Revista Deportes

En la Champions League de hoy no hay resquicio para milagros de fútbol.

Publicado el 08 junio 2017 por Hugo Rep @HugoRep

La mejor construcción de fútbol en Europa del Este sucedió en tiempos de desintegración. Mientras nuevos dolores nacían sobre ese suelo, la mejor generación de jugadores brindaba noventa minutos de entusiasmo por su país y por el continente. Yugoslavia se llamaba el territorio que los cobijaba y que comenzaba a deshacerse, tras los tiempos de la Cortina de Hierro.

El plantel y las tribunas cobijaban jugadores e hinchas serbios (en amplia mayoría), montenegrinos, eslovenos y hasta macedonios y croatas. Se miraban y se reconocían. Parecidos y distintos. Jugovic, Mihajlovic, Savicevic, Prosinecki, Pancev.

En la Champions League de hoy no hay resquicio para milagros de fútbol.

Ellos eran un colectivo, una búsqueda compartida sobre el verde césped. El Estrella Roja resultaba, sobre todo, una luz brillante en el contexto de un infierno que se avecinaba.

Y esa luz iluminó a Europa: en la temporada 90/91, tras la angustia de la definición por penales frente al Olympique de Marsella, el equipo que dirigía el serbio Ljupko Petrovic ganó la Copa de Campeones (la Champions de estos días). Fue la última maravilla nacida del este europeo. Y resultó -quizá- el más grande asombro desde entonces.

Con cracks que luego se destacaron en otros destinos, el Crvena Zvezda (ese nombre impronunciable en español y traducido como Red Star al inglés) se consagró mientras la Guerra de los Balcanes asomaba en el horizonte inmediato y terrible.

Aquel equipo que fue mago y rey resultó también una metáfora de ese tiempo: su desmembramiento fue espejo del otro desmembramiento. El país que se estaba rompiendo facilitó que su expresión deportiva más exitosa y visible se transformara en un rompecabezas desperdigado por países cercanos.

Antes de la lluvia se llama la película (nominada en 1994 a mejor film extranjero) que retrata las contradicciones de aquellos días y de aquellos dolores, de esos enfrentamientos entre vecinos. El fútbol, que aparece modestamente en un lejano relato de radio, latía como casi nunca antes y como nunca después en esa geografía que se modificó luego de tantos espantos.

En 1990, Estrella Roja había pasado de promesa a equipo de lujo, a puro vértigo. Durante ese recorrido, había ganado la Liga y la Copa de Yugoslavia; también había abastecido de jugadores y de conceptos al seleccionado de su país, que participó del Mundial de Italia.

Justo después de esa cita en la que se quedó afuera con la Argentina de Maradona, la gloria aconteció. Ahora, aquellos brillos de campeón son una memoria que retrata un imposible: en la Champions de hoy no hay resquicio para esos milagros de fútbol.

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A proposito de Marisa Belèn Repetto

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