Revista En Femenino

Enseñando a morir, Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004)

Por Sandra @sandraferrerv
Enseñando a morir, Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) Cuando Elisabeth Kübler-Ross visitó el campo de concentración nazi de Majdanek, la muerte había quedado grabada en las paredes de los barracones. Los niños habían representado a su manera aquel mundo mediante mariposas, un símbolo de la vida después de la muerte. Elisabeth, que siempre supo que quería ser médico, tuvo muy presente aquella imagen a lo largo de su existencia, la cual estuvo dedicada en cuerpo y alma a acompañar a las personas en los últimos momentos de vida. Elisabeth Kübler-Ross se convirtió en un referente en el mundo de la psiquiatría, en los cuidados paliativos y en conseguir una muerte digna.

Elisabeth Kübler-Ross nació el 8 de julio de 1926 en la ciudad suiza de Zúrich. Elisabeth fue la segunda de las tres niñas que nacieron aquel mismo día. Erika nació un poco antes y Eva unos minutos después. Las trillizas eran hijas de una familia acomodada de Zúrich perteneciente al círculo de protestantes de la ciudad.  Elisabeth siempre supo que quería dedicar su vida a la medicina a lo que su padre se opuso desde el principio. Es probable que esa fuera la razón por la que con tan sólo dieciséis años se marchara de casa. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como voluntaria en distintos centros hospitalarios y ayudando a los refugiados y heridos en el conflicto. Enseñando a morir, Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) En 1951 su sueño de convertirse en médico empezó a fraguarse en la Universidad de Zúrich donde inició sus estudios de medicina. Durante su estancia en la universidad conoció al que sería su marido, Emanuel Robert Ross. En 1957 Elisabeth se graduaba y al año siguiente se casaba con Emanuel. Después de varios abortos, la pareja tendría dos hijos, Kenneth y Barbara.  Emanuel y Elisabeth se trasladaron a vivir a los Estados Unidos poco después de contraer matrimonio. En Nueva York, inició su residencia de psiquiatría a la vez que empezó a entrar en contacto con enfermos terminales. Pronto tomaría conciencia de la importancia de preparar a esos enfermos y a sus familiares para el doloroso trance de la muerte. Elisabeth se dio cuenta que era básico acompañarlos en el proceso, escucharlos y consolarlos en un ambiente propicio, alejado del anonimato de los hospitales donde eran poco más que un historial y un cuerpo a punto de dejar de funcionar. En 1962 aceptó un puesto en la universidad de Colorado y tres años después en Chicago. Elisabeth daba sus clases invitando a pacientes terminales que explicaban su propia experiencia y a los que los alumnos les podían plantear cuestiones relacionadas con la muerte. Un procedimiento totalmente nuevo que no gustó a todo el mundo.  En 1969 publicaba su famosa obra On death and dying, un libro que se convertiría en texto imprescindible para las generaciones futuras. Elisabeth definió las que ella consideraba como las cinco fases en el proceso de la muerte: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Enseñando a morir, Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) Años después, en 1977, dos años antes de que su marido le pidiera el divorcio, la pareja y sus hijos se trasladaron a California donde Elisabeth quiso crear un espacio idóneo para que sus pacientes esperaran la muerte con dignidad. En una amplia extensión en Escondido, cerca de San Diego, fundó Shanti Nilaya, algo así como el Hogar de la Paz. 

La labor de Elisabeth Kübler-Ross empezó a tornarse controvertida cuando intentó organizar un centro de enfermos terminales de SIDA en una zona de Virginia y sus habitantes se negaron en redondo por miedo a la enfermedad. También cuando empezó a acercarse a movimientos relacionados con las experiencias extracorporales después de la muerte, la comunidad científica quiso descalificar su labor. En 1995 sufrió una serie de ataques que la dejaron parcialmente inmovilizada. Poco tiempo después, cerraba sus puertas Shanti Nilaya y esperó la muerte en Scottsdale, Arizona, donde falleció el 24 de agosto de 2004. Tres años después de su muerte era incluida en la American National Women’s Hall of Fame. Su mejor reconocimiento fue sin embargo, la utilización de sus más de veinte obras sobre la muerte por parte de los estudiantes y profesionales de la psiquiatría de todo el mundo.

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