todas las batallas bajo lluvia, nieve, tormenta o sol ardiente. Una sonrisa que permanece en los labios por el sabor de misericordia, porque no hay mayor acogida que sorprender al otro con una sonrisa. Sonrisas como marcapasos y así lo vi en cada joven en Cracovia. Regalando sonrisas a cada foco que se les acercaba. Sonrisas que les llenaban el rostro, que contagiaban al de al lado y al de en frente; al de allí y al de aquí. Sólo una sonrisa es capaz de devolver el ánimo a un corazón apagado, a una vida herida.

Una sonrisa da tregua al cansancio. A pesar de ser días de caminar de un sitio a otro, de permanecer de pie largas horas, de dormir apenas unas horas y en sitios un tanto incómodos, esos jóvenes seguían caminando porque sabían adónde querían llegar. No se cansan a pesar de las consecuencias porque conocen el lugar que quieren alcanzar, con quién se quieren reunir, con quiénes compartir ese camino lleno de experiencias vivas. Un joven cansado es una paradoja. Un joven cansado no se concibe hoy. Llegaremos felizmente cansados al final del camino aquí en la tierra, pero mientras caminemos por ese camino no habrá cansancio que entorpezca nuestros pasos. ¡Qué decididos los jóvenes en Cracovia, no les temblaban las piernas! Siguiendo las huellas que otros, antes, habían abierto camino.

Esos jóvenes comenzaron a vivir así cuando se percataron de que el cansancio se estaba apoderando de sus almas. Sólo un joven que sabe que no tiene un motivo por el cual vivir, sólo un joven que reconoce que no tiene alegría en su corazón y sólo un joven que observa cómo su vida transcurre sin más, despierta y acude en busca de lo que puede devolverle la alegría, el ánimo, el sentido de su existencia. Sólo el amor misericordioso tiene ese poder. Un amor que rescata a toda la persona: vida, heridas, corazón. Y cuando se ha dejado rescatar, más confirmado está de que necesita comenzar a vivir de una forma concreta: desde ese Amor que le ha rescatado.

La alegría de saberse rescatado y que brota ya fuerte en su interior. Una alegría que se encuentra de improvisto pero oportunamente: cuando más se necesitaba. Quizás cuando se toca fondo o cuando nos percatamos de que algo no funciona bien, incluso cuando se ha perdido algo valioso en la vida... nos encontramos con esa alegría en forma de Amor. No hay fórmulas escritas para ese encuentro que cambia por completo a las personas. Acontece, sin más. Los jóvenes que acudieron a la JMJ ya venían de ese encuentro, pero había otros muchos que todavía no se vieron cara a cara con esa alegría y quizás hayan vuelto a sus casas con un corazón renovado, latiendo vida. Lo que sí es cierto es que el lugar de encuentro siempre es el mismo: uno mismo. Quien huye de quién es se está alejando del Amor que da respuestas, precisamente, al porqué de su huida.

Tras ese encuentro ya no hay otros modos de vida que llenen de Amor hasta el último poro de nuestra piel. El mismo encuentro con Jesús les dice que vale la pena desvivirse por extender la misericordia vivida. Y no hay más que echar una mirada por el Campus Misericordiae y recorrer los rostros llenos de paz y de alegría que brillaban en cada peregrino. Sentarse a escuchar los testimonios que allí se dieron sobre el escenario y, más tarde, en pequeños círculos compartiendo lo que ese encuentro ha hecho en la vida de cada uno. Así es cómo se confirma a las personas en la fe: con el contagio de una vida que destila alegría, ánimo, fuerza, esperanza y mucho amor misericordioso.

¿Cuál es el motor que les hace vibrar tanto? Una mirada. La del punto de mira: la Misericordia.


Volver a la Portada de Logo Paperblog