Revista Cultura y Ocio

Ensayo sobre la chimenea

Publicado el 23 enero 2015 por Molinos @molinos1282
Ensayo sobre la chimeneaEn el día 23 del año 2015, decimoquinto de mi enfermedad (estoy mucho mejor), he cumplido mi primer propósito para este nuevo año. Si, este año tengo propósitos, uno para cada mes. Todos son propósitos estúpidos, asequibles para mi legendaria faltad de fuerza de voluntad, incapaces de crearme frustración y con una finalidad práctica. Pequeñas metas. Redoble de tambores: he aprendido a encender la chimenea. Oigo las risas desde aquí pero es que esto no es tan fácil como parece. Encender la chimenea es como el sexo; cualquiera puede hacerlo pero conseguir un buen fuego exige pericia. Había encendido bastante chimeneas en mi vida pero un poco chapuceramente: metía mucho papel, leña fina, leña más gorda, usaba tres docenas de cerillas y después de un poco más de papel y mucho fuelle conseguía unas chispas, un pequeño fuego de intensidad interesante pero fugaz. Exactamente igual que al practicar sexo de joven en un coche, muchas prisas, mucho contorsionismo y un resultado como mucho pasable. Ahora he aprendido la técnica, la colocación,la posición de las distintas maderas y con ¡redoble de tambores! una sola cerilla consigo un fuego brillante de un bonito color cambiante y que tras un fulgor de llamas, consume la leña poco a poco y deja unas brasas de un rojo brillante de las que no se puede apartar la vista. Las chimeneas son un tema muy serio. Tan serio que han proliferado los sucedáneos. Las chimeneas que se encienden con un botón y proyectan imágenes de fuego mientras dan calor. Debe ser cómodo y da calor pero eso no es sexo, perdón una chimenea. Eso es como ver porno, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Por supuesto, encender el fuego con pastillas, líquidos inflamables o cualquier otro artilugio es trampa. Y no hace falta que diga a qué se parece. Un paso más allá están las chimeneas con cajetín, estufa o como queramos llamarlo. Tienen fuego de verdad pero no. Son como los condones. Son más seguras, dan más control sobre las llamas y puedes no preocuparte de vigilar las consecuencias de que salte alguna chispa...pero no es lo mismo. Este tipo de chimeneas han proliferado mucho, lo entiendo, sino hay otra cosa pueden valer pero siguen siendo un sucedáneo. En el top están las chimeneas abiertas de toda la vida. Un hogar de tamaño decente con la suficiente amplitud como para colocar la leña. El fuego se siente, se ve y se oye. Es un completo de sensaciones que si pruebas una vez es complicado que luego te conformes con menos o que al tener que conformarte no eches de menos la verdadera chimenea. A pesar de la bonita analogía que me he cascado entre el sexo y las chimeneas, debo advertir que la imagen romántica del polvo frente al fuego no es buena idea. Las chimeneas son un sitio fabuloso para los previos. En compañía, en silencio, fingiendo estar entretenido con otra cosa. El sonido del fuego, la visión hipnótica de las llamas, la sensación de calor...en fin, sale solo.   
Mientras me dedico a pensar en el reto de febrero, un consejo: aprended a encender chimeneas, da muchas satisfacciones. 

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