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ENQUIRIDIÓN (h 135), DE EPÍCTETO. UN MANUAL PARA LA VIDA.

Publicado el 25 agosto 2015 por Miguelmalaga
ENQUIRIDIÓN (h 135), DE EPÍCTETO. UN MANUAL PARA LA VIDA.De los tres grandes estoicos de la antigüedad romana (Epícteto, Séneca y Marco Aurelio), posiblemente fue el primero de ellos el que llevó una vida más coherente con su propio ideario filosófico. Su juventud la vivió como esclavo. Es sabido que padecía una grave lesión en una pierna, quizá debido al maltrato que le infringió su amo, quizá a un defecto de nacimiento. Lo cierto es que una vez liberado, fue expulsado de Roma en cumplimiento del Decreto de Domiciano, lo que da idea del poco aprecio que se le tuvo desde el poder en algunas periodos a la profesión filosófica. Epícteto se instaló en la ciudad griega de Nicópolis y allí fundó su escuela, cuya fama hizo que hasta el emperador Adriano asistiera a algunas lecciones.
El Enquiridión no es en puridad una obra escrita por Epícteto, sino que se trata de las notas de uno de sus alumnos, Lucio Flavio Arriano, pero tomadas con tanta fidelidad a las palabras de su maestro, que podemos confiar plenamente en que las palabras pertenecen a éste. Son notas un tanto desordenadas en cuanto a su temática formal, pero que nos dan una idea muy clara de cuales son los fundamentos de la visión del mundo de Epícteto y de su influencia fundamental en personajes tan importantes como el emperador Marco Aurelio.
Como base de su enseñanza filosófica, Epícteto distingue entre las circunstancias que se hallan bajo nuestro control: "las opiniones, las preferencias, los deseos, las aversiones y, en una palabra, todo lo que es inherente a nuestras acciones" y las que escapan de nuestra voluntad "el cuerpo, las riquezas, la reputación, las autoridades y, en una palabra, todo lo que no es inherente a nuestras acciones". El filósofo debe ocuparse sobre todo de las primeras, aplicando en ellas la virtud. Respecto a las segundas, habrá de aceptar todo lo que le suceda, incluidas las adversidades, como algo sin importancia, inherente a la naturaleza de las cosas, por lo que deben ser aceptadas con serenidad:
"No exijas que las cosas sucedan tal como lo deseas. Procura desearlas tal como suceden y todo ocurrirá según tus deseos."
La auténtica libertad consiste en no tener deseos ni aversiones respecto a lo que no puede controlarse, evitando ser un esclavo de las circunstancias. El hombre sabio es el que siempre está preparado para la peor, para saber adaptarse con naturalidad a lo que le destino nos depare. Respecto al comportamiento en lo que podemos controlar, la clave es la moderación y el dominio de los impulsos de placer inmediato: "considera que lo más excelso de todo placer es el saber que se ha dominado y vencido", algo que indudablemente influirá en el pensamiento cristiano, aunque con el matiz de que éste le da sentido a dichas privaciones en pos de la vida eterna. Además, en cuanto a las opiniones y juicios de los demás, no revisten ninguna importancia, lo verdaderamente relevante es la satisfacción íntima en la práctica constante de la virtud. Lo que a los demás les parecen males terribles, para el filósofo son circunstancias inherentes a la existencia, viciadas por juicios humanos que jamás pueden impedir que los hechos transcurran según su naturaleza: 
"No son las cosas las que atormenta a los hombres sino los principios y las opiniones que los hombres se forman acerca de ellas. La muerte, por ejemplo, no es terrible; si lo fuera, así le habría parecido a Sócrates. Lo que hace horrible a la muerte es el terror que sentimos por la opinión que de ella nos hemos formado. En consecuencia, si nos hallamos impedidos, turbados o apenados, nunca culpemos de ello a los demás sino a nuestras propias opiniones. Un ignorante le echará la culpa a los demás por su propia miseria. Alguien que empieza a ser instruido se echará la culpa a sí mismo. Alguien perfectamente instruido ni se reprochará a sí mismo, ni tampoco a los demás."

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