Revista Cultura y Ocio

Ensayo sobre la ceguera

Publicado el 06 septiembre 2017 por María Bertoni
Ensayo sobre la cegueraEl film de Boulghourjian se proyectará el jueves 7 de septiembre a las 21:30 en el Gaumont, y el viernes 8 a las 20:30 en la sala 2 del Centro General San Martín.

A juzgar por uno de los largometrajes que compiten en la séptima edición del Latin Arab en Buenos Aires, el pasado reciente del Líbano también está marcado por la apropiación de menores y por cierta complicidad cívico-militar a la hora de ocultarles su historia. Tramontane se titula esta ficción de Vatche Boulghourjian, que sigue a un joven cantante ciego desde el momento en que éste se entera de que porta un DNI falso, tanto como –descubre luego– el vínculo biológico con su familia. La búsqueda de la verdad es el motor de una road movie que consigue acortar distancias entre ese país de Medio Oriente y la Argentina.

La banda sonora juega un rol fundamental en esta coproducción franco-libanesa que ganó un premio Rail D’Or en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes de 2016. Por lo pronto, la película empieza y termina con la interpretación de una canción de amor que implora una respuesta apaciguadora, aún a riesgo de que resulte dolorosa. El protagonista Rabih la interpreta distinto cuando la entona en el patio de su casa, al principio del film, y en un recital escolar a modo de final abierto.

Entre una y otra presentación, el personaje a cargo del vocalista no vidente Barakat Jabbour emprende varios viajes en auto, en busca de información legítimamente reveladora. El periplo sugiere que la desmemoria o, peor todavía, la proliferación de recuerdos inventados figura entre los daños colaterales provocados por la guerra que enfrentó a los libaneses entre 1975 y 1990, y que incluyó la intervención militar de Siria e Israel.

La música, sobre todo ciertos versos, proyectan alguna luz de verdad. Por lo demás, Rabih enfrenta la oscuridad que emana de la mentira, y que se vuelve más densa a medida que aumenta la cantidad de compatriotas interpelados.

En Cannes, algunos críticos le retacearon originalidad a la ocurrencia de que un ciego a priori congénito se empecine en mirar –en el sentido de indagar en– la realidad que sus connacionales videntes se resisten a (re)considerar. ¿Habrán o habrían sido igual de severos con José Saramago cuando, a mediados de los años ’90, el escritor portugués imaginó una epidemia de ceguera clínica con la intención de reflexionar sobre la ceguera mental que afecta a la sociedad occidental? Si de comparar se trata, ¿no es más obvia aquella alegoría que ésta que Boulghourjian desarrolló en su ópera prima?

Tramontane despliega una fotografía digna de las buenas road movies. Los paisajes cordilleranos ocupan un lugar central, a tono con la raíz etimológica del sustantivo convertido en título internacional del largometraje (el original retoma el nombre del protagonista), y por lo tanto con la posibilidad de que Rabih descubra testimonios de su verdadero origen tras alguna montaña.

Por ciertos detalles argumentales, por ejemplo el papel que juega un tío del joven cantante, esta ficción conmueve especialmente a los argentinos consustanciados con los casos de bebés y niños apropiados por los verdugos de la dictadura que (des)gobernó nuestro país entre 1976 y 1983. Por lo pronto, estos espectadores reconocemos en la fábula de Boulghourjian a los fantasmas del olvido, la mentira y la impunidad que se desplazan por el mundo, y que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo mantienen a raya en nuestro territorio, incluso en tiempos reaccionarios y negacionistas.


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