Revista Cultura y Ocio

“En tierra de hombres” y el monstruo policéfalo de la violencia machista

Publicado el 16 mayo 2015 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

[Publicado en “Gastar la vida” – Blog de Cristianisme i Justícia]

En tierra de hombres se estrenó en España en diciembre del 2006. Tras verla, Sergi Sánchez

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la definió como un telefilm biodegradable, “panfletario cuento feminista” y “rancio melodrama concienciado”. Mirito Torreiro, quien fuera mi profesor en la carrera, escribió en El País que la película era “un panfleto vulgar hasta la extenuación, lacrimógeno sin descanso y con más agujeros que un queso emmental”.

Últimamente me pregunto con demasiada asiduidad y -¿por qué no?- con cierta inocencia, qué tienen los críticos de carnet de este país contra el cine social y, sobre todo, contra el feminismo. Partiendo siempre de la base de que el cine es un arte –algunas veces– y un modo de expresión o medio de comunicación –la mayor parte del tiempo– sometido a interpretaciones y opiniones subjetivas, deduzco que tal aversión convertida en soflama más que en crítica solo puede provenir de esa misma subjetividad construida desde el privilegio patriarcal, por una parte, y desde las pérdidas que éste a su vez provoca en el mundo emocional de los hombres, por otra.

¿Melodrama concienciado y lacrimógeno? Tal como explican los compañeros de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) es necesario trabajar la inteligencia emocional en la socialización de los varones para desmontar el mito de que existen emociones femeninas y emociones masculinas. Esta idea tan arraigada todavía en nuestra sociedad es la clave del sustento de este tipo de críticas: identificar ciertas emociones o sentimientos como la melancolía o la tristeza (y el llanto como manifestación de las mismas) con lo femenino y, por lo tanto, con algo negativo y desdeñable.

Así, constantemente, a la hora de abordar una obra cinematográfica (o de cualquier otro tipo)  realizada por una mujer y enmarcada en el drama o un film que aborde temas vinculados al género femenino haciendo aflorar las emociones desde las entrañas, las embestidas suelen venir desde el mismo flanco. Veamos algunos ejemplos…

Javier Ocaña escribió sobre Caramel (2007) de Nadine Labaki que era “eso, un caramelo, un producto tan eficaz (durante un rato) como poco recordable para la posteridad. (…) sensual, animosa y agradable historia que se queda más cerca de Chocolat (Lasse Hallström, 2000) que de cualquier crítica política filmada en un país en lucha”. En la misma línea, Peter Travers escribía lo siguiente sobre One Day (2011) de Lone Scherfig: “Esta chorrada lacrimógena, adaptada por David Nicholls de su propio best-seller del 2009, es casi tan mala como el acento británico de Anne Hathaway”. Ángel Fdez. Santos dijo sobre Frida (Julie Taymor, 2002) que era una “película blanda sobre una vida dura, sobre un tiempo duro y sobre una secuencia de acontecimientos más que dura, durísima, que la señora Taymor trivializa y acaramela”. Y Roger Ebert del Chicago Sun-Times dijo que el guión de Erin Brockovich (Steven Soderbergh, 2000) tenía “la profundidad y trascendencia de un docudrama para la televisión por cable”. Podríamos encontrar muchas otras críticas del mismo estilo…

Y es que el canon socialmente aceptado de lo que es bueno o malo sigue impermeable al feminismo. Continuamos sin ver que nuestra gama de emociones no está asociada al sexo sino a nuestra condición humana y nuestra construcción cultural como sujetos.

En tierra de hombres es una película formalmente correcta, sin poesía ni lirismo, sin composiciones simbólicas ni pantalla partida ni montaje invertido. Pero su fuerza no radica ahí, sino en plasmar la hidra de la violencia machista en sus múltiples formas (maltrato físico, acoso sexual, discriminación laboral, violencia institucional, violencia sexual, amenazas…) construyendo la trama del film a partir de un hecho real: la historia de Lois Jenson (Josey Aimes en la ficción), la primera mujer que tuvo el valor de interponer una demanda judicial colectiva por acoso sexual contra una empresa estadounidense: una mina de Minnessota perteneciente a la compañía Eleveth Taconite. Y es que donde Torreiro ve un panfleto lacrimógeno yo, que hace poco llevé una sesión de cinefórum donde proyectamos esta película, veo indignación, coraje, conciencia y movimiento. Veo una película con un desempeño actoral más que interesante (por su interpretación en este film Charlize Theron recibió varias nominaciones a los Oscar, al Globo de Oro, a los BAFTA y a los Critics’ Choice Awards), con diálogos realistas y un compromiso ético que va más allá de todo juego narrativo o simulacro metaficcional.

En tierra de hombres es por encima de todo una película solvente y necesaria porque, por desgracia, el acoso sexual, laboral y callejero sigue existiendo y en muchos sectores y contextos todavía hoy se sigue cuestionando la valía de las mujeres para determinados puestos de trabajo en razón de su sexo. Una película al fin y al cabo que hace uso de la técnica cinematográfica como herramienta transformadora y como elemento explorador de la vulnerabilidad humana, sí, pero también de su capacidad de resiliencia.

[Versió en català aquí]


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