Revista Infancia

En ocasiones veo caras, la pareidolia

Por Sleticias
Imagen Seguramente en alguna ocasión habréis jugado a asociar manchas difusas, tales como nubes, con formas reconocibles, quizás en esos interminables viajes en coche en los que cualquier entretenimiento sirve para acortar un tiempo que fluye lentamente. Pues bien, este juego parte de una de esas realidades psicológicas que me fascinan, en este caso hablamos de la pareidolia por la cual: “un estímulo vago y aleatorio es percibido erróneamente como una forma reconocible”.
Ya hemos visto que nuestro cerebro detesta el caos, la discontinuidad, la desestructuración, la confusión y todo aquello que le genere inseguridad. Nuestras redes neuronales ante el desorden crean patrones de activación que se disparan automáticamente, incluso ante estímulos aparentemente distintos, con tal de mantener el ansiado equilibrio.
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Este fenómeno es además mucho más poderoso al procesar estímulos evolutivamente relevantes como es el caso del reconocimiento de caras. Y es que no hace falta más que dos círculos relativamente juntos con algo similar a una raya debajo, para que con total claridad percibamos un rostro.

El astrónomo Carl Sagan explica esta característica humana desde un punto de vista evolutivo: “Tan pronto como el niño puede ver, reconoce rostros, ahora sabemos que esta habilidad está bien conectada en nuestro cerebro. Los bebés que hace un millón de años eran incapaces de reconocer una cara devolvían menos sonrisas, siendo entonces menos probable que se ganaran el corazón de sus padres y tenían menos probabilidades de prosperar”. Es decir, como especie hemos aprendido que cuánto más tempranamente reconozcamos a las personas que nos proporcionan el cuidado y la seguridad que necesitamos y  reaccionemos de la forma más afectuosa posible, nuestras expectativas de supervivencia se verán incrementadas.
Muchos otros expertos apoyan esta conclusión de la ventaja evolutiva, tal como dice Carlos Álvarez, profesor de Psicología Cognitiva, “Es posible que uno de nuestros antepasados viera una mancha amarilla entre la maleza, saliera corriendo por temor a que fuera un tigre y al final se tratara de una fruta. Pero, si alguno no huyó por sistema ante un estímulo de esas características, es muy probable que acabara siendo devorado”.
El ingeniero Jeff Hawkins nos proporciona otra posible explicación en su Teoría de memoria-predicción, según este autor el cerebro tiene una propiedad  para ahorrar tiempo por la cual realiza tareas de predicción en base a formas conocidas que obtiene de la memoria. De esta manera nuestro cerebro dota de sentido a los estímulos que le llegan en función de la experiencia y las expectativas de cada persona. Así, las personas con creencias en lo paranormal o en lo religioso relacionaran con más frecuencia manchas difusas con imágenes espirituales tales como ángeles, Jesucristo...
La pareidolia está por lo tanto, en la base de algunas creencias en lo sobrenatural. Hay que tener en cuenta también que el efecto de reconocimiento puede ser inducido, si al observar una nube alguien nos dice que ve un elefante y nos describe donde está cada elemento nosotros que antes no lo veíamos ahora somos capaces de apreciar además los colmillos, la cola y todo aquello que le sirva a nuestra mente para completar esos vagos estímulos. De ahí que muchos adeptos religiosos puedan ser inducidos hacia las más disparatadas creencias.
Imagen Un caso de pareidolia que se hizo famoso es el de la "Cara de Marte". La sonda espacial Viking en 1976 tomó una foto en la que se mostraba la superficie de Marte, en ella muchas personas afirmaron distinguir un rostro, atribuyendo posteriormente este hecho a una supuesta civilización inteligente.
Otro ejemplo, en este caso más académico de utilización de la pareidolia es el Test de Rorschach.
En internet existen espectaculares fotos que plasman este fenómeno, así como muchos artistas lo han utilizado en sus obras.


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