Revista Insólito

En tu nombre, VIII

Publicado el 01 mayo 2024 por Monpalentina @FFroi

Año 1965. El 30 de julio había nacido en La Coruña el mayor de nuestros hijos. Al año siguiente, de nuevo, ya habíamos ido a pasar julio a la casa de mis padres. ¿Dónde mejor y más económico? Estábamos en la playa de Orzán, el niño jugaba a meter la pala en el agua del cubo que le habíamos llenado varias veces. Entretenido, le hacíamos fotografías, una de mis aficiones favoritas. Pero le había pasado ya la máquina a Marcelino y me apetecía tomar un baño. Miré hacia atrás y vi cómo el niño se incorporaba y daba sus primeros pasitos, vacilante, hacia mí. ¿Qué pasó por su mente en ese momento? ¿Tuvo miedo de que yo me alejara unos metros? Marcelino tampoco perdía detalle de esos primeros pasos, le tomó fotografías que llevamos a revelar ese mismo día, faltaban ya pocos para el día 30, la fecha ha quedado en el álbum con las fotos y el encanto del color sepia que tomaron con el tiempo. No tuvimos la misma suerte con los otros dos hijos. Solo recuerdo que la pequeña espabiló antes de los 11 meses y el segundo más o menos.

Pero, ahora, lo tengo claro, Ignacio Javier, (delante de un García siempre dos nombres; es broma,) quería independizarse de nosotros. A los pocos días, el sol calentaba bien, y estábamos bajo una sombrilla. Javier, en medio de nosotros, jugaba entretenido con unos cochecitos que enterraba en la arena y luego volvía a recuperar. Yo tomaba el sol como un lagarto de mi tierra, feliz del calorcito y embadurnada con Nivéa. Marcelino leía a Manuel Rivas. Levanté la cabeza y no vi al crío. No habrían pasado ni 10 minutos. Buscamos al niño con el alma en vilo. Estaba muy cerca, al lado de una señora hermosa que dormía, feliz, de lado. Y, pegadito a ella, aprovechando la sombra que proyectaba, tan tranquilo, vimos al hijo cuando ya nuestros corazones golpeaban con ritmo trepidante el pecho de ambos. Lo pasamos tan mal que ni se nos ocurrió comentarlo en casa. Contaba cinco años cuando nació Álvaro. Seguramente nos habían subido el sueldo... Esta vez, en Palencia, porque nació en febrero y daba miedo tomar el tren pues el viaje duraba la noche entera. Y, sé, que Marcelino quería que su hijo fuese palentino. También lo es la pequeña.

En 1968 mi poeta ganó el Accésit al Premio Vizcaya de Poesía. (Col. Poesía del Ateneo de Bilbao con "La Jornada". (Se lo publicaron). Con muy buenas críticas. Y en 1969 en la colección Álamo, Salamanca publicó Tiempo atesorado. La dedicatoria: Para Ignacio, hijo mío. Marcelino se reencuentra con su infancia al verla reflejada en la infancia del hijo:

Mañana, cuando crezcas,
cuando siembres de altura las palabras
y tengas casa y anochezca tarde,
¿qué vas a ser, decían,
cómo gastar la vida que te sobre?
Y nunca respondía.

La verdad me venía de más cerca:
del molino o de la plaza
donde jugaba a ser tan sólo niño.
¡Yo qué sabía del mañana!
Vuelta tras vuelta alrededor de la aventura
de ver tranquilo el aire.
Los guiños de la muerte nunca dieron
congoja a mis recreos.
Y fui más duradero que los cardos.

Crecí.
Siempre se crece cuando el tiempo
nos borra de un zarpazo la inocencia.
¿Qué vas a ser dijeron, cuando crezcas?
Y nunca respondía. (...)


De la contraportada copio: Marcelino García Velasco nacido en Palencia. Maestro nacional en ejercicio. Desde su fundación codirige la revista de poesía "Rocamador". Obligado a presentarse a concursos por necesidades de publicación, su debilidad son los finalismos: dos veces lo fue en el premio Marina y otras dos en el Boscán, y accésit en el Vizcaya de 1968. Otro día seguiremos. Marcelino se presentaba a concursos en los que el premio fuera la publicación. No ambicionaba dinero. La satisfacción era suficiente para quien siempre fue por la vida sin más ambiciones que ser buena persona y compartir su palabra. Por esa, y otras muchas cosas, fui tan feliz a su lado.

Mi fe me hace creer que algún día nos encontraremos.

En tu nombre, VIII

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