Revista Viajes

Encontrar nexos en historias que aparentemente no están unidas

Por Belilo @BeatrizLizana

Sobre la rutina

Hace un par de meses…

El siguiente texto apareció en el fondo del bolso cuando un día intenté poner orden dentro de ese pequeño caos. Debería vaciarlo más a menudo para seguir descubriendo cuartillas medio borrosas y arrugadas:

“Salgo de casa cada mañana a la misma hora y, en esta ciudad de millón y medio de habitantes, de camino al trabajo me encuentro con la misma gente. Hay un tipo que siempre viste con colores oscuros y camina con un maletín, a este me lo cruzo a la altura de la ferretería. Unos metros más adelante veo al mendigo que, puntual a su trabajo, espera con mucha paciencia y desde bien temprano en la puerta de un supermercado a que alguien le pague su jornal. Antes de que toda esta coreografía se convirtiese en rutina, este hombre era el único que me miraba y sonreía. Ahora ya ni eso, ahora sólo mira al frente. En el metro me encuentro con otro chico que también espera que le caiga una moneda en su cesta, yo nunca la echo a pesar de que me encanta cómo toca la guitarra. A la salida del metro siempre veo a la chica del pelo rizado, ella abre la puerta de la inmobiliaria mientras yo corro por el paso de cebra. Veinte metros más y entonces es cuando me cruzo con el chico de la bici que se acerca rápido por la acera en dirección contraria a la mía. De todos, presiento que es el único que se da cuenta que cada mañana se repite la misma película. Cruzamos brevemente la mirada como si ya nos conociésemos de toda la vida y luego cada uno sigue a lo suyo. Cuando salga hoy del trabajo, a este capítulo le sumaré una actriz extra pues me he encontrado a la rubia de la cara naranja que me encontraba hace ya más de un año cuando acudía a otra oficina en la otra punta de Barcelona.”

Esta es la mejor manera de romper mi propia rutina sin tener que coger un vuelo, reflexionando sobre la de los demás. Me interesa el destino final de cada uno de esos personajes y por eso me invento pequeños capítulos de sus vidas, aunque no todas las escribo porque no viviría lo suficiente para ello, y porque sólo es interesante recrearlas en ese mismo instante. Son pequeños juegos mentales que hago desde siempre y que, lo sé, me mantienen en una situación de despiste eterna.  

Pero hay algo en toda esa gente que me obsesiona. ¿Cuál es su trabajo? ¿Por qué trabajan de lo que trabajan? ¿Qué les motiva de eso que hacen? ¿No les importa hacer cada día lo mismo? Esta obsesión se convirtió hace un tiempo en investigación y acabo de caer que este punto es clave. Algún día pararé aleatoriamente a alguien, tiene que ser un desconocido, para preguntarle sobre estas frikadas sus motivaciones, y lo documentaré para ir engrosando la parte testimonial.

Maniquí en mitad de la calle

Nueva rutina

¿A partir de cuándo un cambio de hábito se vuelve a instalar como rutina?

Hace un par de semanas…

Mi rutina ahora es otra. Ahora me muevo de noche a horas intempestivas (¡encontré el silencio en la ciudad!) pero sólo tengo un día para volver a casa en mi querida Línea Verde. Me sé todas las paradas de este trayecto de memoria, lo que se tarda entre estación y estación e incluso reconozco a los conductores y conductoras que repiten turno. ¿No es fascinante saber que existe otra ciudad que discurre por debajo del suelo? El aire aquí abajo no creo que sea muy limpio, pero no importa porque tampoco el de arriba es mucho mejor.

Esta noche me encontré con algo que hacía mucho tiempo no me pasaba: tenía que esperar más de 12 minutos para que pasara el siguiente convoy. ¡Doce minutos! Eso es una barbaridad si lo comparo a los 2 que tarda en hora punta o los 5 o 6 de a deshoras. La estación estaba vacía y por acto reflejo saqué el móvil a ver qué me contaba la pantallita. El flashback fue rápido y me recordé a mí misma pensando hace ya tiempo “me gustaría sacar fotos alguna vez del metro por la noche”. La cámara del móvil no tiene la calidad que a mí me gustaría, pero hace fotos y eso ya es suficiente.

Una hora más tarde…

Las cuatro de la mañana, una estación vacía, escaleras mecánicas, fotos aleatorias, ratones que se cruzan por las máquinas expendedoras, vagones que empiezan vacíos en una punta de la ciudad y a la altura del Paseo de Gracia van más cargados que a mediodía.

No me puedo acostar sin plantear todo eso que fui pensando por el camino. Una infusión, otra pantalla de ordenador encendida y a seguir escribiendo. Aquellas fotos recién tomadas eran aleatorias pero ahora ya les encontré un orden. Que lo encontré cuando por fin capté la última imagen. Y la contaré mezclando redes sociales. (“¡Nadie la va a enteder!” “Cállate, ¿y qué más da?”) Hallé la historia, una historia redonda. Y es redonda porque para entender el principio hay que llegar al final, hay que regresar para comprender. Aquí va, ahora sí, ordenada:

Y no, este no es el fin. Aún queda por conocer quién es él para entenderlo todo.

Solo puedo adelantar que él es “el príncipe de las tinieblas”, el próximo Genio Terrenal.



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